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Un acuerdo

Como la mayoría de los días en San Diego, hoy hacía bastante calor.

En el cielo azul, nubes blancas, limpias, flotaban poco a poco hasta desaparecer a la distancia. La luz del sol era tan brillante que incluso era difícil caminar por las calles con la cabeza en alto.

Mark solía fruncir el ceño cada vez que se movía debido al dolor muscular que no había podido quitarse durante varios días. Independientemente del clima, estaba de mal humor... No sabe cómo es que ha resistido ya cuatro días en este estado. Los huesos de todo su cuerpo estaban adoloridos, su cintura no podía moverse adecuadamente y era difícil que se sentara en cualquier silla o sillón. Justo como si tuviera una laceración en el ano.

Las secuelas definitivamente eran demasiado grandes. Una vez a la semana... ¡Aunque dijo que podía hacer con él lo que quisiera no había imaginado que fuera tan desordenado como para provocar que no pudiera levantarse o salirse de su asiento!

¿Cómo soportaría eso cada vez?

Cuanto más lo pensaba, más oscuro se volvía todo y Mark inevitablemente se ponía a suspirar. Le alegra no haberle dicho algo más estúpido como dos veces por semana o tres veces.

De alguna manera, tratando de pensar positivamente, Mark fue capaz de sentarse dolorosamente en la silla detrás del mostrador. Parece que últimamente hay más tiempo para estar allí, mirando al cielo a través de la ventana que cuidando de las flores de la tienda. El clima definitivamente era claro y hermoso, refrescante... Como el mar está cerca, el viento que soplaba era bueno y la luz del sol se notaba bastante cálida. San Diego era una ciudad con un clima templado, incluso en invierno, sin nieve y con personas en shorts y mangas cortas caminando durante las primeras horas del día. Gracias a esto, la distinción de las cuatro estaciones nunca ha sido clara, excepto por el verano todavía más caluroso.

Aún era primavera, pero pensó que sería bueno ver a su hijo. Tomarle de la mano e ir al Parque Balboa para hacer un picnic... Qué lindo sería poder estar con él, jugar en el césped, almorzar, comer bocadillos y besarle la cabeza muchas veces. La realidad de que no podía ir con Nana era tan triste que solo pudo suspirar de nuevo...

Hay muchas cosas que quiere mostrarle, pero no puede.

Últimamente le tiene bastante envidia a los que pueden pasar un día normal con sus hijos. ¿Algún día llegará el momento en que pueda disfrutar de una vida ordinaria? ¿Incluso alguien cómo él puede merecerlo? Mark soltó una risa amarga, pensando en un futuro que en realidad era difícil de visualizar.

Chasqueó la lengua.

No puede seguir pensando en cosas tristes hasta hacer que su estado de ánimo se hunda. No tenía que estar bien únicamente para sí mismo, sino también para su pequeño Nana. Mark se sacudió, tratando de ignorar la rigidez de su cintura y luego, tomó una tarjeta con el dibujo de Mickey Mouse del mostrador y la sostuvo en sus manos para verla mejor. En estos días, Nana ha estado demasiado obsesionado con Mickey Mouse. Siempre era como: "Mickey eso. Mickey aquello."

Una sonrisa suave persiste en la punta de sus labios mientras mira a Mickey Mouse y recuerda a su bebé... escribió:

"Querido Nana"

Y entonces escuchó el sonido de unos pasos.

No eran zapatos, sino más bien como tenis de deporte. Mark, que estaba pensando en la siguiente oración con la pluma en la mano, levantó la vista casi de inmediato. Un hombre inesperado se paró ante sus ojos y le sonrió. No, la palabra "inesperado" es una mentira. Él era familiar pero su atuendo era tan inesperado que no podía dejar de mirarlo.

Dear, Nana || YumarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora