Parte 1 La Caza

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- Rápido, vosotros por ahí! No abráis huecos, recordar lo escurridizo que es!

- Los de atrás, espabilad! Es posible que trate de retroceder...

- Esta vez no se nos escapa esa serpiente...vosotros, atentos con la red!, los de los lazos, no os durmáis...

Oculto en un hueco casi imposible, Crowley buscaba desesperadamente una salida, una apertura para poder escapar de sus perseguidores. No recordaba haber visto tantos ángeles guerreros juntos desde la Caída. Pero lo que le resultaba inconcebible era que todos ellos, sin excepción, estaban pisándole los talones. A él, solo a él. Y eso sólo podía significar una cosa: Aziraphale le quería prisionero al precio que fuese.

El demonio apretó los dientes. Sin respirar apenas, vio pasar a cinco temibles ángeles con armadura y largas picas. Tras marcharse con Metatron, no habían transcurrido ni veinticuatro horas de tiempo miserable cuando el Cielo entero se había puesto tras sus pasos.

La primera vez que le habían atacado estaba en un bar. Estrelló una botella vacía en la cabeza de un ángel que intentó atraparlo solo para encontrarse la salida bloqueada por cuatro más. Tuvo que serenarse a marchas forzadas para poder huir por el estrecho ventanuco del baño y cuando intentó volver al Bentley, vio que había como diez ángeles apostados esperando que se acercara al coche.

Siseando de rabia, tuvo que huir a pie abandonando su querido Bentley, y desde entonces, durante los últimos dos días, no había hecho otra cosa que tratar de huir de aquella caza salvaje que no le daba tregua.

- "Vamos, hijos del cielo... largaros de aquí...ir a buscar a otra parte"- pensó esperando que el grupo se alejara.

Sabía que tenía que huir, aunque no sabía a donde. Eso lo tenía claro. La única duda era por qué ninguno de aquellos ángeles le había desintegrado todavía.

Un momento tenso, los ángeles se pararon muy cerca de su escondite. Sentían algo. Crowley se concentró e intentó esconder su naturaleza demoníaca, reducir al mínimo su influjo maligno hasta hacerlo casi desaparecer. Los ángeles dudaron unos angustiosos minutos más... y finalmente siguieron caminando. El demonio dejó escapar el aire sin hacer ningún ruido...y junto con el aire su cuerpo empezó a alargarse y estrecharse, sus extremidades a fusionarse con su cuerpo. Instantes después una silenciosa serpiente se deslizaba a sus espaldas por el hueco de una alcantarilla.

- ¿Cómo que otra vez ha vuelto a burlaros? ¿A todos? ¡Es inconcebible tanta torpeza! Estoy absolutamente disgustado con todos vosotros. Tomad todos los medios que sean necesarios, pero volved a bajar a la tierra y traed a mi presencia al demonio Crowley según mis órdenes de inmediato. Y ay de vosotros si volvéis de nuevo con las manos vacías.

Los guerreros angelicales aguantaban la regañina del arcángel supremo con la cabeza baja. Lo cierto es que era una vergüenza para su prestigioso escuadrón el fracaso que se habían visto forzados a reconocer ante su superior. El tercer fracaso. Aziraphale no llevaba ni 24 horas en el cielo, pero había empezado su mandato en el cielo con puño de hierro. Cierto es que todo lo que había ordenado (y había sido una asombrosa cantidad en tan poco tiempo) era acertado y justo, pero había sorprendido a todos al mostrar un rostro muy diferente al bonachón y un poco bobo al que estaban acostumbrados en el que pensaban su desastroso hermano.

Su habitual sonrisa había desaparecido, y sus ojos claros ahora relumbraban como pedazos de glaciar. Y parecía incansable en su cruzada personal de introducir cambios y poner a todos los ángeles a trabajar en tareas que, si bien eran sus asignaciones originales, habían ido quedando en el olvido porque "los humanos ya se apañaban".

Y ese nuevo Aziraphale no aceptaba un no por respuesta.

- Señor – dijo humildemente uno de los ángeles guerreros- La dificultad principal es que nos ha ordenado atrapar a ese demonio sin provocar ningún tipo de daños a nadie. Y siempre hay humanos en medio.... Es decir, en la tierra hay humanos. Podemos atrapar de inmediato al demonio pero es posible que haya daños colaterales...

- Me traeréis a Crowley de una pieza hoy mismo, sin más excusas. Sin dañar a ningún humano – una ira celestial emanaba del arcángel supremo cuando se encaró con su interlocutor- Y os daré la herramienta para hacerlo: voy a llamarle desde la librería. Y allí estaréis vosotros para tenderle una emboscada.

Crowley no podía creerlo. Aziraphale le había dejado un mensaje de voz desde el teléfono de la librería. Cierto que era un mensaje corto y del que no podía deducirse mucho, pero ahí estaba. Lo escuchó por décima vez. "Crowley, ven a la librería ahora. Necesito hablar contigo".

Y eso era todo. Trató de analizar de nuevo el tono de voz, pero era tan neutro que no era capaz de sacar nada de él. Ni urgencia, ni miedo, ni apremio... Cuando se había tratado de una emergencia, había sido más que evidente para el demonio tan solo escuchando la voz del ángel. Pero esta vez, su voz no transmitía nada. Transmitía tan poco que Crowley se preguntó si de verdad era él. Si de verdad era el Aziraphale que conocía, el que había visto por última vez marcharse al cielo en compañía de Metatron, el que había intentado llevarle con él al lugar donde una vez le hirieron de la peor manera posible por intentar ser él mismo.

Claro que Aziraphale no tenía por qué entender eso. Él nunca se lo había contado.

Finalmente, decidió que si había una mínima posibilidad de que el ángel necesitara su ayuda, no podía negársela, aunque aquella parte de él que llevaba cuernos y rabo terminado en punta de flecha le dijera que le dejara apañárselas solo. Se aproximó a la librería tomando todas las precauciones posibles y esquivando un par de patrullas angelicales que andaban por la zona. Si conseguía llegar al establecimiento y entrar, las protecciones del lugar le mantendrían relativamente a salvo, ya que sabía que nadie a quien Aziraphale no hubiera dado su permiso expreso podía entrar en el lugar.

Aprovechó que los ángeles más cercanos se iban tras un macarra con chaqueta de cuero pensando que el demonio podía haberse cambiado de ropa y salió por la alcantarilla del callejón, tomando inmediatamente su forma humana. Diez pasos más, y cerraba la puerta de la librería.

A salvo.

O eso creía.

- Has caído como un conejo- se rió un enorme Dominación que le aferró súbitamente por detrás, inmovilizándole con un agarre nada suave en el cuello- Varios ángeles más salieron de entre las estanterías y de la trastienda- Traed los grilletes, éste ya no se escapa.

- Aziraphale...- murmuró el demonio- también me has traicionado?

El Jardín SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora