Parte III: Muerte y Resurrección - Depresión Sonora III.ii: Resurrección

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En la pantalla, no se veía más que a Secco, pero cualquiera que mirara por ella entendería mucho más de lo que aparecía a simple vista. Zero sentía el calor de su mano con solo mirarla. Notaba su cabeza llena de los mismos miedos y la misma mierda que en el momento en el que ocurrió aquello. Reencontrarse con un recuerdo reprimido hubiera sido menos desagradable de no ser de tener al lado al joven que experimentó aquello, llorando a lágrima viva, haciendo palpable el dolor por el que el recuerdo fue reprimido en primer lugar.

"Ninguno soltaba la mano. Ninguno decía nada. Ambos la miraban, de reojo, en pequeños vistazos. Cuando la miraron al mismo tiempo, compartieron una mirada fugaz, rápidamente interrumpida por el giro de cabeza y la tos convenientemente fingida. El corazón de Zero iba a abrirse de tanto bombeo. ¿Qué podía hacer? ¿Qué quería hacer? ¿Qué quería?

A Secco. Quería a Secco.

Entonces sintió encontrar la pieza del puzle que faltaba, la que explicaba tanta vergüenza y tanto cariño y orgullo. La pieza que necesitaba para empezar a intuir la silueta de la persona que era. Le quería como suponía que quieren los amantes. Tenía el mismo cosquilleo que cuando estaba con Camille, el mismo recelo a abrir la boca y decir algo que pudiera romper el hechizo, el trance en el que estaban. El mismo deseo automático de besarle. Pero no era lo mismo, no podía serlo. Sus miradas se cruzaron. Ninguno la movió. Zero se replanteó sus opciones. ¿Qué pasaría si lo besaba? Todos sus nervios ardían con ganas de hacerlo, cada segundo parecía anteceder algo grande que iba a suceder, si no, ¿por qué se sentía tan nervioso? ¿Estaba imaginándose cosas? ¿Le besaría Secco?

Entonces, supo cuál era la diferencia mayor entre esta situación y la que vivió con Camille. Con ella, sintió que no podía besarla. Que no quería estar con él, porque a quien quería era a otro, porque él no sería lo suficiente para ayudarla con sus problemas, porque, simplemente, no era suficiente para ella. Besarla, aún así, hubiera sido algo tranquilo. Una burbuja que explota, en silencio. Lo que, como hombre, debía hacer en esa situación. El final esperado.

Si besaba a Secco, no sabía cómo iba a reaccionar. (Sus manos seguían unidas, las mejillas del otro, sonrojadas; su mirada curiosa, y puede que tal vez, tal vez, quizás, tuviera la misma idea, o eso deseó Zero en lo más profundo de su alma.) Puede que correspondiera. Pero no podía ser un beso tranquilo. Era una bomba. a punto de destruir la visión que tenía Zero de sí mismo. Porque esto, como hombre, no tenía que hacerlo. Sería un error, un evento no marcado en el mapa. Sería cambiar su destino y, ¿realmente quería hacer eso? ¿Valía la pena?

El armadillo respondió por él.

—Aún estás a tiempo de irte. Haré como si no hubiera oído nada.

Zero le soltó la mano y se fue. Compartió palabras vacías y banales con Secco, y le dijo que, si necesitaba ayuda, estaría ahí. Ambos sabían que eso no era verdad."

La pantalla se apagó, y con ello, la sala indefinida donde estaba Zero se volvió crepuscular. Este se sentó, cansado, en el suelo. ¿Qué clase de amigo había sido? Todo había sido falso. Zero se imaginó cómo de solo se debió de sentir Secco entonces, y hundió la cabeza en sus manos. Había sido un irresponsable, había descuidado a su mejor amigo. Y aún así, seguía ahí, para ayudarle con sus problemas, para disfrutar de su compañía. Zero estaba innegablemente enamorado de aquel chico, ¿cómo no estarlo? Había sido su ángel personal, mientras que él, no había sido nada para él. El joven Zero seguía llorando, estaba debajo de una mesa. Le miró, con la barbilla encima de las rodillas.

—Nos ha engañado, el armadillo. Nos ha hecho creer que lo mejor para nosotros era fingir que no sentíamos nada. Eso solo nos ha hecho más miserables.

Enamorado tuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora