Tan cansado. Estaba tan cansado de seguir luchando consigo mismo que Zero hubiera dado lo que fuera por parar. Pasaría por una lobotomía si fuera necesario. Sintió la vergüenza crecer, segundo a segundo, desde su estómago aún herido a su orgullo, estuviera donde estuviera eso. Deseaba con todas sus fuerzas poder conducir con los ojos cerrados.
Como todos los hijos de su tiempo, Zero estaba impregnado de posmodernismo, la filosofía que había dado toda la vuelta hasta la casilla de salida, la de los sofistas griegos. "Todo es relativo", decían. Todos los problemas de Zero eran absolutamente nimios. Ganaba pasta haciendo lo que quería, y además, se le conocía por ello. Y con solo treinta años, tenía una carrera por delante. Pero, por desgracia, dos mujeres murieron, y eso le afectó mentalmente de por vida. Sonaba hasta egocéntrico. "Un niño en Kobane mataría por ser tú, chico confundido". La voz del armadillo sonó dentro de su cabeza. Fuera, en el coche, solo callaba. Durante toda la vida, el armadillo ha sido un completo charlatán, juzgador, un constante ruido de fondo que le recordaba lo patético, genial, desconsiderado e inadaptado que era día a día, segundo a segundo. Pero ahora estaba callado, y Zero estaba aprendiendo que aquello que creías un infierno siempre podía ir a peor.
El tiempo también era relativo. No era lo mismo veinte minutos que mil doscientos segundos. Y mil doscientos segundos de silencio eran simplemente incontables.
Zero aún estaba aprendiendo cuando cerró la puerta del piso.
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En cuanto pisó el parqué, el armadillo se abalanzó sobre él, una figura negra con tentáculos en vez de brazos, mil en vez de dos, y unos ojos rojos brillantes, lo único que podía ver, engullido en la oscuridad opresiva de su mente. Zero estaba en el suelo. Su vista estaba oscurecida, sus manos temblorosas, sus palpitaciones lo único que le aseguraba que tenía cuerpo, hasta que poco a poco comenzó a verse en tercera persona. Un monigote, un títere. El armadillo le cogió la cara y le hizo mirarle directamente a los ojos, única barrera de su alma.
—¿Tienes consciencia de lo que has hecho? Estamos atrapados. No sabes cómo se sale de aquí, ¿verdad? ¿Sabes siquiera si hay salida?
Zero solo veía negro, y solo oía ruido blanco. Ecos del armadillo, como un cassette viejo.
—Esto es lo que pasa cuando me ignoras. No tienes en cuenta que YO SOY TÚ, y que tus acciones nos repercuten a ambos. ¿Cuántas veces te he dicho que los cambios bruscos no nos convienen? Has pasado de reprimir tus sentimientos a casi confesarte, dos veces. Saliste de tu zona de confort. Y ahora, mírate. Estás temblando.
Zero era incapaz de reconocer su cara, no era más que una mancha negra, una sombra.
—Tú nos trajiste aquí. Te advertí de que esto pasaría. Y, como siempre, no me escuchaste. ¿Ha valido la pena? ¿Lo mereció el sabor de sus labios, el calor de su piel? Sucio, sucio Calcare.
En un intento de salir de esa espiral de culpa, solo podía buscar el verde de su sudadera en alguna parte. Algo a lo que agarrarse.
—Y lo peor es que lo sigues buscando. Podrías haber vivido toda la vida sin saber que lo querías. Pero pecaste, de arrogancia, de codicia, de deseo. ¿Recuerdas cómo se sentía toquetearte mientras pensabas en él? ¿En qué pensabas? ¿Su cara? ¿Su polla, sus labios? Céntrate, intenta recordar.
Zero recordaba, recordaba todo. Recordaba cómo quería ser devorado por esa persona, esa fantasía, ese todo que era mucho mayor que la suma de sus partes.
—Lo tenías. Lo tenías en tu coche, estaba mirándote. Estaba sonriendo como sabes que no sonríe a nadie. Y tú, vicioso cabrón, tú pediste subir. Tú pediste más. ¿Y qué recibiste? Dímelo. Mírame. Mírame y dime, ¿qué te dijo? DÍMELO. ZERO CALCARE, MÍRAME.
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Enamorado tuyo
Romanceel amor no es complicado, las personas lo son. sobre todo si eres gilipollas, como les pasa a algunos. zero x secco ✌️