23. ¡Te dije a la de tres!

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Abrí los ojos lentamente y lo primero que me encontré fue un gran techo blanco. Después aparecieron un montón de cabezas en mi campo de visión.

-Está despertando- escuché decir a la hermana de Max.

Me quedé un rato observándoles y ellos a mí, ninguno decía nada.

-¿Me he muerto o algo por el estilo?- les pregunté. Todos se rieron y se apartaron para dejarme sentarme. En la habitación se encontraba todo el mundo, mis amigas y sus novios, mis padres, los padres de Max, su hermana... y estaban muy sonrientes, que suerte, yo estaba que me moría de sueño- ¿Dónde está?

-Le está cogiendo Max- me contestó Pam señalando hacia el sofá con una mano y con la otra agarrándose la barriga.

Me giré hacia el sofá y mi mirada se encontró con la de Max. El chico se levantó y se acercó hasta la cama. Bajo sus ojos también eran muy notorias las ojeras por el cansancio, seguro que no había podido dormido en toda la noche.

-Toma. Ahora está dormidito- me dijo mientras me pasaba a la bolita enrollada en una gran manta rosa.

-Dormidito... ¿Es un...?

-Sí, es un niño- me contestó con una gran sonrisa, pocas veces le había visto sonreír así.

Le aparté un poco la manta de la carita y pude ver a un pequeño bebe de piel rosada y mejillas regordetas. Me fijé en como su pecho subía y bajaba tranquilamente, parecía un ángel diminuto.

-Una foto los tres, venga- dijo Tina mientras cogía la cámara que había en el sillón y se alejaba para hacernos una foto a los tres. Después revisaría esa cámara, algo me decía que ahí adentro había una foto de yo durmiendo.

-Debemos estar fatal, pero bueno- le dije a Max.

Max se sentó a mi lado y me rodeó con sus brazos.

-Tú siempre estás guapa- me susurró al oído seguido de un besito tierno en la mejilla. En ese momento Tina nos sacó la foto.

-¡Qué monos habéis salido!

De repente el bebé empezó a moverse y sacó uno de los brazos fuera de la manta.

-Se está despertando.

Max le agarró la manita y el pequeño le enganchó el dedo índice. Empezó a quejarse un poco pero después se quedó callado y abrió los ojos, unos ojos azul eléctrico imponentes.

-Los tiene azules- dije hacia todos.

-Max ya te puedes relajar, es tuyo, tiene tus ojos- dijo un hombre que se encontraba en el fondo apoyado contra la pared, creo que era uno de sus primos. Todo el mundo se rio por su comentario.

-Cállate, hazme el favor.

*******

Después de un par de semanas en las que el bebé tuvo que estar en una incubadora, hoy le dieron el alta y pudimos llevarle a casa por primera vez. De momento íbamos a vivir en el piso de Max hasta que encontrásemos una casa o un piso más grande.

-Te tengo una sorpresa- me dijo Max mientras subíamos las escaleras. Rápidamente abrió la puerta de su piso y me hizo pasar dentro, en el salón me tapó los ojos y me guio hasta no sé dónde. A los ocho pasos sentí como él apartaba una puerta que había en nuestro camino.

-De acuerdo, abre los ojos a la de tres.

Max me apartó las manos de la cara mientras contaba pero no pude aguantarme y los abrí al uno.

-¡Oh Dios mío!

-¡Te dije a la de tres!- me regañó pero eso daba igual.

Toda la habitación estaba perfectamente decorada para un bebé, con las paredes pintadas de azul, el armario y las cortinas verdes, un gran peluche de Dumbo en el suelo y la cuna en medio.

Me acerqué hacia la cuna con nuestro bebé en brazos, era preciosa de color blanco. Había puesta una mantita verde con un oso de peluche bordado y algunos juguetitos rellenando las esquinas.

-¿Pero cómo? Si has estado siempre conmigo en el hospital.

-Se lo dije a mi primo y él decidió hacérnoslo de regalo.

En ese momento creí echarme a llorar, fue toda una sorpresa.

-No llores mi amor- dijo Max acercándose para abrazarme.

-No estoy llorando- me sequé los ojos con la manga de la camisa- Voy a dejar a... bueno, voy a dejar que duerma en la cuna.

Me separé un poco de Max y dejé a nuestro bebé en la nueva cuna tapado por la mantita rosa que nos dieron en el hospital. Se encontraba durmiendo plácidamente.

-¿Cómo le vamos a llamar?- le pregunté a Max cuando volvió a abrazarme por la espalda. Me encantaba estar en esta postura y él lo sabía.

-No lo sé. ¿Qué tal Rosendo?

-Ni de coña voy a llamar a mi hijo así.

Max se rio.

-Era broma.

Ambos nos quedamos callados observándole. Si nos quedábamos en completo silencio podíamos escuchar su respiración.

-Tenías razón Max.

-¿En qué?

-Es igual de guapo que tú.

Vecinos con derechosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora