Enfermo

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18 de octubre

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18 de octubre. Palacio Real, Inframundo

Esta vez había amanecido más frío que de costumbre. Se cerraron todas ventanas y se prendieron las chimeneas de las habitaciones a primera hora del sábado. Al ser fin de semana Dai estaba libre pero lamentablemente había agarrado un resfriado tan fuerte que no podía siquiera levantarse de su cama. Sentía que la cabeza le retumbaba a cada segundo y era incapaz de abrir los ojos. Al estar nublado no había mucha luz, pero aun así las cortinas fueron cerradas por órdenes de Freddie.

El mayor no podía estar al pendiente cada cinco minutos de él, entonces le asignó a Antonieta para que le cuidara. Eso lo hacía sentir como un niño de cinco años al que tenían que checar porque no saliera de la cama y descansara como se debe, hasta comenzaba a sentir desesperación como uno. Annie, como había comenzado a llamarla, solamente tejía en una mecedora de la habitación cerca de su cama, cantaba una melodía de cuna mientras se balanceaba hacia enfrente y atrás.

—¿Que tejes, Annie? — Preguntó, dejando ver solo su rostro entre las sábanas, haciéndose ovillo dentro de ellas.

—Es un suéter, recientemente quise aprender a tejer y su majestad fue muy amable al conseguir lana, así que le estoy tejiendo uno. — La mujer sonrió sin dejar de balancearse ante la distraída mirada del menor.

De verdad, llamen a Satanás o a Jesucristo, el primero que llegue porque se sentía demasiado mal, tenía mucho frio y no sentía el rostro. Probablemente iba a llorar, si, en su mente eso sonaba muy bien.

—El Rey dijo que tenías que descansar, así que no hagas esfuerzos y duerme un poco. — Dai se cubrió los ojos con sus manos mientras se integraba más entre las sábanas, probablemente fallando en la misión de convertirse en una. Antonieta dejo lo que hacía para sentarse en la cama del menor, comenzando a acariciar su cabello intentando dormirlo.

—Me duele la cabeza Annie, siento que estoy ardiendo, pero tengo mucho frio. —Lagrimeo un poco, buscando más contacto sin abrir sus ojos.

—Ya, ya, descansa, no tiene mucho que despertaste y si no duermes será peor. Te prometo que cuando despiertes y estes un poco mejor pediré tu platillo favorito con Demian, ¿vale? — El menor asintió a pausas y Antonieta recitó la misma canción que entonaba hace varios minutos.

Dai no podía creer que su pijama no fue suficiente para combatir el frio del palacio y se maldecía en sueños por haberse enfermado. Esperaba que los climas cambiaran o se vería en la urgencia de incendiar su habitación para dejar de sentir frio. Antonieta esperó un poco más, pero al ver que la respiración del joven era más calmada y su rostro se había relajado supo al instante que estaba en brazos de Morfeo.

Un par de toques en la puerta le hicieron dirigir su atención a la entrada de la habitación, la cual dejaba ver a un pelinegro de ojos azules con su rostro cubierto en preocupación.

El Alumno Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora