Enamorado tuyo - El Cuarteto de Nos

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Antes de cruzar la puerta, Secco ya sabía que esta iba a ser la noche más especial de su vida. Bueno, compartiendo podio con aquella en la que se confesó Zero, hacía veintisiete días (pero, ¿quién llevaba la cuenta? Él, desde luego, no lo admitiría).

En el silencio de la noche dos pares de ojos chocaron con violencia. Ambos sabían qué iba a hacer el otro. Ambos tenían que ser los primeros en hacerlo. Un ambiente cerrado se convirtió en asfixiante cuando ambos amigos se dieron cuenta de que tendrían que competir.

Apenas entraron al local, Sarah y Cesare salieron disparados a la máquina de karaoke.

—¡Empiezo yo!

—¡Y una polla!

Stella rió por detrás, mirando a Zero y Secco, que cruzaban la puerta del bar de drags y jubilados. Secco había pedido a Celeste que reservara el bar por una noche. ¿Por qué? Buena pregunta. Ni él lo tenía muy claro, viendo a sus amigos discutir a insultos quién sería el primero en cantar.

—Menudos niños están hechos, madre mía.

Secco sonrió a Stella y miró la escena desde lejos. Sarah y Cesare parecían rabiosos, intentando entender cómo se encendía aquella máquina. Pensó en decirles que tuvieran cuidado. Siguió mirando como Sarah tocaba todos los botones, y Cesare movía peligrosamente el artefacto, buscando algún cable que conectar a la luz. Una ola de nostalgia le salpicó en la boca, sonriendo del susto. Quería a Sarah como el primer día, y poco a poco Cesare comenzaba a ganarse un hueco en su corazón, del que fue desterrado (y al que tantos años le quedaban de condena, supuestamente). Le asqueaba verse tan blando, él, el estoico Secco, enternecido por algo tan nimio.

—Si lo rompen, lo pagan.

—¡Oye! ¡Oye, que me la van a destrozar! —Celeste estaba ya dentro, acercandose con su falda larga vaquera y su boa soltando un rastro de plumas. —Dejadme a mí, que sois más brutos que un mordisco en el nardo.

Secco se giró para cerrar la puerta y echar el candado. Hoy el local era solo para ellos. Se giró y vio a Zero esperándole. En su sonrisa, vio cómo la vida le había estado sonriendo todo este tiempo. Le abrazó por la cintura y caminó con él hacia sus amigos.

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Zero se dio cuenta de que había algo peor que los mil ojos que cargaba a sus espaldas a diario. Los de Secco pesaban más.

—Me quieres.

—Sí.

—En plan...

—En plan qué.

—En plan romántico.

—Pues sí.

Secco no apartó la mirada, solo cerró la boca antes de que se colara un mosquito. Quien sí la apartó fue Zero. No estaba hecho para ser valiente. Estaba hecho para ser un cobarde que no tiene vida social ni romántica, que se va a la cama a las tantas después de intentar ver una peli y no se arriesga a perder el tiempo, o nada. Esto era nuevo.

—Guau.

Secco solo dijo eso. Zero estaba paralizado, no como si estuviera teniendo un ataque de pánico, sino (y no tenía mejor manera de expresar lo que sentía en ese momento) paralizado en el sentido de que no le cabía ni medio alfiler en el ojete.

Se dio cuenta de que su mano seguía encima de la de Secco. Se atrevió a cogerla con un poco de fuerza. Pensó en esos muñecos a los que aprietas y se le salen los ojos. Necesitaba una respuesta inmediata, si no la conseguían sus palabras, lo harían sus manos.

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⏰ Última actualización: Oct 22, 2023 ⏰

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