Lady Marianne estaba emocionada por el viaje.
Había hablado con sus padres, junto con su prometido, el señor Daniel sobre esta magnífica experiencia, lejos de Inglaterra. A pesar de las negativas que oponían en un primer momento, la insistencia de su hija, unida al deber social de convertirse en esposa de un miembro de la corte real, fueron suficiente para presionar su aceptación, y éstos terminaron por acceder a su petición. Despidiéndose de ella en los muelles de la Compañía Virginia, la vieron partir entre las aguas.
La brisa salada del mar Trasatlántico era deliciosa. La luz del sol abrazaba tiernamente las mejillas de Marianne, que miraba a su esposo con una emoción que no había sentido desde que tenía 12 años, muy a pesar de que él no compartiera el sentimiento.
- Daniel, ¿no es emocionante?
- Lo sería si no fuera un viaje de trabajo, Marie.- contestó su no tan enérgico compañero, mirando la borda con las manos tras la espalda, en un ademán refinado e incluso frío, ya tan característico en él. A pesar de todo, ciertamente guardaba un tierno afecto por Marianne, y cuando no se sentía especialmente hastiado por las preocupaciones de la gran sociedad inglesa, simplemente la llamaba ''Marie''.
- No puedo creer que estés tan maldispuesto. ¡Es una tierra completamente nueva! Imagina todo cuanto hay allá...- se quejó la muchacha, tratando de cambiar la expresión en la cara de su esposo por venir.
- Oh, sí lo imagino, querida. Descampados e intemperie, tierra y barro hasta por las rodillas, trabajadores y marineros sucios que no han tomado un baño en días, y salvajes acechando los rincones...
-Vamos, Daniel, no puedes creer todo lo que se dice en la corte de la nueva tierra. El rey después de todo ya te dio el permiso expreso para iniciar la construcción de la villa en James Town. No lo habría hecho de ser un lugar peligroso...
- Marie, el rey no es quien debe viajar kilómetros fuera del hogar y todo lo conocido para llevar a cabo un plan de reestructuración completo. Me temo que no es tan sencillo como tú lo podrías pensar.-
Marianne hizo un pequeño puchero. En muchas cosas podría decirse que seguía siendo una niña, a pesar de la actitud reservada, pulcra y admirable que habría demostrado ante distintos miembros de la aristocracia. Sus ojos azules miraban a su prometido con un pequeño capricho infantil, deseando que pudiera comprender la ilusión que despertaba este viaje en ella. Pero él no lo comprendería.
Daniel se dirigió a los camarotes, (más específicamente al suyo, pues muy a pesar de estar comprometido con Marianne, era indecoroso que ambos compartieran la misma habitación. Ni siquiera pensar en la misma cama.)
Marianne le siguió de cerca, tratando de evitar que se fuera para continuar con la conversación, pues con todo, ella seguía siendo joven, y deseaba hablar con alguien sobre las distintas ensoñaciones que le acarreaba el pensar en ese Nuevo Mundo que aguardaba.
Imperturbable, Lord Daniel no alentaba ni detenía su paso.
Vestido de manera elegante y ostentosa, cada uno de sus movimientos denotaba su cargo dentro de la corte, y fuera de ella también. No había más que verlo para darse cuenta de que se trataba de un hombre noble, poderoso, afilado de pensamiento y rápido elector. Todas estas características relucían a la primera plática con él, y todo esto no pasaba desapercibido por su persona.
Y pensando en todo esto, Daniel se preguntaba muy dentro si haber pedido matrimonio a Lady Marianne había sido una decisión coherente... o correcta.
No hace mucho que él era un soltero pleno, ansioso por mantener un estatus y una reputación indiscutida por cualquier persona que llegase a conocerle. Era hombre de buena presencia, y como tal, no le faltaban admiradoras dentro de la corte, entre las murmuradoras campesinas e incluso entre jóvenes de recatadas familias adineradas.
A veces, llegaba a llamar la atención de damas de otros reinos también.Si bien no le molestaba recibir halagos y propuestas para cenar, ir a dar paseos, participar en cacerías o simplemente prestar su compañía, es correcto decir que Lord Daniel estaba feliz con su vida solitaria.
¿Qué lo habría hecho cambiar de opinión de forma tan drástica, siendo éste el caso?
Bien, eso era interesante.
La familia de Lady Marianne formaba parte de la línea real, emparentados directamente con el Rey, aunque separados por varias generaciones. Eso daba oportunidad a que su cargo y su estatus creciera aún más.
Sumado a eso, a pesar de conservar su título de nobleza, los Norbvury, (familia de la chica), estaban mal económicamente hablando.
Malas inversiones y el maldito vicio de su padre y sus tíos por los juegos lúdicos los habían llevado a la quiebra.Entonces, sí. Resultaba conveniente para ambos lados un matrimonio entre los dos.
Daniel después de todo era un hombre respetable, de muy buena posición, y Marianne era hermosa, educada en las artes y ciencias, muy a pesar de lo controversial que pudiera ser para el resto de la sociedad inglesa.La personalidad efervescente de la muchacha era lo de menos. Representaba una oportunidad como ninguna, y solo un idiota desaprovecharía una cosa así. Después de todo, Daniel se ocuparía de que no le hiciera falta nada, la trataría con respeto y siempre se encargaría de que estuviera cómoda con el. Tal vez entonces los sentimientos comenzarían a aflorar, y ambos terminarían enamorándose de verdad.
- Daniel, vamos ¡mira al rededor! Estamos a punto de pisar una tierra que poca gente ha visto antes; el mar está envolviéndonos y el cielo está despejado, ¿como podría no emocionarte?-
La muchacha, o más bien... La Niña que se ocultaba tras la joven entusiasta le instaba a apreciar cuanto podían devorar sus ojos. Marie era vivaz, radiante, trepidante... era mucho como para poder manejar, pero a pesar de todo, era imposible no caer rendido ante el candor de su persona.
Tomando un largo y profundo suspiro, Daniel la miró con una sonrisa afectuosa, rindiéndose a la vocecilla cantarina de su futura esposa. -... sí, Marie. Es emocionante. Pero debes entender que para mí esto es algo... más ordinario de lo que quisiera aceptar.-
Se acercó y tomó la mano de Marie entre las suyas, en un gesto de aprecio, aunque sin dejar de evidenciar un atisbo de severidad en su mirada. - Viajo constantemente por encargos del Rey. Suelo estar en barcos más de lo que estoy en mi propia casa. Pero no quiero que mis desatinos te arruinen esto.-
Suspiró y depositó un pequeño toque de labios en los nudillos de la chica, antes de retirarse a su camarín, dejándola tras de sí.
- Sigue soñando y yo tomaré una siesta. El vaivén de esta nave está volviéndome loco.
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Garra de Oso, Ciervo del Bosque [Pocahontas FanFiction] // Kocoum x OC
RomansaLady Marianne es enviada a América junto con su prometido y futuro esposo, Lord Daniel McKingley, encargado de dirigir la construcción de la nueva villa de James Town. Al desembarcar en la costa, ambos guardan distintas expectativas sobre su estanc...