Capítulo 16

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Damián

Esta noche será larga ¿Por qué lo digo? Pues he oído lloriqueos por más de cinco minutos desde ambos cuartos y no fue hace treinta segundos que los dejé porque ardían en fiebre y debía cambiar sus paños de la frente. Con unas ojeras y unos bostezos busqué en el cuarto dos toallas para que se dieran un baño más tarde, sudarán como nunca y me lo agradecerán. Son alrededor de las dos de la madrugada, estoy super cansado, no me puedo el cuerpo sin embargo debo estar ahí para los nenes.

Volví al segundo piso con "municiones" y entré al cuarto de Noah el cual quedaba primero. La lampara está encendida y tiene los ojos rojos de tanto llanto. Me da tristeza verlo así, me siento culpable porque yo los llevé por esas vacunas y a la vez me recuerdo que es por su salud.

—Ya campeón —le cambié el pañito—, ya pasará.

—Me duele mucho la cabeza y los bracitos y el cuerpo —sorbió su nariz—, no quiero más. Por favor, papá, haz que pare.

—Ay Noah, si pudiera hacerlo lo haría sin dudar... —se formó un nudo en mi garganta—. Calma, te prometo que mañana te sentirás mejor.

—No puedo dormir —lloriqueó en su almohada.

—Lo sé —le acaricié el cabello—, te dará sueño pronto. Iré a ver a tu hermano y vuelvo ¿sí?

—¡No te vayas! —me tomó la mano—, ¡Papi quédate!

—Hijo...

—¡Bwaa no! —esta vez comenzó a llorar nuevamente—, por favor...

No quiero dejarlo solo sin embargo Dylan también me necesita. Sigo sin poder dividirme. Necesito crear un plan inteligente que beneficie y queden contentos ambos. Lo único que se me ocurre ahora es juntarlos en mi cama o en la sala, pero es tarde y deben cerrar los ojos, aunque sea un par de minutos cosa que no han hecho.

—¿Vamos a mi cuarto? —le pregunté y asintió—, bien, andando cariño.

Caminamos juntos hacia la habitación de su hermano y este no dudó en acompañarnos. Se metieron bajo las sábanas mientras yo sacaba el termómetro y me aseguraba de dejarlo en cero para ver que tal estaban haciendo efecto los remedios caseros que implementé.

—No se tapen demasiado —dije viéndolos como dejaban las mantas hasta el cuello.

—No me importa, estoy temblando de frio —contestó el menor.

—Hacen veinte grados bajo cero —siguió el mayor—, joder.

—Su cuerpo está reaccionando a los componentes de la vacuna y es algo nuevo por eso tienen todos estos síntomas, pero si me desobedecen les aumentará la fiebre cosa que ninguno quiere —se mantuvieron en silencio—. Ahora descubran un poco uno de sus brazos para ver si bajó algo e irnos a dormir ¿sí?

—¡No! —se negaron los dos y quise llorar.

Así es, como padre que soy. Estoy agotado y lo único que necesito para recargar energías es pegar mi cabeza a una almohada hasta mañana. Se me hace imposible claro, con dos adolescentes sufriendo por primera vez efectos secundarios.

Me duele el cuello y la cabeza a niveles exagerados. Jamás había pasado por algo como esto y debo confesarlo, es agotador. Cuando Samantha me comentaba que no dormía ni con los niños siendo adolescentes no le creía porque siempre tuve la idea de que a esa edad ya son muchísimo más independientes, pero hay casos y casos como el de ahora lo cual se convierte en una excepción.

—Bien, me iré al sofá entonces —mentí—. Buenas noches niños.

—¡Nooo! —Noah lloró.

—¡Damián no te vayas! —oí a Dylan.

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