Familiar

2 0 0
                                    

La mañana siguiente Dai se levantó gracias a que los rayos del sol le pegaban directamente en la cara

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


La mañana siguiente Dai se levantó gracias a que los rayos del sol le pegaban directamente en la cara. Bostezo contra la almohada y se dedicó a estirarse todo lo que pudo. La noche anterior habían dicho que este día sería para darle un tour en el castillo con tal de que se familiarizara al entorno y no se perdiera, entonces no tendría que preocuparse por clases, pero si por llegar todos los días antes de las 9 al comedor y ya eran las 7 con 30.

No recordaba la última vez que había dormido tan bien, aunque tenía que quitarse lo modorro, así que tomó el primer cambio de ropa decente qué vio y fue directo al baño para espabilarse. Si no creía que estuviera en el Palacio físicamente, el agua helada le confirmó todo, pues en Lilacertown el agua en todos los climas estaba tibia siempre y aquí estaba congelándose, inmediatamente al salir de la ducha se cubrió con una toalla para evitar enfermarse, un resfriado en este momento no le venía para nada bien.

Justamente a las 8 con 40 ya estaba abriendo la puerta del comedor, siendo recibido por 3 sirvientes que justamente terminaban de acomodar la mesa.

—Buen día—. Saludo Dai educadamente.

—¡Buenos días señorito! —. Devolvió el saludo la única mujer con una sonrisa, si no mal recordaba ella debía ser Constance.

—Su majestad no tarda en llegar, si gusta puede ir tomando asiento—. Ese debía ser Demián quien señaló un asiento de la larga mesa.

El peli azul asintió sin decir más y tomó asiento. No tuvo que esperar mucho ya que, si el oído no le fallaba se podía alcanzar a escuchar un par de pasos desde el pasillo principal, haciendo que los sirvientes rápidamente terminarán lo que hacían para tomar sus posiciones en la pared. Dai se levantó al momento que las puertas se abrieron, dejando ver al Rey y a su fiel sirvienta, Marie.

—Buenos días a todos. — Saludó el soberano mientras se acercaba a la cabecera de la mesa.

—Buenos días majestad, el desayuno ya está servido, nosotros nos retiramos—. Repitieron los tres sirvientes de antes para después dar una pequeña reverencia ante el ligero movimiento de cabeza del Rey, asintiendo a sus palabras. —Provecho.

Una vez se fueron, Marie se hizo para atrás sin interrumpir, de modo que estuviera cerca por si al Rey se le ofrecía algo o había algún problema.

—Siéntate Dai, no tienes por qué esperarme—. Ambos tomaron asiento y el menor negó ante las palabras del mayor.

—Sería una grosería de mi parte.

—Si lo haces frente a algún invitado sí, pero mientras estemos solo los dos y tengas mi permiso no hay problema. — El menor asintió y comenzó a servirse una vez vio que el mayor apartaba un panecillo y comenzaba a cortarlo en trozos pequeños para seguido untarlo con mantequilla. —Tú... papá me contó sobre tu deseo de visitar el Palacio desde que eras niño.

—No puedo creer que le dijo eso, que vergüenza debo parecer fanático—. Dai se sonrojo y evitó mirar al pelinegro, haciéndolo reír.

—Claro que no, dime, ¿qué te llamó la atención? Para mí no tiene mucha cosa, tal vez sea porque llevo años viviendo aquí.

El Alumno Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora