Parte 6: Revelaciones

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- Fantástico... se me ha ido la mano, como viene siendo habitual...- murmuró frustrado el demonio al escuchar cómo se atrancaban las puertas desde fuera. Adiós a su plan de salir por allí.

Volando ya sabía que no iba a poder llegar a ninguna parte, como había comprobado. Y el jardín parecía acabar, igual que el jardín del Edén, en un muro que lo rodeaba por completo y que, aunque grande, seguía siendo un recinto cerrado.

- Igual que un maldito terrario... -gruñó molesto- estoy encerrado como una serpiente en el zoo. Pero si Aziraphale quería que averiguase lo de la Separación, cuál es el siguiente paso? Necesito hablar con él más que nunca... y por supuesto, nunca ha tenido un maldito teléfono móvil...Como se habla con un maldito ángel?? – el demonio abrió mucho los ojos- Oh, mi**da... no es posible... no puedo creer que tenga que hacer esto...

Respiró hondo. No había intentado rezar desde la vez que le pidió a Ella que perdonase a los humanos cuando Aziraphale y él buscaban al anticristo. Y por supuesto, no había obtenido ayuda y sí una tremenda jaqueca. Era lo que les ocurría a los demonios que trataban de rezar. No estaba seguro de que pasara lo mismo si se le rezaba a un ángel, pero seguramente el resultado no sería muy distinto. Pero tenía que comunicarse con Aziraphale como fuese, y más si estaba metido en un lío tan gordo como creía.

Así que intentó dejar a un lado (al menos temporalmente) su rabia y su frustración y tener fe en que sería escuchado. Y esa era la parte más difícil, pero le ayudaba pensar que el ángel nunca le había fallado hasta entonces.

Claro que jamás le había rezado. Se arrodilló apretando los dientes y cerró los ojos bajando la cabeza.

- Bendito Aziraphale, arcángel supremo, preferido de los santos, acudo a ti desde la más humilde...

La voz del ángel se dejó oír tan claramente como si estuviese sentado en su silla frente al escritorio.

- Oh, Crowley, por el amor de Dios, déjate de formulismos. ¿Por qué has tardado tanto en intentar esto?

- Ehhh??!! Pero como que por qué he tardado tanto? Si se me ha ocurrido de mila... de chiripa!

- Pues muy mal, era muy evidente que para comunicarte conmigo tenías que rezar. Y además nadie puede escuchar lo que decimos por este canal, hombre!

Crowley estuvo a punto de soltar una grosería, pero a riesgo de envenenarse, se mordió la lengua. Después de todo, la buena noticia era que por fin podía hablar con Aziraphale largo y tendido. Y no pensaba desaprovechar la oportunidad que había ansiado tanto.

- Está bien, ángel. Ahora me escuchas y no hay nadie más oyendo, así que vas a explicarme pero ya que significa todo esto – gruñó al aire.

- ¿Qué significa qué, querido? – la voz del ángel sonaba despistada- ¿Qué significa que pueda oírte cuando rezas? Pues está claro que...

- No, no, NO! No te me pierdas en disquisiciones absurdas –re puso con impaciencia- Quiero saber por qué te fuiste de ese modo, sin dar explicaciones y eligiendo por encima de mí a los que nunca te han apoyado... y por qué ordenaste que los ángeles guerreros me cazasen como si fuese una alimaña...- Al demonio no le importaba ya mantener esa pátina de superficialidad que había caracterizado todas sus conversaciones desde que se conocían. Había ido directamente al grano porque la situación había cambiado desde que se declaró en la librería, y ahora algo por dentro le gritaba que ya ese nivel no era suficiente, y quecon su beso había atravesado una puerta por la que no se podía retroceder.

Crowley escuchó un largo suspiro. Hubo un silencio y cuando volvió a hablar, la voz de Aziraphale sonaba cansada. Con el paso de los años Crowley había aprendido a reconocer la incomodidad del ángel en ese supuesto tono cansado, y por tanto sabía que era más evasivo que otra cosa.

- Es que me pareció que estarías más seguro aquí, bajo mi protección.

- Ehh?! Pero cómo voy a estar más seguro en el cielo? Has olvidado que soy un demonio? Y que además no quiero estar aquí? – Crowley no daba crédito a lo que estaba oyendo, y notaba como cada vez estaba más cabreado- Ya te dije una vez que no quería volver a este maldito lugar, y tú te las has apañado para subirme a la fuerza! Estoy entre mis enemigos, ángel, es que no lo ves?

- Y tú no ves que ahí fuera estás completamente solo? Es que no ves que mientras que yo... que si ellos piensan que estás fuera de control cualquiera puede ir a... encargarse de ti? Ángeles, sí, pero también demonios, e incluso sabes que algunos humanos bien preparados pueden ser un problema para los tuyos...un exorcista, por ejemplo... o incluso podrías haber... bueno, ese temperamento tuyo tan explosivo a veces me preocupa...- la voz del ángel temblaba ligeramente, debatiéndose entre la culpabilidad por haber actuado en contra de los deseos de su amigo y la convicción de que, aunque ahora no lo viese, lo había hecho todo por su bien.

- Me las he apañado perfectamente durante más 6000 años! No necesito tu protección!- resopló con rabia el demonio- Lo que quiero es que me expliques porqué primero me abandonas y luego me encierras en una celda acolchada!! Maldita sea, Aziraphale, pensé que era TU AMIGO, NO TU MALDITO JUGUETE!!!

Llegado a este punto, Crowley se dio cuenta que le costaba respirar, y que estaba gritando a pleno pulmón. Se había puesto de pie y, con los puños apretados, rugía furioso a aquel estúpido cielo azul.

Cuando volvió a hablar, la voz de Aziraphale sonaba dolida y triste.

- Puedes irte cuando quieras, Crowley, no eres un prisionero. Te indicaré como salir si eso es lo que deseas. Y por supuesto, siempre te he considerado mi amigo- hubo un silencio- La puerta de atrás de la librería te llevará fuera de este entorno seguro. Siento haberte molestado.

- No! – el demonio sacudió la cabeza- no, deja de hacer eso. Lo que quiero son respuestas, no disculpas. No me sirve que me digas "ah, si no quieres jugar a mi juego ya puedes irte y que te parta un rayo". No me hagas eso. No me des tú también la patada en el culo como la jefa.

Súbitamente el cielo se nubló, volviéndose gris de tormenta.

- Crowley, cuidado. Aquí eso está fuera de lugar – la voz de Aziraphale sonó seria y llena de autoridad- Hablaremos de ese asunto si quieres en mejor ocasión.

- Así que no vas a darme ni una sola respuesta, no es así? Que habitual en tu gente...Es cuestión de fe, por supuesto...haz todo lo que yo digo, que no me voy a molestar en explicarte las razones; después de todo, tú ya metiste la pata hasta el fondo... - el tono de Crowley destilaba veneno.

- La respuesta es que la existencia del mundo tal como lo conocemos, así como la tuya y la mía están amenazadas. Pensaba que ya lo habrías deducido. Por supuesto, no puedo ni quiero permitir que ocurra. Y por eso quería protegerte y pedirte ayuda.

Al escuchar a Aziraphale decir que quería protegerle, Crowley sintió como si el ángel hubiese echado un jarro de agua en la hoguera que ardía en su interior. No solo se trataba de las palabras que había empleado, sino de la forma en que lo había dicho. Su tono le había dado a entender que si al demonio llegara a pasarle algo, Aziraphale no podría soportarlo.

El Jardín SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora