Ser Rey era un trabajo de tiempo completo para el lamento del pelinegro oji azul. Tenía que verificar que exactamente todo vaya bien y si había alguna anomalía debía corregirla inmediatamente. Claro que tenía sirvientes que podían hacer todo eso pero de que servía él si sus lacayos hacían todo el trabajo.
Dai tenía descansos merecidos, lo había dejado ir a la biblioteca solo, así que el tenía que buscar su propio entretenimiento para pasar al menos 1 hora completa. Eran ese tipo de cosas que le recordaban porque nunca tomó un pupilo, se acostumbraba a la compañía y le era difícil retomar su solitaria rutina qué creó cuando su abuelo Frederick partió al otro mundo, o a la otra vida, cualquiera de los dos sirve.
Suspiró cansado, si Lucifer lo viera se reiría de el sin cansancio alguno, digno del diablo.
—¡Majestad!—. La cantarína y gritona voz de Constance, su sirvienta, fue lo que lo despertó de su ilusión, claro que no esperaba verla con una calabaza naranja y grande entre sus manos mientras corría a gran velocidad hacia el.
—Constance, ¡No vayas a-!
Tarde. La calabaza resbaló de sus manos una vez que la mucama resbaló, fueron segundos donde Freddie se apresuró a atraparla mientras con otra mano se encargaba de concentrar su magia para hacer levitar la calabaza recién cortada.
Constance no dejó de disculparse por el accidente pero agradeció el que la calabaza estuviera bien. Siguió lloriqueando cuando los ojos del Rey se iluminaron y una gran sonrisa apareció en sus labios al terminar de inspeccionar lo que tenía entre sus manos.
—¡Constance! ¡Es perfecta!—. Los ojos de la joven lo miraron esperanzada.
—¿D-de verdad, mi rey?—. Freddie asintió contento.
—Claro que si, es de mi conocimiento qué saliste junto con Salomón, llévame a ver las demás por favor. — La mucama asintió contenta, limpió sus lágrimas y se levantó con rapidez.
—Cómo desee, sígame.
Cuando llegaron al recibidor Freddie no podía creer lo que sus ojos veían. En su vida había visto calabazas tan perfectas como las que adornaban la alfombra. De forma inmediata mando a Salomón y a Sandra para que informaran al Reino qué se prepararán porque este año vivirían la festividad completa, cosa que alegro sin dudar a todos los sirvientes presentes.
Marie, quien era más cercana al monarca no dudo en acercarse a él, quien abrazaba la calabaza qué había atrapado de las manos de Constance minutos atrás.
—Marie, estoy muy feliz. —La castaña asintió en reconocimiento.
—Me alegra majestad, ¿qué quiere hacer con las calabazas?—. Freddie lo pensó.
—Quiero que las decoren, dibujen en ellas, no quiero ningún espacio vacío, escojan, firmenlas pues adornaran este lugar.
Marie estaba acostumbrada a los diferentes humores del mayor, pero veces como esta le recordaban qué por muy demonio qué sea, el también sentía.
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El Alumno Del Rey
FantasyQuien diría que una decisión entre "si" o "no" sería la que crearía el mayor efecto mariposa dentro de los Miller.