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Semanas después

—Deja de moverte —exclamó Choso con la paciencia al límite.

—Pero no me estoy moviendo —me defendí ante la absurda acusación que era cierta.

—Entonces deja las piernas quietas —tomó ambas con fuerza y las dejó recargadas en su regazo para que no me moviera más.

Estábamos en el sofá de mi casa viendo una película, era viernes y decidimos pasar tiempo en casa, así que Choso vino desde temprano a visitarme.

Él se encontraba sentado en el otro extremo, cargando mis piernas, mientras yo estaba acostada en todo el sillón. La película apenas llevaba 50 minutos de haber dado inicio y les juro que ya me estaba aburriendo, pero a Choso parecía entretenerle. Me quedé viendo la televisión unos minutos más hasta que me dormí.

—¡Hey! Despierta —abrí los ojos levemente y miré su rostro cerca del mío—. Te quedaste dormida —mencionó bajo. Él estaba en cuclillas viéndome, luego se levantó con el propósito de acercarse a la mesa de centro para recoger las cosas.

Me senté en el sofá, aun sin bajar las piernas.

—¿La película terminó? —pregunté mientras frotaba mis párpados con las manos.

—Lo sabrías si no te hubieses quedado dormida —pronunció sin más, yendo hacia la cocina para lavar los vasos y el tazón que usamos.

Me levanté con lentitud para así seguirle el paso, se le veía muy tranquilo mientras lavaba los trastes.

—Cuando estás de amargado ni me dan ganas de hablarte —hablé burlona, recargándome en la barra de la cocina mientras lo seguía observando.

—¿Y eso debería importarme? —respondió sin voltear.

—Supongo que no —emití con calma y me acerqué al fregadero, tomé uno de los vasos de cristal que Choso había dejado en el escurridor de trastes.

—Lo acabo de lavar —gruñó al ver la acción que hice.

—Ya lo sé —abrí el refrigerador para servirme un poco de jugo, lo dejé en la barra y fui a la sala por mi dispositivo móvil.

Me quedé revisándolo y vi que tenía un mensaje de mi padre diciéndome que esta semana no podría enviarme dinero, sino hasta la próxima.

Le estaba respondiendo el texto hasta que los gritos de Choso me detuvieron.

—¡Shiori! —gritó—. ¡El maldito vaso!

Terminé de mandar el mensaje y regresé a la cocina. Choso estaba frente a la barra viendo el vaso que había dejado hace más de 10 minutos.

—Ya deja de gritar, estoy aquí cerca ¿Qué tiene el vaso? —miré el vaso con jugo sin entender cuál era el problema.

—Solo lo hiciste para ocupar el vaso que lavé y hacerme enojar —musitó de malas, llevándose una mano al rostro, un tanto exasperado.

—¡Eso no es cierto! Quería jugo, pero fui a buscar mi celular —pronuncié a la defensiva. Sí, lo había hecho por eso, pero no le iba a dar la razón.

—Bien, tómatelo —señaló el vaso y esperó recargado en la barra.

—No me lo puedo tomar si me estás viendo, ¡es incómodo! —dije con cierta queja, además, yo ni quería jugo.

—No te lo puedes tomar porque no quieres —suspiró de malas. Se separó de la barra con el propósito de tomar las llaves del auto—. Da igual, tengo que irme.

—¿Te vas a molestar por un vaso? —pregunté incrédula. Se me hacía algo exagerado que se enojara por ello. 

—No, me tengo que ir —pasó por mi lado con toda la intención de marcharse, por lo cual lo jalé de la chaqueta para atraerlo a mí.

—Siempre es lo mismo —me reí para aligerar el ambiente, recargando mi cabeza en su pecho.

—Y aun así… aquí estás —susurró con un toque de burla.

—Eso es porque me gustas. ¿Puedes dejar de cerrarte y dejarte querer? —se tensó por lo que dije, pero me correspondió el abrazo.

—Mejor dime ¿Para qué quieres que me quede?

—No te había visto desde hace días —lo abracé con más fuerza—. Te extrañaba.

Choso levantó mi rostro para besarme, colocó ambas manos en mi cintura con fuerza y me alzó para sentarme en la barra de la cocina. Su beso se tornó más intenso, puso una de sus manos en mi nuca y me atrajo más a él si es que eso era posible.

Se alejó unos segundos para hablar.

—Ya me viste, ya me tengo que ir —sonrió y volvió a besarme, solo que esta vez sentí un pequeño dolor en mi labio inferior; Choso me había mordido.

Se separó de mí para después caminar rumbo a la salida.

—¡Eso no es justo! —le grité aún sentada en la barra y volteé a ver hacia su dirección.

—Tómate ese jugo —rio ignorando lo que dije—. Mañana vamos a salir con Suguru y otros amigos a un bar, paso por ti después de las 8 pm.

—“¿Oye, Shiori, mañana tienes planes?”— imité la voz de él—. “¡Oh! Choso ¿por qué la pregunta?” —seguí con mis palabras—. “Quería ver si te gustaría salir conmigo y unos amigos” —fingí una conversación entre ambos a modo de burla.

—Yo no hablo así —se quejó por mi mala imitación—. Igual, de todos modos me vas a decir que sí —volvió a reír.

—¿Y por qué tan seguro que diré que sí? — inquirí ante la seguridad con la que lo dijo.

—Porque te gusto —afirmó. A la vez que una pequeña sonrisa se asomaba de sus labios. Tomó el pomo de la puerta y, segundos después, salió de la casa.

Me bajé de la barra dando un pequeño salto y fui al otro lado de la cocina con el fin de guardar el vaso con jugo en el refrigerador.

El día de hoy iba a aprovechar para ir a comprar mi despensa, así que con prisas me di un baño y me arreglé para salir de mi casa.

Llegando al supermercado busqué lo que iba a preparar los próximos días y también otras cosas que me hacían falta en casa. Después de dos horas en el supermercado, —ya que soy muy lenta cuando se trata de comprar— regresé a mi casa a dejar todas las compras. 

Creí que pasaría el resto del día con Choso, pero veo que me equivoqué, por lo cual tenía tiempo de sobra.

Aproveché para regresar a la florería para ayudar a Nobara y Maki a hacer ramos. A pesar de que yo no necesitaba ir porque tenía trabajadoras, el motivo por el que iba, era porque en verdad disfrutaba de realizar ramos, además me ayudaban a relajarme y desestresarme.

Scary Love  |  ChosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora