Max me agarró corriendo del brazo y me arrastró al interior de su casa. Cerró la puerta corriendo y se quedó apoyado mirando la pared.
-¿Cómo?- le pregunté cansada de que no dijese nada.
-No... no lo sé, no tengo ni idea- dijo-. ¿Seguro que te hiciste bien la prueba?
Se acercó a mí hasta un punto en el que se metido en mi espacio personal, aun así, no me eché hacia atrás.
-Max, es mear en un palo, no se puede hacer mal.
-¿Y cómo es que te la has hecho? ¿Es que lo tenías planeado?- me preguntó alzando la voz más de lo normal.
-Claro que no. Lo hice por una amiga- le respondí enfadada.
-¡Eso no tiene sentido!
-¡En mi mundo sí! ¡Y no me grites!
-¡No te estoy gritando!- el chico se llevó la mano a la cara tapándose los ojos-. Vale, sí. Lo siento. Esto no puede ser bueno para el niño.
Yo le fulminé con la mirada, no estaba lista para escuchar esas palabras. Él, al ver mi cara, se tiró al suelo medio llorando.
-¡Joder! No estoy listo para ser padre, no lo estoy- dijo mientras abrazaba sus piernas y se balanceaba como un niño pequeño.
No sabía que hacer ante estas situaciones. A demás, ¿por qué le tenia que consolar yo? Tenia el mismo problema, o peor, soy a la que le tocaba parir.
-Max. Por favor- le dije al borde del colapso.
El chico se levantó y sin pensarlo un momento me lancé a su pecho. Max me rodeó con sus brazos. En un momento los papeles se habían cambiado.
-¿Y ahora qué?- le pregunté con las lágrimas saliendo de mis ojos.
-Pues... Dios, no lo sé. Es que no... no puedo hacerme a la idea de... - Se pasó la mano por toda la cara como intentando despertar de esta pesadilla- No sé ni que le voy a decir a Nerea.
La culpabilidad inundó todo mi pecho.
-Yo... lo siento de verdad Max, se os veía tan bien juntos....
dejó de abrazarme para mirarme a los ojos.
-Esto no es tú culpa Claudia. No es culpa de nadie, ha pasado y ya está.
Se notaba que Max había afrontado esto antes que yo.
Ambos nos acercamos al sillón para sentarnos, no podría haber aguantado un minuto más de pie ni aunque quisiese.
Max volvió a enterrar su cara en sus manos como había hecho repetidas veces, al parecer es una manía que tiene cuando está nervioso y no sabe que hacer.
-El niño va a nacer sin padres- dije.
-No- saltó él-. No, porque nos va a tener a los dos, juntos- me agarró de la mano-. Y si nos tenemos que casar, nos casamos.
-Oh por favor, no quiero que estés conmigo solo por el bebé.
El chico resopló y miró hacia el suelo.
-Claudia, no es solo por el bebé- susurró apretando más mi mano, su piel se sentía cálida y sudorosa por los nervios.
-¿Qué?- le pregunté asombrada antes de que se lanzara a mis labios desesperadamente. Su peso sobre mí hizo que me balancease hacia atrás y aun así, el beso no se cortó. Nuestros labios siguieron moviéndose al compás y aunque intentara negarlo un millón de veces, lo necesitaba, ansiaba el roce de sus labios. Directamente, estaba loca por sus huesos.
Max posó su mano libre en mi mejilla y se separó de mis labios, aunque la distancia entre nosotros seguía siendo de escasos centímetros.
-¿Que me dices?- me preguntó casi rozando mis labios-. ¿Quieres ser mi novia y criar a nuestro bebé juntos?
-oh...- se oyó de repente desde el otro lado de la puerta.
Se me escapó una risita al pensar que eran Tina, Rose y Pam, que habían escuchado todo desde allí.
-Pero va a ser tan difícil, tú estás con Nerea, yo con Manuel...
Max me cortó con un pequeño beso.
-Me da igual- dijo-. Claudia te quiero. Y no quería ponerme cursi pero si tengo que ponerme, me pongo. Quiero que criemos a nuestro hijo juntos, el uno al lado del otro. Vamos a ser los mejores papás del mundo- con su pulgar me limpió la mejilla que sin darme cuenta estaba empapada en lágrimas-. Ya lo verás.
Me quedé embobada en sus ojos azules. Me mordí el labio inconscientemente y asentí. Max sonrió y me colocó un mechón del pelo detrás de la oreja.
-Vamos a ser una gran familia- le dije entrecortadamente con la voz ronca. Y de repente no pude aguantar más y me eché a llorar, pero no de tristeza, sino de felicidad... Max y yo íbamos a tener un hijo.
Max se levantó del sillón y me extendió la mano para que fuese con él. A paso de tortuga fuimos hacia la puerta y cuando la abrió, todas mis amigas cayeron de bruces al suelo.
-Eh... nosotras estábamos...- dijo Rose mientras todas se levantaban y se acomodaban la ropa y el pelo.
Cuando se dieron cuenta de que estaba en un mar de lágrimas todas se acercaron a abrazarme.
-Claudia...
-Cielo...
Todas empezaron a animarme y a felicitarme mientras yo no paraba de llorar y llorar.
Después de unos minutos todos apretujados delante de la puerta me dejaron mi espacio vital y poco a poco me fui secando los ojos con las mangas. Max vino a mi lado y me abrazó por detrás.
-¿Vais a... vais a tenerle?- Preguntó Tina con miedo a la respuesta.
Yo asentí con la cabeza.
-Vamos a ser una gran familia- dijo Max acercándome más a él.
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Vecinos con derechos
Literatura FemininaElla con su corazón roto y sus necesidades. Él dispuesto a satisfacerla. Pero todo esto se enreda cuando aparecen la enemiga del instituto fardando de su vida, el ex-novio con el rabo entre las piernas y una prueba de embarazo... -Oye, no te confund...