Bobby había hecho una reserva en el Tele-Café Berliner, el mejor restaurante de Berlín situado a más de 203 metros de altura, justo arriba del mirador de la Fersehturm. Cada 30 minutos rotaba sobre su eje, así que es un lugar ideal para cenar mientras disfrutas de una panorámica única de toda la ciudad.
Durante todo el camino no paró de hablar de lo ilusionado que estaba su padre con abrir otra tienda en Nueva York, y al parecer esa era la sorpresa de la que le hablaría durante la cena.
Bill apenas le escuchaba, su mente no dejaba de darle vueltas a la que habían estado hablando horas antes. ¿Tener otro hijo? La verdad era que nunca se lo había planteado, tras Jeremy se centró del todo en su carrera y maduró. No volvió a acostarse con nadie que conociera en una fiesta, y las siguientes relaciones que tuvo fueron con algo más de cabeza. Nunca faltaban condones en su cartera, y aparte de eso empezó a tomar más precauciones por si acaso.
Las mismas que Bobby le había pedido ignorar a partir de entonces. Y la verdad era que le atraía la idea, como bien le había dicho prácticamente el grupo ya no existía y podría ser el mejor momento. Ya iba teniendo sus años y dedicándose solo a diseñar a partir de entonces, tendría el tiempo suficiente de ocupase de su hijo esa vez.
—Estás muy silencioso.
La voz de Bobby le sacó de sus pensamientos. Habían llegado al restaurante, y dejando el coche en manos de un aparcacoches, entraron. Nada más poner un pie en el local varias personas se giraron al reconocerle como el cantante de la banda de moda del momento. No podía evitarlo, llamaba la atención allá donde fuera. Y sus ropas ayudaban, ya no eran tan llamativas como entonces pero su elegancia hacía que más de una cabeza se volviera.
El modelo de esa noche era uno de sus diseños, iba todo de negro pero aún así destacaba. Al igual que su cara, ligeramente maquillada, y su peinado que casi nunca variaba. Llevaba el pelo rozándole los hombros, teñido todo de negro y perfectamente liso. Atrás quedaron sus mechas blancas y ese peinado encrespado con el que se dio a conocer con 15 años, con el paso de los años lo fue cambiando moderadamente. Incluso una vez se puso rastas como las de Tom, y se tiñó de rubio platino cuando cumplió los 23 años, volviendo al negro de siempre cuando se dio cuenta del error cometido. Incluso convenció a Tom que hiciera lo mismo, cambió su peinado y lució trenzas por una temporada que tiñó de morenas también dejando atrás su color rubio natural, hasta que se cansó y retomó sus rastas de la infancia.
Ambos destacaban fueran donde fueran, y siempre les pedían una foto o autógrafo. Como en esos momentos, Bobby se hizo a un lado y le dejó disfrutar de su fama. Bill atendió a sus fans durante varios minutos y luego se despidió de ellas tras darle las gracias.
—Lo echarás de menos, ¿verdad?—preguntó Bobby tomándole con naturalidad por la cintura.
Bill tuvo que admitir que un poco sí que iba a echar de menos esa fama que tanto le había costado conseguir, pero tener a Bobby era la mejor de las recompensas.
Pasó él también una mano por su cintura y caminaron así hasta su mesa. Todo el mundo sabía que eran pareja, a nadie le escandalizó su orientación sexual. Durante años se habló de cada chico con el que salía y le duraba escasos meses, hasta que llegó el indicado con el que llevaba varios años.
Llegaron a la mesa y Bobby le retiró la silla para que se sentara. Él ocupó otra silla y enseguida fueron atendidos.
—El plato de la casa es solomillo con foie y setas—recitó el camarero entregándoles la carta.
—Delicioso—dijo Bobby devolviéndole la carta.
—Para mí lo mismo—murmuró Bill.
—Y tráiganos una botella de champán—añadió Bobby—Hoy tenemos muchas cosas que celebrar.
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Déjà vu
RomanceA sus 30 años, Bill Kaulitz cree que ya ha obtenido de la vida todo lo que le podía ofrecer y es hora de retirarse para poder cuidar de ese hijo al que tuvo que dejar al cargo de sus padres mientras que él hacía su sueño realidad junto con sus amigo...