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Lilacertown, llevaba viviendo en el Reino desde que tenía memoria, sus padres alguna vez quisieron mudarse a otro lugar, pero los demás reinos no los convencían del todo y tenían la certeza y completa seguridad de que estudiaría lo necesario teniendo al Colegio General de las Artes Mágicas.
Alejandro y Daniel eran una pareja curiosa pero alegre, se casaron jóvenes siendo apoyados por sus respectivas familias, a excepción de Alejandro que su madre no estaba muy contenta con su unión, pero sus hermanos lo apoyaron en todo. Daniel al ser el menor de 4 hijos y el penúltimo en ser tomado en matrimonio solo recibió las mismas palabras que sus hermanos de parte de su madre:
''El matrimonio es una responsabilidad bien grande, si estas listo para tomarla entonces ve por ello''
Lo que Alejandro y Daniel no esperaron fue que su boda fuera un detonante que les haría separarse de sus hermanos semanas después. Del lado de Alejandro hubo discusiones y pleitos ajenos a su persona a lo que decidió cortar temporalmente comunicación hasta que su hermano y hermana se arreglaran. Tuvieron que pasar meses hasta que volvió a ver a uno de ellos frente a frente y a modo de despedida. Por parte de Daniel fue diferente, la relación tan cercana que tenía con uno de sus sobrinos se cortó y su padre, siendo su hermano mayor llego con él a base de reclamo, Daniel fué quien tomó la decisión de vivir lejos, por poco se quitaba el apellido también.
A pesar de ello, Cattherine, la madre de Daniel jamás dejó de visitarlos y menos después de saber de la llegada de un bebe al que llamaron ''Dai Mictel'', un par de años Alejandro tuvo a ''Melody'' y un año después llegó ''Miley''.
El crecimiento de los tres fué siempre por un buen camino, aunque siempre eran las hermanas quienes peleaban y Daniel tenía que intervenir para que no terminaran agarrándose de los pocos cabellos que tenían, en cambio Dai fue muy tranquilo, casi no lloraba y la mayoría de las veces estaba durmiendo. Ambos padres pensaban que de mayor sería un perezoso y tendrían problemas con los horarios, pero una vez que Dai cumplió los 5 años de edad su rutina cambió totalmente. Jugaba con sus hermanas, aprendía a leer con Daniel, pintaba y su sueño fue reducido a causa de pesadillas.
Muchas noches tenía Alejandro que despertar a altas horas de la madrugada a arrullar al niño ya que este rechazaba los brazos de Daniel. Por suerte en la habitación tenían una mecedora, pero después de una semana Alejandro terminó con dolor de espalda a lo que decidieron pedirle ayuda a la mamá de Daniel. Cattherine una vez llegó a la residencia supo inmediatamente que confirmó sus sospechas. Los tres adultos se dirigieron a la habitación del menor el cual encontraron viendo a la ventana con una expresión de tranquilidad, al estar sus hermanas en la guardería él era el único niño en la casa.
—¡Abuela! —. Saludo emocionado una vez sintió su presencia. Los brazos de la mayor se abrieron para recibir al pequeño y este encantado la abrazó. — Extrañé.
—Yo también te extrañé mí niño. — Sonrió la mujer, azul y los heterocromáticos ojos del menor se encontraron, el verde y rojo juntos. —Me dijeron que no dejaste dormir a tus padres, ¿te apetece dar un paseo, Dai?.
El menor asintió y con las indicaciones y un beso en la mejilla de ambos padres salieron del hogar. La castaña tenía entrelazada su mano con la del niño mientras caminaban, con tal de que no se perdiera o se apartara de ella. Caminaban a un parque cercano donde había bancas y juegos, puestos de comida y muchos árboles, Cattherine dejaba que el niño jugara, que explotara la energía que tuviera y otras veces solo platicaban.
—Abuela, la otra vez les pregunte a mis papás sobre mi pelo.
—¿Si, cariño?
—Si, porque papá tiene el pelo blanco y papá café, pero yo lo tengo azul.
—Ajá, ¿qué te dijeron?
—¡Que es magia! —. Ambos rieron un poco y el menor volvió a ponerse serio. —¿La magia existe abuela?
—Nunca lo dudes, cachorro.
En las noches cuando Dai descansaba, Cattherine le untaba en la frente un ungüento que tenía hace muchos años atrás. Alejandro lo reconoció por las veces que ella se lo ponía a su hermano mayor cuando no podía dormir de niño. Alejandro jamás había tenido tantos problemas con las pesadillas como su hermano lo había tenido.
Y así a los pocos días, Dai finalmente dejó de despertar en la madrugada. Antes de que su madre se fuera, Daniel no dudó en preguntarle el por qué le pasaba eso a su hijo, a lo que ella respondió con una profunda tranquilidad, como si no fuera la primera vez que controlaba la situación en esos casos.
—Solo vigílenlo, su núcleo está creciendo a pasos agigantados y que se trate de comunicar con él es una señal. Sí sigue así su magia se manifestará más rápido, las clases extra de práctica le ayudarán por ahora. —La mujer sonrió suavemente, poniendo una mano en el hombro de su muchacho. —Sí llega a tener otro problema escríbeme de inmediato, no porta qué tan pequeño sea y no le des inseguridades a ese niño, apóyalo y protégelo, lo necesitará mucho.
Tal como dijo Cattherine Jhonson, así fue. Dai con 10 años de edad tenía un uso desarrollado de la magia, claro que Alejandro al instante comenzó a ponerle una serie de restricciones mientras lo ayudaba a entender, pero había momentos donde Dai no tenía control o simplemente lo perdía y fue ahí cuando decidieron que pasaría una semana en la cabaña junto a su abuela, donde descubrieron que la naturaleza era un gran calmante para el menor, cosa que le traía recuerdos a Alejandro.
Aunque Cattherine era una Bruja completa hecha y derecha, muchas cosas no podía cubrir, por suerte cuando ese momento llegó, Dai ya estaba cursando la secundaria donde comenzaría sus clases prácticas en el Colegio General de las Artes Mágicas. Para este punto los padres estaban más tranquilos, así también con ello llegó Melody anunciando que pasó la prueba para hechicería y Miley prefería no preocuparse por ello aún.
...
La familia de Alejandro era pequeña, pero era suya. Hubiera querido que tuviera más integrantes, pero a veces las cosas no son como quieres ni como esperas. El peliblanco pensaba melancólico mientras observaba uno de los cuadros que tenía en su biblioteca personal, dos niños portando orgullosos un par de medallas de oro totalmente iguales. Alejandro sonrió al recordar ese preciso momento hasta que dos toques en la puerta le regresaron al presente.
—Amor, hay alguien en la puerta, dice que es urgente y que no puede esperar.
La voz de su esposo lo sacó de su ensueño y en su lugar quedo la pregunta de: ''¿quién será?''. No recordaba haber dado su dirección ni que hubiera dejado algo pendiente en cuestión legal. Claro que toda pregunta quedó pausada una vez logró ver el largo cabello purpura, los ojos verdes y la piel blanca cubierta en un vestido blanco y negro. Sus ojos se abrieron en sorpresa y miedo.
—Tac...
—Hola An, es un gusto volver a verte después de mucho tiempo. — Su blanca sonrisa dejó ver dos colmillos mientras entrelazaba sus manos.