La tercera rueda.

244 22 4
                                    

Conforme cierras los ojos tu mente divaga al momento en que todo inició, al menos dentro de ese mundo tan adecuado y maravilloso.

Recuerdas las sonrisas nerviosas y ese roce de manos en tu primera cita con él, quien ahora es tu esposo.

El mismo que en ese momento duerme a tu lado.

¿Acaso no podría ser más perfecto?

Es atento y amable, es cariñoso y jocoso, es tierno y rudo. Es todo lo que siempre quisiste en las medidas exactas. Un sueño hecho realidad.

Abres tus ojos por un momento para verlo; dormido a junto a ti, de frente a ti, su cabellera oscura y su rostro sereno reconfortan tu alma. A lo mejor ahora sí eres la heroína de esta historia.

Con una sonrisa victoriosa vuelves a la quietud del sueño, ya todo había terminado.

.

.

.

—Lo siento cariño, no creo poder llegar a tiempo a casa, debo terminar de calificar unos exámenes y Tsuchigomori me pidió de nuevo cubrirlo en sus guardias, ya sabes como es el anciano. —Lo escuchas decir, tratando de ahogar sonidos guturales bajo la máscara de la normalidad—. Debo colgar, luego hablamos.

Y sin más, el sonido de la línea retumba contra tus tímpanos.

¿Acaso no recordaba la fecha de su aniversario de bodas?

Te sientas por un momento en la sala que tanto él como tú escogieron cuando por primera vez se fueron a vivir juntos. La tela de los sillones empieza a roerse y el respaldo de algunos asientos ahora rechina cuando te recuestas sobre ellos.

Miras la alianza de oro blanco en tu dedo anular, y por un momento te reconforta; pero al siguiente, la voz que siempre augura tu final empieza a susurrar dentro de tu mente.

"Tú y yo sabemos que no está en la escuela."

"¿Por qué no vas allá? ¿Te da miedo descubrir lo que ya sabes?"

"Era cuestión de tiempo que pasara."

"Tú eres aquí la tercera rueda."

Una lágrima baja por tu mejilla.

No... Simplemente no podía volver a pasar. No sabes cuantas historias más te quedan y peor aún, no sabes qué pasará cuando no haya más. Así que perder esta guerra no anunciada no es una opción.

Tratarás de actuar con total normalidad, te convertirás en el ideal de esposa perfecta, lo enamorarás de nuevo. No permitirás que nuevamente te lo quiten. Porqué el título de señora Yugi te pertenece a ti y no a esa mujer cuyo nombre temes hasta pensar.

.

.

.

Miras el plato de donas que habías horneado esa tarde. Donas caseras que hiciste siguiendo la receta de tu suegra. Las mismas que desde pequeño habían enamorado las papilas gustativas de Amane.

Observas a tu alrededor, estás satisfecha porqué te dio tiempo suficiente para arreglar y decorar su hogar, para crear una atmósfera propicia. Algo que le recordara a esa primera cita que tuvieron en el planetario.

"¿En verdad lo seguirás intentando?"

"Sólo estás postergando lo inevitable."

Ignoras a esa molesta voz, pues si la comida y sus objetos favoritos no bastan, entonces recurrirías a tu ultimo recurso; el sexo.

Menesteres de un maestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora