Otra piel - Gustavo Cerati

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Secco estaba a escasos centímetros de su cara.

—No te muevas.

Zero observaba con cuidado sus párpados, pintados con sombra morada; sus pendientes, con forma de cruz; sus labios, que estaban como siempre, pero no podía parar de mirarlos.

—Te tiembla la mano.

—¿Eh?

Secco se alejó.

—Te tiembla la mano un montón, así no puedo pintarte las uñas.

—Perdona, ya me las terminaré de pintar yo mismo. —Zero se miró las manos. Tenía tres uñas negras y una a medio pintar, el dedo anular. —¿Por qué se llama anular?

—No sé. ¿No estudias filología? Dímelo tú.

—No sé. La verdad que no me entero de una mierda en clase.

—Pos estás tirando el dinero a la basura.

—Bueno, bueno, que no llevo ni una semana, dame cuartelillo. Mira, posiblemente venga del latín. —Cogió el diccionario con la mano sin pintar, casi cayéndose encima de él por lo mucho que pesaba. —A ver. Anular tiene que venir por huevos de anillo. Así que déjame ver...

—Joder, pareces un intelectual de esos, con su libro gordo. Te faltan las gafas pa hacerte el listo.

—¿Te quieres callar? Mira, aquí. Viene de "anellus", un anillo pequeño, que se usaba para sellar pactos y promesas, como una sortija de boda. Es diminutivo de "anus", que significa tanto anillo como ano. —Zero se rió.

—Entonces, ¿a los anillos se les dice así por los anos, o a los anos por los anillos?

—¿Qué?

—¿Cuál vino antes, el anillo o el ano?

—... No lo sé.

—Tirando el dinero.

Zero le echó una mirada de odio, y Secco la respondió con la suya, indiferente. Seguía siendo el mismo, a pesar de que llevaban sin verse durante casi un año. Secco estaba en nosequé parte de Asia, en un campeonato de cartas Magic, y había venido una semana de visita antes de volverse otra vez. Zero había echado de menos odiarle, y sabía que lo volvería a hacer cuando se fuera, así que decidió perdonarle aquello. Tampoco era culpa de Secco no saber que a Zero, la universidad y toda la presión que representaba, le estaban haciendo sentir muy inseguro. Podría decírselo, pero, para un día que podían estar juntos, ¿por qué hablar de rayadas? Callándose se dejaba de problemas. Solo esperaba que los tentáculos que había en su estómago se ahogasen solos con el tiempo.

Mientras Secco se pintaba las uñas de morado, ambos estuvieron en silencio. Había una pregunta que estaba en el aire, y el preguntante no tenía el valor para sacarla. Solo miraba a su amigo, esperando sacar valentía.

—Venga, dilo de una vez.

—¿Qué cojones ha pasado en Asia para que vuelvas así?

—Te quemaba la lengua, ¿eh?

—No me jodas. En la vida te has maquillado, ni te has pintado las uñas, ni nada de eso. ¡Y no pasa nada! Pero tengo curiosidad.

—Es que no ha pasado nada. Mis colegas del torneo me enseñaron música, y sitios, y ropa, y como nadie me conocía, pensé en probarlo. Y me gusta verme así, me siento más yo.

—Osea que eres un emo.

—Supongo. Pero bueno, que tampoco es tan raro. Tú también has pegado un cambio, pintándote las uñas, con la mohicana, podría preguntarte lo mismo.

Enamorado tuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora