Apaga la llum - Viva Belgrado

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Zero pasó al baño y cerró la puerta. Llevaba cerca de tres canciones meandose vivo, pero no quería irse. Cuando por fin sonó una que no se sabía, se escabulló de sus amigos y corrió a descargar. Los urinarios parecían un desastre, así que pasó a uno individual. Al contrario de lo que su parte razonable le pedía, se sentó. Estaba cansado. No sabía que bailar podía ser tan cansado.

Aún no se creía lo que estaba haciendo. A sus treinta años, después de muchos intentos torpes e incómodos, parecía pasarlo bien de fiesta. Era algo que nunca se esperó que pasara. Recordaba aquellas veces, aquella música. Recordó a Camille, y se sintió mal por nunca haber bailado con ella. Si supiera que podía ser tan divertido, lo hubiera hecho. Pero no quería pensar en ell—

—Secco...

Zero escuchó ruidos del baño de al lado. Parecían gemidos. Zero quería que se le tragase la tierra. La voz del armadillo resonó en su cabeza: "No puedes salir ahora, se pensaran que eres un pervertido. Tienes que esperar a que acaben."

—...Secco...

Zero dejó de respirar. ¿Había dicho el nombre de su mejor amigo? No era posible, sería otro Secco. Su amigo no salía de fiesta. ¿O sí? Nunca le acompañaba, y el otro nunca le decía a dónde iba por las noches. Pero era imposible que fuera él, él no era-

—Secco, Secco, no pares...

—Calla...

Definitivamente eran dos tíos. El que no estaba gimiendo susurró, Zero no reconoció la voz. Lo que sí reconocía eran los embistes. Jamás pasó tanto miedo como aquella noche. Zero se imaginó como en una película de miedo, escondido en el armario, con la mano en la boca para evitar hacer cualquier ruido que revelase su posición. O algo. Le estaba costando pensar. El ritmo de gemidos aceleraba. Tal vez por lo que estaba pensando, se llevó una mano a la boca de verdad. El chico parecía estar cerca. Se podía escuchar la segunda respiración, la del tal "Secco". Zero era incapaz de reconocer su voz. Por puro morbo, prestó atención. Toda su cara estaba roja. No quería estar ahí, quería salir. Pero no era lo único de él que quería salir. No quiso mirar, pero podía sentirlo. Mejor dicho, no podía no sentirlo, por mucho que quisiera ignorarlo. Su polla estaba durísima.

Un último grito lo sorprendió mucho antes de lo que esperaba. Solo una persona recuperaba el aliento.

—Lo siento, llevaba mucho sin...

Zero escuchó un empujón y un portazo. El salió detrás. Zero se recuperó del shock. En parte. Una parte suya no reaccionaba a nada. Necesitaba salir de ahí, ahora o nunca. Asomó la cabeza y no vio a nadie. Rápidamente buscó a sus amigos.

—¡Zero! —Vio asomar la mano de Stella entre la gente y se acercó. —Creo que Cessare no se encuentra muy bien. Ha bebido demasiado. ¿Te parece si volvemos a casa?

—Claro. ¿Dónde está?

—Fuera, con Sarah, pa que le dé el aire.

Apoyados en la acera, Sarah y Cessare estaban a punto de dormirse.

—Venga. Nos vamos.

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El camino a casa fue silencioso. Stella cuidaba de Sarah, y Cessare dormía como un lirón. Zero conducía sin pensar en nada. Solo quería llegar a casa. Solo en casa podría pensar.

Zero llegó por fin. El armadillo no estaba. Hay una especie de norma tácita entre él y su armadillo. Si Zero no quería, el armadillo no decía nada. A veces, simplemente se le quedaba mirando, cuando sabía que había que hablar de algo. Otras veces, se iba y le dejaba estar, como en el entierro de Alice. "Llevaba sin tener una erección desde entonces", pensó.

—¿¡Tuviste una erección en el entierro de Alice!?

—¿Qué? ¡No! ¿Qué?

—¿De qué demonios estás parloteando?

—De nada, no quiero hablar.

—Osea que fue mal la noche.

—No. Bueno, sí. No lo sé, déjame tranquilo.

—Ya te dije que no—

—Silencio. —El armadillo calló. —Basta del tema. No necesito escucharte. Ahora no.

El armadillo le miró con cara de enfado. Pasó por su lado, y apagó la luz, dejándole a oscuras.

—Sé cuando no soy bienvenido.

Desapareció. Solo por una noche, como siempre. Una noche sin la vocecita en su cabeza que le hacía dudar de todo y sentirse constantemente juzgado y como una mierda. Zero se quitó la ropa y se metió en la cama. Pasaron varios minutos hasta encontrarse lo suficientemente cansado para que su subconsciente hablara.

Primero se le vino a la cabeza Camille. Como casi todas las noches. Su sonrisa, su actitud, sus problemas que nunca compartía con nadie. Todas las noches la recordaba con cariño, y con rabia. Rabia de no poder hacer nada. Y así también con Alice. Pensó en lo que pensarían ellas si le hubieran visto esta noche. Camille estaría triste de ver que se lo pasaba bien sin ella, y ese pensamiento hizo que Zero derramara unas lágrimas. Zero era crío cuando la conoció. No sabía nada de la gente.

Alice estaría muy contenta, eso lo sabía. Aún la recordaba en el banco, contándonos nuestras penas, y sonriendo cuando le hablaba de algún buen momento. Su optimismo siempre fue contagioso. Estaría orgulloso de él, lo sabía. Era su mejor amiga.

Zero seguía medio empalmado.

Recordó el momento en el baño. Repitió la voz de aquel chico en su cabeza una y otra vez. Era imposible que fuera él, ¿verdad? Era incapaz de imaginarse a Secco haciendo eso, follando en un baño inmundo con un hombre. El olor a almizcle, a sudor. Sus manos recorriendo el cuerpo de alguien desconocido. ¿Quién sería? ¿A quién habría elegido? Zero se acarició la cadera. No podía hacer esto. No podía masturbarse pensando en su mejor amigo. En su mejor amigo follando con otro hombre. El otro hombre no paraba de gemir. Debía ser el mejor polvo de su vida. La mejor polla de su vida. ¿Había visto la polla a Secco alguna vez? Bueno, de adolescentes. Pero no la recordaba. No se la imaginaba capaz de hacer eso a un tío. No se lo imaginaba. No lo hacía.

En un estado de duermevela donde la conciencia perdona todo, Zero se llevó la mano al pene. No sabía en qué pensaba. En Secco. En un hombre que, por pura coincidencia, se llamaba igual. En sus manos. En sus ojos, profundísimos. ¿Follaría con la misma cara que tenía siempre? Concentrado, serio. No podía imaginárselo con otra cara, ni falta que le hacía. Aceleró el ritmo. La otra mano apretaba las sábanas. ¿Qué haría si le viera así ahora? ¿Volverían a hablar después de esto? ¿Podrían seguir siendo amigos? ¿Podría Zero?

—Secco...

"Calla..."

—... Se-Secco...

"Calla..."

Estaba cerca. Estaba a punto y solo podía pensar en él. En su cara cerca, muy cerca. Su nariz en la suya, sus labios en los suyos. Su olor, su tacto, su sabor. Su respiración acelerándose. Su propio nombre saliendo de sus labios.

"Zero"

Cuando terminó de masturbarse, se limpió con una camiseta sucia y pensó en Camille, en cómo le odiaría verle ahora mismo. Pensó en su supuesta teoría de que a ella le había gustado más Secco. Pensó en Alice, en Sarah, en todo el mundo que le demostraba a diario que era un egocéntrico con la gente a la que quería. Pensó en qué pensaría Secco de todo esto, y cómo jamás lo podría saber. Y, en algún punto de la noche, dejó de pensar al fin.

Enamorado tuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora