Capítulo 8: Amelia visita a los granjeros.

14 4 1
                                    

Ambas salimos, con la diferencia de que Claire regresó a su habitación y yo a la mía.

Fue un día agitado, pasaron tantas cosas que sólo quiero volver a dormir.

Al entrar en mi habitación había un hombre esperándome de rodillas, estaba vestido adecuadamente sólo que su camiseta tenía algunos botones   sueltos. Recién entré y sentí su fuerte y embriagador perfume.

—Su Majestad, se me ha escogido para complacerla.

—Disculpa, no estoy de humor y también dile a los otros que no los veré en un tiempo, ya estoy embarazada.

El chico abrió los ojos sorprendidos, pero luego sonrió.

—Entiendo, son grandes noticias, me iré si así lo desea... Sólo que la veo preocupada ¿No quiere que le dé un masaje?

—No gracias, sólo dormiré.

—De acuerdo, espero que descanse bien.

—Igual.

El chico se fue y una sirvienta me ayudó a cambiarme el vestido por un pijama de seda. Con muchas ganas me tiré a la cama y dormí al poco tiempo.

Hasta que, en la noche, me desperté porque sentí un brazo alrededor de mi cintura y del susto me desperté y grité.

Los guardias entraron con linternas y que iluminaban el rostro de Claire.

Ella todavía estaba somnolienta sobre mi cama, se estiró y bostezó.

—Claire, ¿cómo entraste?

—Discúlpame, no podía dormir, creo que me acostumbré más a esta cama, así que entré. Soy tu esposa entonces técnicamente esta también es mi habitación... Los guardias me dejaron entrar.

—Entiendo. —Suspiré y giré hacia los guardias—. Está bien, pueden seguir con su deber, gracias.

Ellos se inclinaron y salieron.

Regresé a la cama y miré la cara de Claire, sonreí un poco y acaricié su cabello.

—Me acosté en la esquina para no molestarte, aun así, parece que te desperté. —Me dijo.

—Debiste haberte movido, me estabas abrazando.

—¿Así fue? Lo lamento. —Se disculpó sorprendida.

—Está bien, eres tú, durmamos.

Cerré los ojos y casi vuelvo a dormir, pero Claire volvió a hablar, esta vez susurrando.

—¿Te has dormido?

Abrí los ojos.

—No.

—¿Puedes abrazarme?

—¿A qué se debe?

La abracé tal y como pidió.

—Bueno, mi ex prometido me engañó y no hay nadie con quién pueda desahogarme porque es un secreto. —Dijo con decepción—. Así que quizás con un abrazo de alguien que me entiende podré dormir tranquila.

La abracé y empecé a acariciar su cabello.

—¿Hablas de tu gran amor en frente a tu esposa? —Dije con ironía.

—...Ya no quiero quererlo, además aparte de esposa, eres bueno.... Mi amiga.

—Él era una basura total, no merece tu tristeza.

—Qué bien que no llegué a casarme con él. Al menos tú eres sincera.

—¿Crees en mí?

—Creo que no me traicionarías.

Esposa de la emperatrizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora