Peon.
Flores y cultivos siempre se encontraron a mi alcance desde que era apenas una niña. Amaba ayudar a mamá a sembrar todo tipo de plantas en nuestro jardín. Siempre que la ayudaba, quedaba maravillada al ver tantos árboles frutales y hermosas plantas. Sin duda, mis favoritas siempre fueron las rosas rojas; su color rojo vino y su olor tan peculiar me dejaban maravillada, y a las demás personas en Rollerton también.
Las rosas rojas aparecían en el escudo de Rollerthon, el cual siempre me pareció tan imponente y abstracto, pues este estaba compuesto por un león devorando una gacela. Pero no solo era el imponente león y la gacela; también aparecían las rosas. Mientras el gran felino mordía a la pobre gacela, la sangre de la misma corría desde los dientes del felino hasta caer encima de un rosal blanco, tiñéndolo en el proceso. De ahí viene la popularidad de esta hermosa planta. Cabe recalcar que mi adoración por las rosas rojas no venía precisamente del escudo de Rollerthon, sino de su extraordinaria belleza. Mi madre, al igual que yo, amaba las rosas; no importaba de qué color fueran, toda nuestra residencia estaba llena de hermosas rosas de diferentes colores.
-¿Tú crees que las personas como el señor Asher nacen así de malas? -preguntó Caiya mientras tomaba una galleta de la mesa.
Mis amigas y yo nos encontrábamos desayunando tranquilamente mientras hablábamos sobre mi vecino, un noble viejo y adinerado acusado de traición contra el reino en la fiesta estelar de la semana. Él era un anciano que tenía demasiada maldad en su cuerpo y un odio muy grande por las personas, incluso antes de ser encerrado.
-Sí -contesté-. Por más cosas malas que le estuvieran pasando al señor Asher, la traición es imperdonable.
-Yo no creo que sea así, Em. Dicen que su madre estaba muriendo por una enfermedad. Todo lo que hizo fue para conseguir suficiente dinero para una cura -dijo Estela, mi mejor amiga, acortando mi nombre como casi siempre lo hacía-. Creo que las personas malas no nacen siendo malas; más bien, algo en su vida hace que, aunque intenten no serlo, en algún momento se rindan.
-Entiendo -comenté, dando por terminado el tema. Contradecirla no era una opción; ella era tan terca que casi nunca se daba por vencida en debates como este.
Después de mi contestación, el silencio incómodo entre nosotras reinó por unos segundos hasta que Caiya, afortunadamente, sacó un nuevo tema del cual hablar.
-¿Oyeron la noticia? -preguntó, esperando que tal vez ya estuviéramos informadas sobre lo que sea que nos diría.
-¿Qué noticia? -preguntó Estela, curiosa.
-El príncipe de Packery llegó ayer por la noche al reino y se instaló en el palacio. La servidumbre femenina comentó que es tan caballeroso como apuesto -habló emocionada-. Se rumorea que viene a buscar esposa.
-No creo que sea así, Caiya. Los príncipes herederos no se casan con mujeres extranjeras, al menos no a menudo -hablé segura de mi comentario-. Seguramente viene a hacer negocios con el rey, probablemente en representación de su padre. Sin embargo, considero que aún es muy joven como para casarse.
ESTÁS LEYENDO
Sangre Real
FantasiaEn un mundo dividido entre la magia y la tecnología, Emma, hija de un duque y una princesa, se ve atrapada en un baile de máscaras entre la corona, el deber y el amor. Emma nunca esperó verse envuelta en juegos y conflictos diplomáticos entre reino...