24. Más vale que sea importante.

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De nuevo el bebé empezó a llorar por tercera vez en la misma noche. Estiré un poco el brazo para ver la hora en el despertador, las cinco de la mañana, ¿es que esta noche nunca se iba a terminar?

Le di un empujón a Max con el pie para que se despertase y él respondió con un suave ruido que no significaba nada.

-Max...

Él volvió a hacer el ruidito prueba de que me escuchaba.

-Max, ve tú a ver que quiere el niño.

-No, te toca a ti. Además seguro que quiere comer.

-Pues que chupe tu pezón un rato que son iguales.

-Claudia- dijo alarmado a la vez que él me daba un empujón con el pie a mí.

A regañadientes me levanté de la cama intentando hacer el mayor ruido posible. Lo de no poder dormir me estaba sentando muy mal, soy de las personas que se vuelven insoportables si no pueden descansar las ocho horitas normales.

-Jodido novio vago y jodida máquina de hacer popó...- fui maldiciendo en voz baja por el pasillo mientras me dirigía a la habitación de nuestro hijo, el que aún no tenía nombre.

Me acerqué a la cuna y pude ver como gritaba a pleno pulmón con la cara toda rojita. Lo cogí y me fui al salón con él. Me senté tranquilamente en el sofá, me levanté la camiseta y le empecé a dar de comer. El pequeño comenzó a relajarse y cuando terminó me lo eché al hombro y empecé a golpearle la espalda para que echase los gases.

Cargándole fui caminando hasta nuestra habitación y me tumbé en la cama con el bebé encima. No sabía qué estaba haciendo, estaba medio dormida. Cuando me volví a despertar nuestro hijo no estaba en mi pecho, sino a mi lado, y Max se encontraba grabándole.

-¿Pero qué...?- fue lo único que pude decir antes de que Max me enfocase con la cámara.

-Estoy grabando a nuestro hijo. Mira lo tranquilito que está ahora.

Los rayos del sol que entraban por la ventana me obligaron a frotarme los ojos para poder ver. Nuestro pequeño estaba tumbado boca arriba a mi lado, entre las sabanas y la almohada. Sus ojos azules estaban abiertos de par en par mirando a la nada mientras movía sus pequeñas extremidades y balbuceaba incoherencias.

-Pero que guapo estás- le dije mientras le hacía cosquillitas en la tripa. El pequeño sonrió como si me hubiese entendido perfectamente.

-Es igual que yo. Le encanta que le digan guapo- dijo Max a la vez que dejaba de grabar y se tumbaba al lado del pequeño al que había que ponerle nombre de una vez. Los dos empezaron a jugar como si fuesen niños pequeños.

-Max tenemos que ponerle un nombre al pobre, no podemos estar toda la vida llamándole bebé- le dije.

El chico volvió a sentarse en la cama y con las manos me acercó a él. Me posicionó en la forma en la que siempre nos solíamos poner, yo sentada delante apoyando mi espalda en su pecho.

-No te preocupes, encontraremos un nombre- me dijo a la vez que me apartaba mi pelo hacia un lado. De repente sentí como sus labios se posaban en la parte en donde se unía mi cuello y mi clavícula.

-Max...- le regañé aunque pareció más un gemido que una advertencia.

-Claudia- dijo mi nombre sensualmente mientras bajaba mi tirante y el camino de besos descendía por mi hombro.

-Max, el niño...

Ante aquellas palabras el chico se detuvo.

-Oye... ¿qué te parece si dejo al pequeño en su cuna mientras nosotros hacemos cosas de mayores?- Tras la pregunta Max empezó a mordisquearme el lóbulo de la oreja y a eso ya sí que no podía resistirme.

-Date prisa.

El chico se detuvo y corriendo cogió al pequeño para llevarlo a su cuarto. Mientras iban hacia allí me dediqué a escuchar lo que Max le decía.

-Ahora te voy a dejar en tu cuna y no quiero que llores, que mamá y papá van a jugar a cosas de mayores. Ya te hablaré de ello cuando tengas edad, te va a encantar...

No pude evitar reírme por sus palabras, menos mal que aún no le podía entender.

Mientras esperaba a Max decidí coger mi móvil de la mesita de noche y mirar los mensajes que había recibido.

-No te entretengas con eso que yo tengo otra cosita con la que te puedes entretener mucho más- me dijo desde la puerta.

-Que romántico que eres- le dije sarcásticamente.

-Si quieres que sea romántico solo tienes que decírmelo.

Max vino corriendo hacia mí. Dejé el móvil en la mesita de nuevo con el volumen subido por si acaso y me recosté en la cama. El chico gateó por la cama hasta posicionarse encima de mí y después dejó caer su cuerpo para que nuestros labios se fundieran en un salvaje beso.

Cuando nos quedamos sin respiración tuvimos que separarnos y Max se quedó observándome.

-Tu cuerpo me vuelve loco Claudia. Tú me vuelves loco- me dijo.

-Cállate y hazme el amor.

Volví a unir nuestros labios para seguir ese beso apasionado que tanto me atraía de él. Cada vez que sentía sus labios un remolino de mariposas se formaba en mi estómago.

Descendí mis manos por su abdomen, agarré su camiseta y se la quité dejando a la vista su magnífico torso que, aunque con todo lo del bebé no pudo ejercitarlo tanto como le hubiese gustado, seguía volviéndome loca.

Max se deshizo de mi camiseta con facilidad al igual que de mis pantalones. Entre beso y beso cambiamos de postura terminando los dos sentados en la cama y yo encima de él.

Max me estaba dando besitos en el cuello cuando mi móvil sonó avisando de que tenía un mensaje.

-No hagas caso- me dijo a la vez que deslizaba sus manos por mi espalda en dirección al cierre de mi sujetador.

Me dispuse a meter mis manos dentro de su pantalón para poder liberar al pequeño Max que ya estaba muy despierto, pero mi móvil sonó de nuevo, una y otra vez, y parecía que la persona no tenía la intención de parar.

A regañadientes me quité de encima de Max.

-Pero no, no lo hagas caso- se quejó.

-Espera, puede que sea importante.

-Más vale que lo sea, nos ha cortado todo el rollo- contestó enfadado.

Desbloqueé el móvil y averigüé que los mensajes eran de Hugo, el novio de Pam. El pobre estaba muy nervioso, Pam se encontraba de parto.

-Ya viene la niña- le dije Max- Pam está ya en el hospital, tenemos que irnos.

Vecinos con derechosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora