9. Tu ex-novio con hongos

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¿Max tenía razón sobre lo de no salir con un ex? Sí.

¿Le había hecho caso? Desgraciadamente no.

Y por ello ahora estaba de brazos cruzados escuchando todas las gilipolleces que decía Manuel con una sonrisa falsa en la cara.

-Fue desternillante, enserio- terminó de contar otra de sus anécdotas. Juraría que ya me la había contado unas 20 veces-. ¿Y tú? ¿Qué has hecho mientras no estábamos juntos?

Me erguí en la silla del restaurante en donde estábamos cenando. Por primera vez se gastó más de veinte euros en mí, antes solo me llevaba a sitios de comida rápida.

-Am... Bueno, no mucho- agarré el tenedor y empecé a darle vueltas para hacer que no importaba porque, claramente, no le podía decir que me estaba tirando a mi vecino-. Fui a una reunión de antiguos alumnos y por fin me enfrenté a mi enemiga. ¿Te acuerdas quién era?

Manuel intentó recordarla pero por su cara parecía que no lo conseguía, y eso que la había nombrado un montón de veces cuando estábamos juntos.

-Eh... ¿Esa chica de la tienda de lámparas?

Le fulminé con la mirada.

-No... María, la que se burlaba de mí en el instituto.

El asintió efusivamente recordando.

-Pues, ahora no me volverá a molestar más porque, si lo hace, le diré a su rico esposo que le ha puesto los cuernos.

-¿Y tú como sabes eso?

-Bueno, porque se tiró a un amigo mío.

-Hablando de amigos, a que no sabes lo que le ha pasado a Héctor.

-Y Héctor era...

-¿No te acuerdas de Héctor? Por favor Claudia, fue el que nos vendió las entradas para ir a ver el baloncesto una vez.

Tendrá cara el mamón.

-Tú no te acordabas de María- le recriminé.

-Pero no es lo mismo.

Sí, si es lo mismo idiota. Esto había sido una pésima idea.

-Sabes Manuel, quiero irme a casa.

-¿Te encuentras mal?

Me pones tú mala, gilipollas.

-Sí.

Nos levantamos de la mesa y, cuando ya estábamos por la puerta, oímos un grito proveniente del interior. Manuel me empujó y casi me estrello contra la puerta.

-¡Corre coño!- me gritó.

Y ahí caí en que el gilipollas no había pagado.

Ambos salimos escopetados del restaurante sin mirar atrás. No es que me sorprendiera lo que estábamos haciendo, no era la primera vez que lo hacíamos, pero ¿cómo no me he dado cuenta? Manuel no había cambiado nada.

Mientras Manuel me llevaba a casa en su coche, me di cuenta de que esta había sido la peor noche de mi vida, no podía ser más desastrosa.

Quise que Manuel se fuera nada más dejarme pero insistió en acompañarme hasta la puerta. Subimos en silencio las escaleras pasando por los distintos rellanos en completo silencio.

-De verdad no tenías por qué acompañarme- le dije.

-No era molestia.

Cuando llegamos a mi rellano me dirigí directa a la puerta, quería estar sin Manuel de una vez. Y llorar, no sé por qué. Seguramente porque a mi ex-novio, que lo va a seguir siendo, sigue tratándome como si fuese una mierda.

De repente la puerta de enfrente, la de Max, se abrió y salió de ella una chica súper joven y guapa de pelo moreno y sonrisa deslumbrante.

Me quedé congelada observándola y la ira hizo que frunciera el ceño. ¿Quién era esa?

Max salió detrás susurrándole algo, cuando alzó la cabeza y me vio.

-Claudia- dijo.

-Max- le contesté.

-¿Y tú eres?- preguntó refiriéndose a Manuel.

-Yo soy Manuel su... bueno, eso aún tenemos que pensarlo.

Rodeé los ojos. De ex-novio no iba a pasar.

-¿Quién es?-le dije sonriente intentando que sonara verdadero, aunque había sonado más falso que nada. Me acerqué a ella-. Yo soy Claudia, la vecina de enfrente de Max- le extendí la mano.

-Yo Nerea su... bueno tampoco sabemos lo que somos- ambos se rieron como dos tortolitos-. Dejémoslo en pre-novio.

Nerea le guiñó el ojo a Max.

-Novios si tú quieres- le contestó él.

-Qué manera tan poco romántica de pedírmelo- dijo Nerea de broma. Acto seguido empezaron a besarse. Me giré hacia Manuel ya que me sentía muy incómoda viendo como estos dos compartían saliva. Él alzó los hombros en señal de que no sabía qué hacer. Entonces tosí cortándoles el royo.

-Bueno... yo me voy con mi pareja- fui hacia atrás y agarré el brazo de Manuel.

-Esperar- dijo la novia efusiva de Max-. Ya que estamos los cuatro en pareja ¿Por qué no hacemos una cena de parejitas? Siempre he querido hacer una.

-Es una gran idea- respondió Max con cierta fuerza en su voz sin apartar la mirada de mí.

-Estupenda- respondí de la misma forma dando un paso hacia él.

-Mañana en mi casa. A las nueve- dijo siguiendo la pelea y dando otro paso haciendo que quedase muy poca distancia entre nosotros.

-¡Bien!- le conteste de nuevo.

-Que te lo pases bien con tu ex-novio con hongos- me susurró para que lo oyese únicamente yo. Le eché una mirada de odio.

-Bueno, pues nos vemos mañana- se despidió Nerea.

-Espera que te acompaño novia- dijo Max recalcando la última palabra.

Pero no le iba a dejar ganar, no. Antes de que se fuera le planté un beso en los morros a Manuel pillándoles desprevenidos a los dos. Abrí los ojos y miré a Max, él estaba con la cara desencajada ¿Pero que estábamos haciendo? Intentábamos darnos celos el uno al otro aunque ni siquiera hubiésemos sido novios en verdad.

Max se dio cuenta de que le miraba y salió corriendo tras Nerea.

Me separé de Manuel sintiéndome la persona más rastrera de este mundo, esto me había dejado incluso peor que Max. Ningún beso podía compararse al que nos dimos en la reunión de antiguos alumnos, y me di cuenta de que lo único que quería era volver a probar sus labios.

Me dirigí corriendo a la puerta sin decirle nada a Manuel, ahora sí que tenía ganas de llorar.

Por ser tan cabezota iba a perder al chico que me gustaba.

Mientras metía la llave en la cerradura, Manuel se acercó por detrás de mí y me agarró por la cintura.

-Podríamos terminar esto en tu cama...- me dijo sensualmente al oído, al parecer, olvidándose de los hongos que tenía en sus partes.

-Quiero... Quiero ir despacio- le dije empujándole.

-¿Cómo despacio? Pero si nos conocemos desde hace mucho. Llevamos tres años juntos.

Iba a responderle, a decirle que él me había dejado por una estúpida, que ya no podía confiar en él como antes, pero las palabras no salieron de mi garganta. Preferí abrir la puerta y meterme antes de que Manu pudiera decir algo más. El chico se fue en silencio y yo me eché a llorar al suelo. Por Dios, yo no quería a Manuel, yo quería a Max. Y ya era tarde, ahora estaba con Nerea.

Vecinos con derechosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora