Parte 10: Fe

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A pesar de las ganas que tenía desde hacía siglos de hacer aquello y del empeño que estaba poniendo, El Metatrón se vio obligado a hacer un alto. Estaba sudando copiosamente, y sentía calambres en el hombro y en el brazo derecho por haber estado usando el látigo durante demasiado tiempo. Con fastidio, dejó el flagelo en el atril e hizo un pequeño milagro para invocar una toalla inmaculadamente blanca para secarse el sudor de la frente. Lanzó una mirada de desprecio al demonio que, semiagachado, no había proferido aún ni el menor sonido de queja bajo los golpes, aunque la mirada que le dedicó gritaba con mucho más odio de lo que jamás podría comunicar su voz. La arena del suelo estaba salpicada por las plumas negras de Crowley, arrancadas de sus alas por los golpes del látigo, y de minúsculas gotas de sangre que en la semipenumbra parecían rubíes.

El escriba le miró mientras se secaba con pequeños toques la cara. Desde luego, cabía esperar que el demonio estuviese acostumbrado a sufrir castigo. Después de todo, era lo que merecían por su imperdonable traición y para lo que se les había precipitado en el infierno, aunque este era especialista en salir del mismo... sin embargo no había maldad que no fuese alcanzada por la ira celestial ni voluntad demoníaca que él no fuese capaz de quebrar.

- Alabada sea la Omnipotente por permitir que ponga las cosas en su lugar. Y este es tu lugar, demonio- El Metatrón volvió a tomar el látigo tras su breve descanso, pero no lo usó. Sin embargo, una vasija tallada en piedra apareció a sus pies- ¿Acaso pensabas que tratar de arrastrar a uno de nuestros hermanos contigo no tendría consecuencias? Afortunadamente, hemos podido arrancar a Aziraphale de tus garras, pese a que ya las tenías clavadas en su cuello – El escriba introdujo el látigo en la vasija hasta la empuñadura y volvió a sacarlo. Goteaba agua cuando lo extrajo- Naturalmente, aún estoy trabajando sobre él para desintoxicarle de todo el veneno con el que has contaminado su mente y su alma, pero el camino de la luz...

- El veneno es el que destilan tus palabras, escriba –siseó Crowley- y te juro que como le hayas hecho el menor daño a Aziraphale...

El silbido del látigo revolvió las profundidades silenciosas de aquellos sagrados pasillos. Al contacto con la piel del demonio, el cuero humedecido con agua bendita humeaba y le levantaba ampollas. Crowley apretó los dientes y aguantó una nueva tanda de golpes, clavándose las uñas en las palmas de las manos y mordiéndose los labios hasta hacerlos sangrar. Su ropa empezaba a deshacerse, y las marcas de los azotes parecían refulgir como si su carne fuese de fuego. Sin embargo, de nuevo no dio la satisfacción al ángel de escuchar una sola queja. Cuando paró otra vez al cabo de largo tiempo, su cuerpo temblaba, pero sus ojos seguían desafiantes.

- No finjas amor, sabandija impura. Lo que sientes no es más que lujuria y envidia.

- No...no sabía que... tuvieras el don de la omnisciencia, escriba- el demonio se irguió como pudo y escupió en el suelo. El rojo de su sangre había convertido la arena blanca en un campo de amapolas- o espera... que no lo tienes. Entonces... COMO CO*O SABES LO QUE SIENTO YO? QUE SABRÁS TÚ DE LO QUE SIENTE EL?

Crowley aún tuvo la fuerza de erguirse y desplegar las alas, haciendo un titánico esfuerzo para escapar del confinamiento del círculo mágico. Sin embargo, el escriba hizo un gesto y un nuevo círculo apareció alrededor del otro, formado por fórmulas santificadas. El demonio se vio empujado sin piedad por la temible fuerza sacra de este nuevo encierro, y acabó de bruces en el suelo.

- Lo primero que aprenderás de mí será respeto. El que nunca has tenido, ni siquiera cuando eras el estúpido ángel preguntón que molestaba a todo el mundo con sus cuestiones sobre la creación de su Omnisciencia. Que por qué esto es así, que si por qué no lo hace mejor de esta manera... un ángel no pregunta, un ángel obedece. Y eso es lo que has intentado que Aziraphale hiciera como tú... preguntar antes que obedecer – otro gesto autoritario y Crowley se vio obligado a poner los brazos en cruz y las alas estiradas sobre la cabeza. El poder sagrado no le permitía ni siquiera levantar la cara del suelo- ¿Crees que aún puedes ser un ángel? Pues te ayudaré... - El Metatrón sonrió malvadamente- Para empezar, un ángel no tiene garras en las alas. Voy a arrancarte esas infectas cuchillas para que ningún otro ángel tenga que sufrir en sus carnes su despreciable contacto. Después seguiremos con los colmillos...¿Dónde se ha visto que un ángel sea venenoso? Y a continuación, quitaremos otras cosas que un ángel tampoco debe tener y que ostentas con tanta presunción con esos pantalones ajustados.

- Tengo uno mucho más venenoso que yo delante...-murmuró como pudo Crowley.

El Metatrón agarró el ala izquierda del demonio echándola bruscamente hacia atrás. Estuvo a punto de sacarle la articulación de su sitio por el brusco tirón, y el demonio se sacudió. A continuación agarró el espolón afilado del pulgar del ala y comenzó lentamente a tirar de él hacia atrás.

- Detesto hacer estas cosas... pero es justo y necesario.

El dolor aumentaba y cuando se hizo intolerable, Crowley abrió la boca para gritar de desesperación. Y en ese momento, el Libro de la Vida cayó hacia delante, levantando una nube de polvo tan espesa que durante unos instantes no se pudo ver absolutamente nada en la cámara.

- Ay, Dios... que... que lio se ha montado- una voz tímida y avergonzada se dejó oír desde detrás del atril- Quien iba a pensar que no estaría bien sujeto, después de todos estos siglos...

El Metatrón se irguió furioso y se encaró con Aziraphale, que trataba de sacudirse sin éxito el polvo del pelo y la túnica.

- ¿Qué estás haciendo aquí exactamente, desgraciada inutilidad?

- Yo... lo sie... este... he venido por si podía ayudar...

El Jardín SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora