Brillar

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La Celebración de las Calabazas Sonrientes comenzó desde centenares atrás cuando los reyes deseaban unificar sus pueblos, tomaron una calabaza entre sus manos y la envolvieron con su magia durante cinco días

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La Celebración de las Calabazas Sonrientes comenzó desde centenares atrás cuando los reyes deseaban unificar sus pueblos, tomaron una calabaza entre sus manos y la envolvieron con su magia durante cinco días. Al terminar la Calabaza ya tenía un brillo singular y era cuando en la noche se aprovechaba para darle el último toque de magia, entonces la calabaza soltaba una ligera niebla donde podías respirar felicidad.

Esta tradición se cultivó por mucho tiempo, cada año en realidad, para no olvidar que más que personas, son una comunidad, una familia donde se apoyaban entre todos y no había discordias. Entonces los reyes bajaban al pueblo y entre danzas disfrutaban de la convivencia, demostrando igualdad como seres.

Todo eso era lo que Freddie quería que su pupilo viera por sí mismo. Las luces y las familias entrelazadas de las manos mientras danzaban y cantaban villancicos a la luna. Dai miraba con asombro todo su alrededor, Salomón y Casandra jugaban con luces de colores mientras qué Claudine y Marie bailaban contentas, de un momento a otro Sandra se les unió y brincaban en su lugar riendo. El Inframundo era diferente a los demás Reinos pero estaba bien, porque cada uno tenia el sentido de unidad diferente y lo que los complementaba eran este tipo de festividades.

—Demos las gracias a nuestros antepasados qué cumplieron en enseñarnos la importancia de estar juntos, de ser unidos y de vivir las fiestas. No es solo decorar y esperar, es envolvernos entre nuestras familias, nuestros hermanos, es no olvidar que todos venimos de un mismo lugar. Qué nuestra magia sea abundante y nunca nos haga falta, hermanos míos hay que cultivarla porque ella nos hace ser quien somos—. Cuando Freddie acabó el discurso todo se convirtió en aplausos y gritos de emoción.

Azul miró a los heterocromáticos ojos del menor, quien no paraba de jugar nervioso con sus manos. Se acercó a él tranquilamente y envolvió las manos de Dai con las suyas, dejándolo sorprendido.

—Junior...

—Solo tengo frío abuelo, se me pasará—. Explicaba el menor mientras se ponía los guantes con rapidez, siendo detenido por el mayor quien envolvió las manos del oji azul con las suyas. —Abuelo...

—Yo también tenía nervios la primera vez, es normal, pero no es para que tengas miedo, es una festividad y debemos celebrarla todos juntos, estaré contigo en todo momento.— Calmó el mayor y el oji azul lo miró a los ojos, ese par de esmeraldas qué adornaban la mirada de su abuelo.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo, estoy contigo.

—Estoy contigo—. Exclamó Freddie una vez el menor enfocó su mirada en los zafiros de su maestro. Veía seguridad en él, veía todo tipo de emociones positivas qué le decían que todo iba a estar bien. —Respira conmigo, vamos.

El peli azul asintió repetidas veces e intentó regular su respiración, tenia años sin tener un ataque de nervios donde se quedaba pasmado sin saber que hacer, naturalmente sus padres solo lo enfocaban y dejaban qué siguiera adelante pero Freddie lo tenía. Le ayudo a respirar y mantuvo el tacto solo en sus manos. Una vez sintió qué estaba listo pudieron recorrer el lugar a sus anchas.

Los puestos estaban regalando, ninguno cobró ni una moneda de plata siquiera por el objeto o cualquiera de los platillos qué habían y eso decía mucho. El que las cosas las daban de corazón y por que les nacía y no por querer tener algo a cambio.

Había muchos niños corriendo al rededor pero ninguno tenía pizca de maldad, solo una increíble inocencia qué hasta Dai estaba sorprendido de ello. Entonces llegó la noche y Freddie le hizo una seña de que le siguiera.

Donde habían llegado estaban todos los sirvientes, cada uno de ellos tenía una calabaza pero Marie tenia dos.

Freddie le quitó una de sus manos, la qué el y Dai hicieron durante 5 días, se regresó con él y le pidió que la sostuviera de igual manera.

—Esta es la última parte de la Celebración, mira al rededor, las familias y amigos se reúnen para terminar su calabaza. —Dai miró y tal como el mayor dijo, así fue. Los niños ponían sus manos al rededor de la calabaza, otros la abrazaban y poco a poco el anaranjado se volvía rojo, a veces amarillo y otros simplemente seguía siendo naranja.

La calabaza qué Dai tenía en sus manos, era como ver un atardecer, una mezcla perfecta en la cual respirabas anhelo, melancolía y esperanza, junto a una pizca pequeña de felicidad.

Las danzas continuaron aún con la ligera niebla, el Rey se despidió y se retiraron antes de la 1 de la mañana. Las calabazas y los adornos no se quitarían hasta 3 días después los cuales tardaba la niebla en disiparse con total paz.

Fue un lunes cuando Dai llegó a su clase matutina qué Freddie le entregó un pergamino y una pluma y lo obligó a que escribiera en ella su experiencia. Dai se rehusaba porque pensaba que había tomado nota suficiente pero el mayor negó y le comento que anotar todo el panorama le haría ver otro enfoque y sería un apoyo futuro.

Tuvo razón pero jamás lo admitiria, aprovecho para resolver un par de cuestiones qué su maestro con gusto las respondió.

—Para todo tenemos un tiempo de preparación, las Calabazas Sonrientes nos preparan para la Ceremonia de Almas qué sabrás es pasado mañana. Ya agradecimos ahora toca pedir por que nuestros muertos estén en un buen camino en caso de que vayan a reencarnar. —Explicó calmadamente a lo que Dai asintió dudoso.

—¿Haremos un altar o algo?.

—No, esta ceremonia es personal, como llevar un luto pero es más por respeto a como uno lleva su perdida. Aquí los sirvientes saben que tienen permiso de ir con sus familias. —Freddie encerró 5, 6 y 7 en el calendario, refiriéndose a los días en que la servidumbre no estaba en el castillo.

—¿Entonces?.—Dai estaba confundido y Freddie al fin entendió lo que quería preguntarle.

—Nosotros, Dai, prendemos velas, cuidaremos el jardín, quitaremos el polvo de sus marcos. Solo quieren ver que estemos bien y que hagamos un buen trabajo, tu tranquilo.

Los sirvientes antes de irse fueron los primeros que prendieron las 3 velas principales, una, blanca como la nieve, tenía en su espacio la leyenda con el nombre de: "Alondra Miller". La segunda era mas oscura y tenía el nombre de: "Frederick Miller". La tercera era más pequeña y era azul pero su flama ardía de la misma forma que las más grandes, tenía escrito en letras doradas el nombre de: "Aradia Miller".

El Alumno Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora