Paradise

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El resto de Noviembre fue muy pesado, solo tenía dos días a la semana de teoría mágica, últimamente estaban reforzando tradiciones y culturas del siglo XVIII, eran tantas fechas qué tenia que recordar y sentía que su mente explotaría en algún momento

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El resto de Noviembre fue muy pesado, solo tenía dos días a la semana de teoría mágica, últimamente estaban reforzando tradiciones y culturas del siglo XVIII, eran tantas fechas qué tenia que recordar y sentía que su mente explotaría en algún momento. Los días restantes se encerraban en la torre reforzada donde practicaban esgrima hasta que cayera la noche, y Dai creía fielmente qué perdería tres costillas por cada toque que recibía. Sin embargo esto no le importaba a su actual mentor quien lo hacía ejercitar todas las mañanas, mandándolo a correr al menos 5 kilómetros mientras qué Antonieta lo esperaba con una jarra de agua y una toalla húmeda en la entrada.

—Annie, eres un ángel, no se que haría sin ti—. Lloró un cansado Dai mientras abrazaba a la mujer quien reía divertida.

—Señorito no sea dramático, no soy indispensable solo estoy para ayudarle—. Respondió una calmada Antonieta mientras le daba ligeras palmadas al menor en su hombro.

—El Rey no tiene piedad, no soporto mis piernas, es un torturador de inocentes como yo que solo quieren salir adelante en esta vida tan difícil Annie—. Lloriqueaba Dai, Antonieta por su parte seguía riendo por los inventos del menor.

—Si su majestad lo hace será por su bien, ahora entre, tiene que irse a dar un baño antes del almuerzo—. Dai asintió y camino arrastrando las piernas mientras la mujer cerraba la puerta principal.

Eran días como esos donde la servidumbre recordaba que el joven seguía siendo un niño, todavía no era un adulto por más que se estuviera preparando para ser uno. Claro que cuando lo veían practicar esgrima se convertía en otra persona, a veces veían un peliazul más rebelde y otras simplemente lo contrario.

—¡Levántate!

—¡Estas demente si crees que puedo continuar!—. Escupió el peliazul mientras se limpiaba el sudor de su frente y sostenía entre sus manos uno de sus tobillos que presentía se había lastimado al caer.

—Yo todavía te veo perfecto, cinco rondas más y te mandaré a descansar como un muerto, ¡vamos! —. El joven se levantó pero si mirabas con atención podías ver un ligero temblor en su pierna izquierda.

Dai agradecía qué sus fines de semana seguían siendo libres porque sino, el mismo se hubiera matado por la rutina. Podían decir que no aguantaba nada pero solo esperaba que así como su rutina cambio de la noche a la mañana, el Rey decidiera seguirla cambiando y que no fuera repetitivo todo o se hartaría al año.

Una semana antes de terminar noviembre, Demián y Marie presentaron una serie de platillos qué serían propuestos para la gran noche. Una cosa que si confirmo al empezar diciembre fue que Demian era un chef increíble y cuando terminará su "internado" lo iba a extrañar demasiado.

El Rey fue quien tomó la decisión final sobre los platos qué comerian para la cena y dejó que Dai escogiera los bocadillos para picar durante el día. El peliazul por fin le tomó gusto a las caminatas diurnas y sin qué le avisaran nada el sólito se fue levantando cada día más temprano. Dejó de perderse en el castillo y comenzó a crear una rutina propia hasta para los días que tenía libres.

Claudine dejó de ir a despertarlo, Marie ya no le recordaba cada cinco minutos su horario y Freddie recibía más temprano todas las tareas y ensayos qué le encargaba al menor.

—Decidí que te enseñaré otra rama de la magia, no soporto ver que te estas adaptando tan fácil cuando a mi me costó un año entero y a ti dos meses—. Dai se carcajeo divertido ante las palabras del mayor quien extendió un libro hacia el, esta vez de color verde.

—"El arte del pasado" por Frederick Miller—. Leyó el peliazul emocionado.— ¿de verdad me estas dando esto? —. El pelinegro asintió cansado.

—Creeme, me duele, mucho —. El pelinegro se tocó el pecho, fingiendo dolor para diversión personal de Dai.— Pero lo necesitas, nosotros los demonios nacimos con la maldición de ver sucesos del pasado sean malos o buenos, así que espero que aprendas mucho del qué fue el mejor maestro que he tenido y mi único abuelo—. Dai asintió.

Claro que Dai pensaba que sería sencillo y Freddie se burló internamente de él. Pasó un día y no tuvo resultados pero aun estaba confiado en que entendía lo que Frederick decía.

Pasaron dos días y ya iban tres veces las qué se regresaba al inicio porque sentía que se estaba perdiendo de algo.

Era cinco de diciembre y oficialmente había dejado de soñar.

Freddie notó qué estaba batallando porque lo vio hablándole al cuadro de su abuelo en la biblioteca, le daba risa como le gritaba desesperado y fastidiado, era divertido porque el también reaccionó así en su tiempo, pero en vez de gritarle a un cuadro, él si tuvo la dicha de gritarle en la cara, en vivo y en directo del Inframundo para el mundo si señor.

Decidió dejar qué el menor descargará todo su estrés y fue a terminar sus propios deberes, no quería tener que hacerlos el día siguiente.

Como buen tutor fue a buscar a su alumno cinco horas después pero se comenzó a asustar cuando no lo vio por ningún lado, buscó en la biblioteca, nada, su habitación, nada, ¡fue hasta la cocina! Si no fuera porque Constance decidió mover la cortina no se hubiera dado cuenta jamás de que Dai estaba sentado afuera en la banca del jardín.

—Un día de estos me dará un paro cardíaco por tu culpa, niño inquieto—. Comenzó Freddie, parado atrás del joven, cruzado de brazos.

—Tú sabias que iba a terminar así y como quiera me diste el libro, el villano aquí eres tu, no yo—. Contestó el menor y Freddie pudo sentir una gota de sudor cayendo por su frente.

—De igual manera lo ibas a tener, el arte del pasado es simplemente un libro que no puedes skipear en tu vida, pero si te hace sentir mejor, a mi también me dió problemas en mi juventud—. Dai alzó una ceja incrédulo hacia su mentor quien se encogió de hombros. —Alégrate porque te di ese y no "Las ironías del ayer", a mi abuelo simplemente le afectó demasiado su estudio al extranjero y le divertia confundir a su sangre con sus ideas y pensamientos. Un año más y te juro que si escribía un libro aún más complicado qué esos dos yo mismo lo mataba por mucho que lo quisiera y mi abuela no me dejaría mentir.

Dai se rio, el Rey era cruel pero justo. Se arrepentía un poco por haberle gritado al marco pero personalmente sentía que si lo merecía. Agradecía no ser un ángel como su padre, tener un mentor demonio facilitaba las cosas y más cuando este le entendía tan bien aun más cuando ni él se entendía completamente.

—Sabes Dai, mañana es mi cumpleaños—. Mencionó el mayor, capturando la atención del peliazul.

—Curioso, el de mi papá también.

—Mm, pensaba en cancelar tu itinerario académico el día de mañana, así que tendrás el día libre, yo planeo dormir hasta tarde así que estas en libertad condicional por solo veinticuatro horas jovencito—. Dai sonrió por la ligera broma, sintiendo qué sus cabellos eran despeinados por la mano del ojiazul.

—¿cuantos cumple, señor de la época primitiva? —. Entonces el ojiazul hizo presión mientras despeinaba su cabello de forma agresiva ante el insulto.

—¡Que te pasa, niño inculto e insoportable!, que sepas que todavía soy joven y soy mucho más guapo que tu, estropajo con patas—. El menor se carcajeo mientras intentaba alejarse del alcance de su mentor.

—¡Antonieta! ¡Ayuda!

—¡No vayas de vieja chismosa, Dai Mictel!

El Alumno Del ReyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora