Capítulo 8

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Jimin se despertó entre un amasijo de extremidades que no eran suyas. Abrió los ojos, esperando ser deslumbrada que no existía a esa profundidad bajo la tierra, y tardó unos instantes en ver en la semi oscuridad. Oh no. Minjeong. Minjeong por todas partes, su olor impregnado en su ropa, su respiración acompasada en su mejilla, sus brazos rodeando su vientre, y... todo lo demás. Era tan consciente del resto de partes de su cuerpo que casi dolía. La piel desnuda de su baja espalda bajo sus dedos, sus pechos apretados contra su costado, su pierna presionando su centro. Mierda. ¿Cuándo demonios había pasado aquello? Sólo recordaba haberse enfadado y... oh. Mierda, mierda mierda. La pesadilla, el pasado echándose sobre sus sueños como lobos famélicos, con las fauces abiertas dispuestas a morder. Y Minjeong había llegado, disipando las tinieblas con su voz, y simplemente no había podido - ¡no había querido! - soltarla. Y ella se había quedado. Sorprendentemente se había quedado. Y los fantasmas, simplemente, habían desaparecido.

                         

Pero había algo que no desaparecería tan fácilmente, y era el calor acumulado tras una noche de sus cuerpos pegados. Tenía ganas de subir la cremallera del saco hasta arriba, desnudarla y besarla por todas partes, dejar sin barreras su propio cuerpo y su alma para que ella pudiera destruirlas todas y tomarla como rendida. Pero eso no era una buena idea. Era una idea pésima, a decir verdad.

                         

Se removió un poco, logrando el efecto contrario al deseado, teniendo que contenerse para no suspirar. Subió su mano para alejarla de zona de peligro, y trató de separar su cara de la ella, consiguiendo sólo que Minjeong gruñera en sueños y se escondiera en su cuello.

                         

-Minjeong... - se obligó a decir, carraspeando.

                         

Minjeong se despertó desorientada, preguntándose por qué demonios había dormido tan bien en el suelo de una cueva, pero entonces lo entendió. No había dormido en el suelo. La mayor parte de su cuerpo se encontraba sobre el de Jimin, a Jimin que olía a limpio pero olía a humo y a tierra, que olía a ella.

                         

-Lo siento - dijo como acto reflejo, levantándose instantáneamente.

                         

-No te preocupes - musitó Jimin con voz ronca.

                         

Ninguna se atrevía a mirarse en los ojos de la otra. Minjeong no concebía que la mujer fría y distante fuera la misma persona que la niña asustada que había visto la noche anterior, y Jimin odiaba a su subconsciente por mostrar su parte más vulnerable.

                         

Partieron en seguida, con sus bultos a la espalda, y ninguna habló del incidente nocturno, ni siquiera Giselle, experta en soltar cosas que no debía. Al contrario de la ligera charla del día anterior, todas permanecieron en silencio, inmiscuidas en sus propias mentes, dándose cuenta que todo comenzaba a tomar dimensiones reales. Gea era una titánide. ¿Cómo diablos iban a vencerla?

                         

Hacia media tarde llegaron al límite turístico, la última frontera explorada, donde los equipos de investigación nunca habían llegado. Sortearon la fina cadena con facilidad, pero cada vez la oscuridad era más densa, casi la notaban golpearles los rostros. Sin embargo, Jimin se sentía bien. Ella era hija de las cuevas, de las profundidades, hija del hierro. No quería ni imaginarse cómo lo estaría pasando Ningning tanto tiempo lejos de la luz del sol. No obstante, quería salir de allí lo más rápido posible. Su pesadilla había aumentado aún más sus ganas de olvidarse de todo aquello, de volver a su México y encerrarse en su casa. Sola. Como debía ser.

The great 12 - Winrina/JiminjeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora