14. Spiderman de visita

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Max me agarró de la mano que estaba apoyada en mi pierna la cual no paraba de mover. El cabezón me había convencido de venir a hacerme una ecografía para saber si el bebé, o más bien feto, estaba bien y sano.

-Claudia me estás poniendo nervioso a mí también, quédate quieta- me ordenó a la vez que hacía presión a mi pierna hacia abajo.

-Es que no sé porque coño me has traído aquí, no sirve para nada.

-Tendremos que saber si el bebé está bien, o si hay bebé, ni siquiera estamos seguros. Puede que el palito ese fallase.

Yo bufé y desvié mi mirada hacia otro lado. Incosnciebtemente le había puesto cara de asco. No se que me pasaba pero ultimamente tenía un humor de perros.

-Te lo consiento porque son las hormonas- me dijo con el dedo levantado como un padre.

-Yo no te voy a perdonar por traerme aquí.

-¿Pero que pasa con este sitio? Es una clínica normal.

Le fulminé con la mirada y con la cabeza le señalé a la pareja de nuestro lado. Eran un hombre y una mujer, esta última con un barrigón de por lo menos seis mese de embarazo, y aún se negaba a admitir que estaba embarazada.

-Son gases Pepe, gases. A las mujeres les pasa.

-Sonia eso hace tres meses podía colar pero ya no.

Le volví a mirar a Max y el rodó los ojos.

-Vale, puede que sean raros, ¿pero los de allí?

Con su cabeza señaló a los que estaban sentados al otro extremo de la fila que formaban las sillas. solté una ligera carcajada y esperé a que Max les observara. Yo ya les había estado observando y estaban peor que la pareja de los gases.

Un hombre de color intentaba calmar a la mujer mientras está no paraba de llorar y de decir que había sido infiel a su marido, que iba a ir al infierno y que nada más nacer el bebé se iba a dar cuenta y él la iba a dejar. El hombre estaba desesperado ya que la mujer no le hacia caso.

-Vale... No son el mejor ejemplo ni por asomo- admitió Max.

De repente unos chillidos de mujer empezaron a oírse desde el pasillo.

-¡No! ¡No quiero! ¡No estoy embarazada!- gritaba la mujer.

Le sonreí a Max demostrándole que en donde me había traído era a un manicomio y el chico resopló como respuesta. Me encantaba tener razón.

-Vale, tienes toda la razón.

-¡No, Hugo! ¡Por favor!

Esa voz me sonó muy familiar.

De repente un gran golpe hizo que la pared retumbase como su estuviese habiendo un terremoto, parecía que alguien estaba caminando sobre ella.

Yo, con lo lista y valiente que soy, me acerqué a ver si eran ellos y lo primero que me encontré al mirar por la puerta fueron unas piernas a la altura de mi cabeza trepando por los costados de la puerta.

-¡Joder!- grité echándome hacia atrás por el susto.

max se asustó y vino corriendo hacia mí.

-¡Claudia!- me abrazó por detrás mientras yo me meaba de risa- ¿Qué... Qué es eso?- me preguntó sorprendido observando a mi amiga Pam imitando a Spiderman.

-¡Hugo! ¡Por el amor de Dios bájame!- le gritó a su marido el cual la hizo caso y la soltó.

Ella todavía no se había dado cuenta de que estaba delante suya, estaba muy concentrada colocándose bien la ropa.

-Ahora que estás vertical se te puede reconocer mejor- le dije.

Pam levantó la mirada sorprendida y   al verme su boca se ensancho en una enorme sonrisa.

-¡Claudia!- ella vino corriendo a mí y dio un gran salto como si fuese un mono.

-¡Cuidado!- gritó Max asustado empujándome hacia atrás.

-Tranquilo ya Max

-Claudia- me llamó el novio de Pam.

-Hola Hugo-le saludé.

-¿Que estás haciendo aquí?- preguntó acercándose y dándome dos besos.

-¿Tú que crees?- le dije a la vez que me señalaba la tripa.

-Menuda sorpresa, Pam no me lo había dicho- Hugo se quedó mirando a Max-. Hola- le extendió su mano- ¿No te conozco verdad?

-No- negó Max seguido de extender también su mano para estrechársela- Soy el nuevo novio y padre de la criatura.

-Oye ¿A que hora es vuestra cita?- les interrumpió Pam para preguntarme.

-Pues se supone que ya.

En ese preciso momento una chica salió de detrás de la puerta llamándome.

-Nos toca- dijo Max empujándome hacia allí, se notaba que estaba ansioso por saber que era lo que estaba ocurriendo dentro de mi útero.

-Os veo luego- les dije a Pam y Hugo.

Entramos a la sala en donde una amable mujer nos sonrió desde la silla, se encontraba limpiando la máquina o lo que fuese eso.

-Muy buenas- nos saludó-. Túmbese aquí- me dijo a mí.

La hice caso y fui a tumbarme en el sillón. Cuando lo hice la mujer me levantó la camiseta y antes de echarme el potingue me advirtió de que estaba bastante frío.

-¡Por el amor de...! Está congelado.

-Ya está, eso será lo único que sienta- me dijo-. ¿Preparados?

Max me agarró de la mano, podía sentir como le temblaba. Le sonreí para que se relajasé mientras la doctora colocaba el mando encima de mi tripa. Puse atención a la pantalla en donde una imagen en blanco y negro se movia.

-¿Es ese puntito?-preguntó Max con la voz quebrada.

-Sí, aun es muy pequeñito- le contestó la doctora-. Enhorabuena ¿De cuanto está?

-No lo sabemos- le contesté-. Si más o menos nos pudiese decir...

La doctora se quedó pensativa mirando a la tele.

-Pues de poquísimo, entre una y tres semanas.

de repente escuché unos sollozos en mi oreja, Max estaba llorando de felicidad.

-Mi vida...- le quise abrazar pero no quería moverme mucho por el potingue que tenía en mi tripa. El chico se acercó hasta mi y apoyó la cara entre mi cuello y el pecho-. Ya está, está todo bien- le consolaba a la vez que le acariciaba la cabeza como un bebé.

-Tome- la doctora le tendió un pañuelo a Max-. Normalmente se lo suelo dar a las mujeres.

-Perdone, pero yo soy muy macho- replicó Max cogiendo el papel y sonándose los mocos.


Vecinos con derechosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora