18 (Parte 1)

2.4K 283 23
                                    

3 Semanas después

Viernes

8:02pm

—Tienes que darle al de mayor puntaje, no al menor.

—Ya lo sé —me quejé. —Solo que no le atino —tomé otra pelota y las seguí arrojando tratando de anotarlas en los huecos que tenían escrito los números más grandes.

—¿Quieres que te ayude? —preguntó a mis espaldas.

—¡No! —grité sin verlo. —Yo puedo hacerlo —tomé más de las pelotas y continué arrojando una tras otra sin tener éxito.

El juego terminó y les juro que quería patear la maldita máquina.

—¡Ay! Esto es un fraude —me quejé. —Odio este juego.

—Te dije que te ayudaba —repitió Choso.

—No, no quiero ganar con ayuda —hice una mueca y el rió por mi actitud infantil. —Quiero ganar yo misma.

—Puedes intentarlo de nuevo —me sugirió.

Miré a mi alrededor y revisé que no hubiera gente cerca, me acerqué a Choso y pasé mis manos por sus hombros para atraerlo a mí.

Se inclinó un poco y me correspondió el beso, me separé segundos después y tomé su mano.

—Vamos a otro, este ya me aburrió y aparte soy mala —no puso objeción y se dejó guíar.

El día de hoy Choso había ido a recogerme a mi trabajo, desde ayer le avisé que por esta ocasión cerraría a las 3pm. Él igual tenía tiempo libre.

Después de que fue por mí, fuimos a comer y luego le propuse venir al arcade de juegos, lo cual aceptó sin oponerse.

—Creí que dirías que no —hablé mientras seguíamos caminando en el enorme lugar y él me miró confundido. —A lo de venir al Arcade —aclaré.

—¿Y por qué diría que no? —me miró.

—Por que eres tú —reí. —Pensé que estos lugares con tantas luces y ruido no te gustaban.

—Me gusta estar contigo, eso es suficiente para que quiera venir —se detuvo, soltó mi mano para rodear mi cintura y acercarme a él. —Y también hay un juego que quiero jugar. —Dio un beso en mi sien y se separó de mí para tomar mi mano y continuar con nuestro andar.

—¿Y que juego es? —pregunté ahora siendo guiada por él.

—Lo ví cuando entramos —su rostro miraba con atención el lugar, tratando de encontrar el juego hasta que lo logró. —Ya lo vi, vamos.

Cruzamos entre la multitud de máquinas y personas pero llegamos al juego que Choso quería.

—¿Hockey de mesa? —dije después de ver lo que estaba frente a nosotros: una enorme mesa azul de hockey con luz de neon en las orillas.

—Sí, no me digas que también eres mala para esto —se burló.

—No soy mala, pero tiene tiempo que no juego esto.

Choso tomó las palas de hockey y me entregó una. Me fui a un extremo de la mesa y él se fue al lado contrario.

—Solo pégale al disco.

—No me digas lo obvio —se rió y negó con la cabeza.

Colocó el disco en la mesa.

—¿Estás lista?

—Pégale y ya que quiero jugar —soltó una carcajada pero me hizo caso.

Con la pala de hockey golpeó el disco, este llegó con rapidez a mi lado de la mesa y con mi pala regresé el disco a su dirección.

El disco iba y venía de un lado a otro

—Y dijiste que no sabía jugar —habló mientras seguíamos jugando.

—Te dije que no me acordaba —regresé el disco a su lado de la mesa, casi anoto pero Choso alcanzó a detenerlo.

El disco volvió con velocidad a mi lado y no lo alcancé por lo cual Choso consiguió anotar.

—¡Sí! —festejó.

—Eso fue suerte, ya veremos cómo te va en los siguientes.

50 minutos después y Choso me estaba dando la peor humillada que podría sufrir en este juego.

—Llevo 32 anotados y tú 7 —se burló.

—Pero sí llevamos varias partidas —respondí.

—Pero yo prefiero contar el total de anotaciones, así me puedo burlar más. —siguió riéndose.

—Me voy a encargar de borrar esa estúpida sonrisa —tomé el disco y lo coloqué en la mesa. —Que esta anotación sea la definitiva, con esta se decide quién gana —sentencié. —Y voy a ganar yo.

—Eso no es justo —se quejó. —Llevo más ganadas que tú, tanto de anotaciones como de partidas.

—Este va a ser el definitivo, los demás no cuentan —respondí.

—Si a esas nos vamos, te propongo algo —me miró y una sonrisa ladina apareció en su rostro. —El perdedor hará cualquier cosa que el ganador le pida.

—¿Cualquier cosa? —sonreí.

—Sí —aseguró.

—En ese caso, ve haciendo espacio en tu agenda porque de tu cumpleaños te voy a poner a hacer el aseo de mi casa todo el día —afirmé.

—Todavía no ganas y ya lo das por hecho, es una lástima que eso no se podrá —se burló por milésima vez.

Ignoré lo que dijo y comencé nuestra partida golpeando el disco con la paleta.

Nos estábamos demorando más que en las otras partidas, ambos estábamos aferrados en no perder, no tuvo que pasar ni 1 minuto más porque Choso logró anotarla.

—¡No, no, no! —grité sin creer que había perdido.

Choso dio la vuelta a la mesa y se acercó a mí con una maldita sonrisa plasmada en el rostro.

—¿Decías? —preguntó burlón.

—¡Ay! ¿Qué vas a querer? —lo miré.

—Todavia no sé, dame tiempo de pensarlo —asentí y salimos del arcade de juegos.

El tiempo se nos fue muy rápido y ni cuenta nos dimos de que ya era tarde. Al salir a la calle notamos que casi no había gente ni autos. Caminamos con calma en dirección a su auto y nos subimos.

Choso apoyó las manos en el volante y se le quedó viendo.

—¿Pasa algo? —lo observé confundida.

Soltó el volante y me miró. Su mirada se tornó oscura, no sé si por qué era de noche o por otra cosa.

De manera rápida Choso se inclinó hacia mis labios y puso ambas manos en mis mejillas para profundizar el beso.

Solté un jadeó por la sorpresa y él aprovecho eso para meter su lengua en mi boca.

Segundos después me separé por falta de aire, él se volvió a acomodar en su lugar. Recobré la respiración y vi como Choso echaba su asiento para atrás.

Volvió a mirarme fijamente, no era necesario que hablara porque lo había entendido a la perfección.

Dejé mi asiento y me subí arriba de él poniendo mis piernas a cada uno de sus costados.

Choso tomó mi rostro para besarme, se separó un poco para hablar.

—Ya sé que es lo que quiero —susurró en mis labios. —Quiero que me adelantes mi regalo de cumpleaños —tomó mi labio inferior entre sus dientes y dió una pequeña mordida para después soltarlos.

—¿Sí? —sonreí divertida. —¿Y ya sabes qué quieres de regalo?

—Sí y lo quiero ahora —tomó mi nuca para acortar la distancia entre nuestros labios, mientras sus manos se posaban en mis caderas.


Scary Love  |  ChosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora