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—¿Por qué haces esto? —pregunta, con lágrimas en los ojos. Aether es dulce; siempre firme ante sus decisiones e irradiando bondad. O eso fue hace 500 años, antes de la destrucción de la nación proclamada el orgullo de la humanidad.
Ahora sigue siendo firme, pero estricto y hay un brillo en sus ojos que irradia la más pura de las tristezas. Parece ser un cadáver andante dispuesto a buscar su venganza.
Aún así, hay algo en él que todavía hace que confíe. Ni siquiera sabe que es pero sabe que está ahí, intangible y más una alucinación que nada. Lihua, atrapada entre la magia del abismo y una pared fría y áspera, se pregunta cómo los hechos cambiaron tan rápido.
Aether le mira, antes de desviar la mirada hacia su cuerpo. Un cuerpo en forma, amoldado a los años y cambiando gracias a los arcontes. Lihua es un experimento en carne viva capaz de respirar y sentir, eso no impide que Aether le vea con cierto desdén.
Se acerca, respirando sobre su oreja mientras envuelve sus brazos alrededor de su cintura. La abraza con extremidades débiles antes de aplicar toda su fuerza, un agarre mortal sobre su cuerpo que sabe que dejara marcas.
Suspira mientras sus manos bajan sobre sus caderas, Lihua se mueve descontroladamente mientras su mente palpita en una corazonada.
—¡No, no, Aether déjame! —grita, mientras intenta patear sin ninguna tasa de éxito. Puede sentir como su respiración se acelera y como sus ojos se humedecen.
Aprieta sus manos sobre su mandíbula, un agarre que pretende callarla pero solo le hace aullar de dolor. Aether le escupe en su boca abierta mientras la despoja de su ropa.
No, esto no puede ser, el Aether que conoce es amable, dulce, es como un sol. Pero a Lihua le cuesta creer que esto sea Aether en primer lugar, el recuerdo de la persona que amo durante más de 500 años se desvanece mientras Aether acaricia sus pliegues.
Hay indicios de humedad, Lihua quiere cerrar las piernas y maldecir a Celestia. Pero hay algo sobre el hecho de que ha Sido degradada a solo un juguete nuevo para follar que es excitante. Los no que salen de su boca cada vez más fuerte debes de mostrar su negación, pero aún así, los dedos de Aether pellizcan su clítoris y se corre entre lágrimas.
Aunque Aether no se detiene, solo sigue moviendo sus dedos y jugando con la protuberancia resbaladiza, deseoso de arrancarle más orgasmos hasta que en lo único en lo que Lihua pueda pensar es en complacer a Aether y Aether solo.
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