22. Lo esperado se adelantó.

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-¿Pero por qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?- empezó a decir Max todo nervioso lo primero que se le venía a la cabeza. Si seguía así se iba a quedar sin respiración.

-¡Aquí y ahora!- le grité para que se callase- Max, me tienes que llevar al hospital.

Un dolor empezó a aparecer en mi vientre. Me agarré fuerte de la tripa.

-Dios mío, viene ya. Y nosotros sin nada para él. ¡Esto nos pasa por hacer todo a última hora!

El dolor se hizo más fuerte.

-¡Max si no quieres que para en medio de tú pasillo, llévame al hospital!

El chico rápidamente se levantó, ya que estaba tirado en el suelo con un ataque de nervios, y, como desorientado, fue a por las llaves del coche. Primero a la cocina y después a la entrada pero por su enfado averigüé que no las encontraba.

-¿Pero dónde cojones están?- dijo enfadado.

En ese momento me dieron ganas de matarle, acababa de verlas delante de la mesilla del salón. Con mi vista le guie hasta las llaves y él rápidamente las cogió. No sabía si estaba sintiendo mi mirada, pero en mi imaginación le estaba matando lenta y dolorosamente.

-De acuerdo, listo. ¿Estás bien?- me preguntó agarrándome del brazo.

-Sí estoy bi... ¡Su puta madre!- un dolor bastante horrible se enganchó en mi vientre provocando que me doblase.

-¡Tranquila! Tranquila, son las contracciones.

-¿No jodas? No lo sabía- le contesté borde.

-Respira, venga, ¿recuerdas? Inspira- dijo haciendo la acción- Y expira por la boca- y soltó todo el aire.

-¡Jodidas clases de mierda!

-Venga Claudia, esto te va a ayudar.

Asentí con la cabeza y me puse a respirar como Max me indicaba. Poco a poco el dolor se fue haciendo menos insufrible.

-¿Ya? ¿Estás mejor?- me preguntó agachándose y mirándome a la cara ya que yo aún seguía encorvada. Me daba miedo levantarme o moverme por si el dolor volvía. Asentí con la cabeza- Pues venga, hay que ir al hospital.

-Sí.

Corriendo nos apresuramos fuera de casa hacia el coche. Max me ayudó a entrar y a sentarme en el asiento del copiloto. Mientras él entraba y encendía el coche el dolor volvió a mí.

-¡Max corre!

El chico asintió y puso rumbo por el camino más corto hacia el hospital con la mala suerte de que había un atasco. Después de media hora allí parados creí que me moría.

-¡Por el amor de Dios! ¡Mete la mano y sácamelo de una puñetera vez! ¡Esta mierda me va a matar!

El dolor cada vez era más fuerte y yo no podía parar de llorar o de gritar. Ya me estaba haciendo incluso a la idea de que iba a dar a luz en el coche.

Lo más gracioso fue cuando llegamos al hospital, el doctor nos dijo que me llevaran a una habitación porque todavía no había dilatado lo suficiente. No supe si llorar o reír, lo único que sabía es que si ese doctor se acercaba a mí, le arrancaría la cabeza.

Apreté fuertemente la mano de Max mientras con la otra agarraba la almohada. Los dolores ya eran insoportables del todo, lo sabía, iba a morir ahí.

-Max...- le llamé llorando.

-Aguanta cariño. Ya te queda poco, las contracciones son cada muy poco.

-Max... mátame, te lo ruego. ¡Coge un cuchillo y clávamelo!- le grité cuando el dolor de otra contracción llegó a mí.

Más tarde vinieron a por mí y me llevaron a la sala de parto en donde grité como si estuviese endemoniada mientras nuestro bebé salía de mí. Lo único que me mantenía con ganas era la mano de Max fuertemente agarrada a la mía y la que nunca llegó a soltarme, ni siquiera cuando el llanto del bebé inundó la sala.

-Muy bien hecho mi amor.

Fue lo último que oí antes de caer rendida en un profundo sueño por el cansancio.


Vecinos con derechosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora