Parte 3: El paraíso en una botella

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Tanto la luz del sol como el cielo, los árboles y el canto de los pájaros estaba francamente bien conseguido. Crowley carraspeó para suavizarse la garganta después del berrido animal que acababa de soltar para terminar de convencer a los guardias y miró a su alrededor con curiosidad.

Recordaba mucho al jardín del Edén. La vegetación exuberante, los arroyuelos y las fuentes, las aves que le miraban sin miedo desde las ramas... si, definitivamente era como aquél lugar... solo que sin la pareja original y por supuesto, sin el famoso árbol. De hecho, manzanos no se veía ni uno...

El demonio caminó por la mullida hierba, sintiendo su tibieza en la planta de los pies. Respiró hondo y desplegó sus alas, maltratadas por las sujeciones que no habían tenido en cuenta las cicatrices y quemaduras que la Caída dejó en la piel de las mismas. Súbitamente se le ocurrió que desde el aire podría localizar más rápido a cualquiera que estuviese en el mismo lugar... bueno, a cualquiera no. Buscaba a Aziraphale.

Dicho y hecho. Con un poderoso batir de alas, despegó de manera casi vertical y empezó a coger altura, feliz de poder volar libre. Cinco metros, diez metros...aquel paraíso se extendía como un mapa esmeralda a sus pies... quince metros....quince metros... quince metros... "pero que? Sigo subiendo, pero el suelo no baja... que demonios pasa aquí?"

Mientras pensaba sobre el asunto, vio a alguien mirarle desde el centro de aquel lugar. Lo reconoció de inmediato. Era Aziraphale

Bajó en picado, deteniéndose a medio metro escaso del suelo y aterrizando ágilmente tras él. El ángel se dio la vuelta.

Dios, que serio y ocupado parecía.

- Aziraphale? Oh...Estas bien? Que te pasa? Oye, no sé por donde empezar, pero...

El ángel levantó una mano.

- Crowley, ahora no puede ser. Únicamente vengo a comprobar si estás bien...

Antes de que el demonio pudiera seguir hablando o reaccionara de algún otro modo, Aziraphale le puso la mano derecha en la frente, examinándole con un rápido aunque completo escáner angelical. Frunció el ceño.

- Les dije clarísimamente cual era el procedimiento a seguir. Y una vez más han hecho lo que les ha parecido bien- de su túnica blanca, el arcángel extrajo un delicado ungüentario. Acto seguido, derramó un aceite de maravilloso olor en sus manos y procedió a aplicarlo en las magulladas muñecas y en el cuello del demonio, pues las cadenas le habían dejado marcas.

Crowley se estremeció al sentir las manos de su amigo reconfortando su cuerpo.

- Aziraphale, necesito hablar contigo... yo...

- No puedo ahora. Quédate aquí y tan pronto como me sea posible, volveré a reunirme contigo. Por favor... quédate aquí –dijo sosteniendo la mirada amarilla del demonio con sus ojos claros como estanques de montaña. Su voz parecía de hielo- quédate aquí y disfruta de este sitio.

- Pero...-

- Las ciruelas están buenísimas, pruebalas! – le dijo, con un tono más afable ya, antes de desaparecer.

De nuevo, Crowley volvió a estar solo. En un miniparaíso, si, pero solo y sin respuestas. Frustrado, gritó al aire:

- CIRUELAS?? PERO ES QUE TENGO CARA DE ESTREÑIDO O QUEEEE????

Furioso, pegó una patada a una bonita seta con pintas que nacía a los pies de un hermoso roble. El hongo salió volando, dejando a su paso esporas que brillaban como motas doradas a la luz del sol. Gruñó.

- Me siento como Blancanieves en el bosque... y el único enano que había por aquí ACABA DE LARGARSE OTRA VEZ!!!- si seguía con ese cabreo iba a acabar cayéndole un rayo, y entre tanto árbol no era muy recomendable. De manera que respiró hondo y trató de calmarse.

A pesar de lo rápido y hermético de lo encuentro, le había parecido que Aziraphale trataba de decirle alguna cosa. Algo importante. ¿Cuáles habían sido sus palabras? "las ciruelas están buenísimas" no, eso no... "quédate aquí y disfruta de este lugar" Ahora que lo pensaba... había puesto un extraño énfasis en la palabra disfruta. Decidió que lo mejor que podía hacer era dar una vuelta y explorar el lugar. La puerta de entrada, que vista desde ese lado, era lisa y de un bonito tono crema, sería un estupendo punto de referencia. Se acercó a ella, y fue a posar una mano para empujar las mismas, cuando vio un detalle en el que no había reparado.

Una finísima línea dorada surcaba la madera. Solo se podía ver si te acercabas lo suficiente, pero ahora resultaba evidente que estaba allí. La siguió con el dedo, fijándose en su aparentemente aleatorio trazado. Crowley ladeó la cabeza. No, no tan aleatorio. Era un dibujo. En la puerta había dibujado con línea dorada un enorme libro, en cuya portada estaba representado un manantial.

Algo al fondo de la mente del demonio pareció despertar, aunque el recuerdo se le escurría como un pez entre los dedos. ¿Dónde había visto un libro así antes? Automáticamente miró a su alrededor, y su aguda vista de demonio distinguió muy al fondo del lugar un edificio. Pero no cualquier edificio.

Echó a caminar hacia la construcción, que había reconocido de inmediato. Era la librería de Aziraphale. Allí, en el cielo. "Cada vez es todo más raro... creo que me he confundido de cuento y esto es Alicia en el país de las fumadas...". No tardó demasiado en llegar al lugar, y en trasponer el umbral.

La librería era idéntica, punto por punto, a la que había dejado en la tierra arrastrado por los ángeles guerreros. Solo que por las ventanas no se veía el barrio del Soho, sino el tranquilo jardín donde había ido a parar. Sobre el escritorio de Aziraphale algo le llamó la atención. Un plato con frutas. Y una oronda y amoratada ciruela destacaba entre las demás, llamando con fuerza su atención.

El Jardín SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora