En un mundo dividido entre la magia y la tecnología, Emma, hija de un duque y una princesa, se ve atrapada en un baile de máscaras entre la corona, el deber y el amor.
Emma nunca esperó verse envuelta en juegos y conflictos diplomáticos entre reino...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Invitación
Me aparté del chico, totalmente apenada por la situación. ¿Qué podía hacer más que comportarme como una adulta?
- Buenos días, majestad -dije, haciendo una reverencia para demostrar el debido respeto a su título-. He venido a tomarle medidas para sus trajes nuevos.
Eso era lo más adulto que podía hacer: fingir que no había pasado nada.
- Entiendo -dijo, confundido.
Un silencio incómodo nos envolvió. No sabía realmente qué hacer hasta que el príncipe soltó una pequeña carcajada, rompiendo el silencio.
- Ah, olvidé presentarme -dije, nerviosa-. Me llamo Emma.
Le tendí la mano al chico en señal de presentación.
- James -dijo, estrechando su mano con la mía-. Un gusto, señorita.
Aún seguía demasiado apenada por lo que había pasado. Volteé a ver la puerta, recordando lo que había sucedido hace unos momentos, y dije:
- Lo siento, no fue mi intención entrar sin tocar -me disculpé, haciendo una pequeña mueca.
- No hay problema, no todas las chicas se presentan de forma tan peculiar -comentó para aliviar la tensión, pero lo único que logró fue ponerme aún más nerviosa.
- Supongo que no todas las chicas que se presentan con usted son tan descuidadas como yo -dije, caminando hacia la sala que había en medio del cuarto. Ya allí, saqué la cinta de medir y mi libreta mejor terminar rápido con está humillación-. ¿Podría pararse en la plataforma, su majestad? -pedí cortésmente aún roja por la pena .
- Sí, claro -contestó-. Pensé que un duque vendría a tomar mis medidas.
- No queríamos incomodarlo, su majestad, pero por el momento mi padre no puede venir en persona a tomarle medidas -comenté despreocupada-. Espero que mi presencia no lo incomode demasiado, aunque por mi caótica presentación podría apostar a que ya lo incomodé.
- No lo pregunté porque me incomodara, señorita -respondió el príncipe, sonriendo para tranquilizarme-. Solo tenía curiosidad sobre por qué una joven tan linda de mi edad había sido enviada a tomarme medidas.
Aquel cumplido logró sacarme una sonrisa. ¿El príncipe pensaba que era linda?
- ¿Podría levantar sus brazos, por favor? -le pedí. En cuanto lo hizo, empecé a tomarle medidas-. No creo que seamos de la misma edad, su majestad -comenté, pues el príncipe parecía ser uno o dos años mayor que yo.
El príncipe pareció horrorizado por mi respuesta.
- ¿Acaso me veo como un viejo, señorita? -preguntó, espantado-. Solo tengo 19 años.
- No estaba insinuando que es viejo, su majestad, solo que es un año mayor que yo -dije, dándome cuenta de mi error-. Espero que mi comentario no se tome como una ofensa, su majestad -añadí mientras tomaba la medida de su cintura.