Capítulo 13

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Una jornada más tarde, a paso ligero, corriendo en ocasiones, comenzaron a ver luz al final de la cueva. Gea había abierto la tierra para ellas, y el muro infranqueable ya no existía. Minjeong observaba a Jimin en su camino, que a la vez de haberse quitado un peso de encima parecía haberse ensombrecido. Minjeong no la culpaba de lo que había hecho en su infancia; sólo había sido una niña pequeña y maltratada que se había creído capaz de traer a su madre de vuelta.

                             

Jimin la miraba de vez en cuando, intentando encontrar en su rostro algún atisbo de miedo, de rechazo, pero estos no aparecían. No la hubiera culpado si hubiera querido continuar su viaje lo más lejos posible de ella, lo hubiera respetado, e incluso lo hubiera entendido. El suyo era un don maldito, un don que jamás volvería a poner en práctica, un don que podría alejar a Minjeong de ella.

                             

Para su sorpresa, encontraron a Giselle y a Ningning acampadas a la salida de la cueva, que salieron corriendo, Giselle cojeando, a abrazarlas cuando las divisaron. Minjeong y Jimin ya las hacían en Creta o Atenas, pero se habían quedado allí. No tenían forma de avisar a los demás, y hacerlo sería para nada si las otras dos morían enfrentando a Gea, sobre cuya muerte les preguntaron en seguida. A Jimin le hubiera gustado enmarcar la expresión de Giselle cuando se lo contaron todo, su boca entreabierta, sus ojos como platos.

                             

-Tenemos que avisar a todos antes de que se carguen a los titanes - resumió Minjeong.

                             

Giselle negó con la cabeza. Eso era inviable. ¿Cómo demonios iban a llegar a los confines del mundo a los que habían ido los demás dioses?

                             

-No, tenemos que ir al Olimpo. Avisar a Hermes. Él es el único que puede contactar con todos tan rápido.

                             

Jimin sonrió. La había echado de menos. En seguida se pusieron en marcha hasta el aeropuerto más cercano, tenían que llegar a Grecia lo antes posible. Jimin miró a Giselle y Ningning, caminando hombro con hombro. Había pasado en esos dos días y medio. Ya no parecían dos amantes locas de amor, aunque no había otra cosa en sus ojos cuando se miraban. Ahora parecían un equipo. ¿Parecerían un equipo Minjeong y ella? Había comenzado a sentir su presencia física, a saber dónde estaba en cada momento sin mirarla. Por su parte, Minjeong trataba de no perder nunca el contacto con ella. Sus hombros pegados, un brazo por la cintura, su mano entrelazándose con la suya. Jimin iba a la deriva muchas veces, y ella tenía que ser su ancla. Jimin agradecía especialmente esos gestos, necesitando constantemente la reafirmación de que estaba ahí con ella.

                             

Ya sentadas en el avión, el primero que salía a Atenas en el que pudieron conseguir plaza, agarró su mano y la llevó a su regazo. Sabía que Jimin era hija de la tierra y separarse de ella le crispaba los nervios, pero su tensión pareció relajarse con el contacto. La rubia se llevó el dorso de la mano de la otra a sus labios para besarla y le sonrió. Minjeong le devolvió la sonrisa con el corazón derretido, pero también con una incertidumbre que comenzaba a ennegrecerlo. Aún teniendo en cuenta las pocas posibilidades que tenían de salir de aquello, si lo hacían, ¿qué iba a pasar con ellas dos?

                             

¿Volverían cada una por su lado, ella a París y Jimin a México? Y si no, ¿empezarían una relación? ¿Estaba Jimin preparada emocionalmente para una relación? ¿Lo estaba ella? El interior de Jimin estaba totalmente destruido, y eso era algo que sólo ella misma podía reconstruir. Aquello, ese pequeño lapsus de intensidad y pasión en el que estaban viviendo, sólo se lo estaban permitiendo por las circunstancias externas, porque si no lo hacían ahora, podrían no hacerlo más. Podrían morir.

The great 12 - Winrina/JiminjeongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora