9. Dulce venganza

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*Noah y su demonio en imagen*

NOTAS: Doble actualización porque ya se las debía.

[ . . . ]

[ Hace siete años... ]

Desperté sobre mi cama deshecha. Sentía mis ojos hinchados y repletos de lagañas. Mi corazón se sentía agitado. Tenía la fuerte sensación de que había tenido un sueño muy siniestro, pero no podía recordarlo.

Estaba desorientado, como si por un momento hubiera olvidado donde estaba, pero entonces, recordé a la abuela. Ella... Ella estaba muerta.

La imagen de su frágil cuerpo cayendo por las escaleras y golpeándose con cada peldaño vino a mí, resonando en mi cabeza, un recuerdo que trajo consigo una avalancha de emociones caóticas, entre ellas, la angustia, dolor y un enorme vacío en mi corazón, al igual que la casa en la que crecí con ella.

Ni siquiera quería salir, quería permanecer encerrado en mi cuarto para siempre.

Agarré la manda que tenía debajo y me envolví en ella. Estaba preparándome para volver a cerrar los ojos, cuando escuché la puerta junto a los pasos de una persona.

—¿Noah? —la mujer del orfanato. Al parecer se había quedado toda la noche—, ¿estás despierto?

Me quedé en silencio, fingiendo dormir. Creía que así se iría, pero no se movió y permaneció de pie bajo el umbral. El tiempo pasó y estaba empezando a incomodarme, así que emití un quejido, como si recién estuviera despertando.

—Perdón si te desperté, Noah. Sé que soy una extraña para ti y que todo se ve mal, pero si me dejas ayudarte, las cosas mejorarán, te lo prometo.

Dudaba de sus palabras. Me hubiera negado, pues estaba dolido y enojado, pero sinceramente, ¿qué podía hacer? No me gustaba la idea de ir al orfanato, pero un chico como yo no tenía muchas opciones. Seguía siendo menor de edad, así que dejé que me llevara a ese lugar en el que no estaría mucho tiempo hasta que me echaran a la calle.

Me ayudó a empacar y dijo que desayunaría algo al llegar.

Cuando estábamos en el auto, listos para irnos, le di un último vistazo a la casa de la abuela que seguramente estaría abandonada durante los próximos años. Era normal que me fuera heredada como su único pariente vivo, Pero aún no tenía la edad para ello.

—¿En qué escuela estudias, Noah? —la mujer interrumpió mis pensamientos mientras se ponía el cinturón.

—Secundaria Morris Strange.

—Perfecto. No te preocupes por eso ahora. Te tomarás unos días para o instalarte y luego haremos el trámite para que te integres en nuestro plan educativo.

De solo escuchar cómo me había cambiado la vida de la noche a la mañana, apestaba, simplemente todo era una jodida mierda.

No solo dejaría atrás el lugar que alguna vez fue mi hogar, sino también todo lo que conocía y sería el chico nuevo en la escuela del orfanato donde probablemente sería rechazado debido a mi edad.

Todo el mundo sabe que solo adoptan a los niños más pequeños. No tenía esperanza de ser feliz ahí.

Dejaría la escuela y con ella, a mí mejor amigo Abel, del cual ni siquiera pude despedirme.

—¿Qué te parece si escuchamos la radio mientras llegamos? —mientras yo estaba absorto en mis pensamientos, ella parecía estar incómoda por el silencio y encendió el aparato sin esperar a que le respondiera.

Al acecho del malDonde viven las historias. Descúbrelo ahora