Capítulo 18

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Damián

El día está perfecto. Hice todos los trámites que tenía que hacer con los chicos y hasta fuimos al supermercado por la tarde de ayer, estuve tan ocupado ordenando cada cosa para que no se nos quedara nada que los descuidé un poco y no es algo de lo que me sienta orgulloso. No estuve a su lado las ocho horas restantes y menos les dije que se acostaran a una hora en específico, pero ellos me facilitaron la tarea por una extraña razón, se fueron a dormir sin que se los pidiera.

Por supuesto que no pude quedarme solo con el confiar en su palabra por lo que subí a verlos y verificar que todo estuviera bien. Ambos dormían y me puede quedar tranquilo.

Caleb me ha llamado seis veces, lo juro, no para preguntándome donde dejar una cosa o si llevar la otra. Sus amigos ya están de camino al campamento y nosotros somos los únicos que aún no salimos de casa, junto a él, claro.

(Llamada con Caleb)

—Que no lleves la maldita lampara, Caleb —gruñí pasando por la cocina—, ¿dónde la vas a enchufar? Es innecesaria.

—Pues, llevaré un generador genio.

—Es camping, no hotel por si no te acordabas —reímos los dos.

—¿Que tal están los nenes? ¿Listos para la diversión?

—Mas que entusiasmados diría yo, se han paseado por toda la casa rogando que llegue la hora de ir.

—La pasarán bien, vamos a hacer algunas actividades por allá.

—¿Lee va a venir? Me dijo por un mensaje que no sabía.

—Ese jodido imbécil, me quiere a arrebatar a mis sobrinitos.

—Compartan por el amor de Dios —dije entre risas—, hay cariño para todos.

—¿Se sienten bien luego de su cita?

—Si, mucho mejor. Aunque se han quejado un poquito del dolor de sus brazos, pero nada nuevo. Ya no hay más fiebre que es lo importante.

—Genial, ¿entonces papi Damián les va a dar permiso para un chapuzón?

—¿Y que se me vayan resfriando? Olvídalo.

—Agh, amigo, ellos necesitan recrearse. Vivir experiencias y el tío Caleb es un experto en eso.

—Los haces lanzarse por un tobogán... de esos peligrosos te juro que te...

—Si, si, tranquilo —imaginé su sonrisa—, tengo todo bajo control.

—Ojalá no se metan en problemas...

—¡Si son unos terrones de azúcar! —no pude evitar reírme—, no quiebran ni un plato.

—Eso es porque no has pasado más de un día con ellos.

—¿Que tan problemáticos pueden ser?

—Eh, calla esa boca Caleb. Llamas la mala suerte —lo regañé.

—Bien, vale. Te veo más tarde en el lugar acordado y no te demores ¿eh, cabron? Que pasas más de una hora eligiendo las cosas del por si acaso...

—Chu, chu —lo eché de la llamada—, yo sé que hago con mi tiempo libre, pesado. Y no, esta vez seré puntual.

—¡Los minutos van corriendo, llevas dos menos!

—Uff que sí, amigo. Nos vemos, me llamas apenas llegues —finalizamos la llamada.

Dejé los últimos bolsos dentro del auto y me perdí dentro de mi habitación un par de minutos buscando una chaqueta que tenía guardada, fue un verdadero lio, yo recordaba haberla dejado en el mueble, sin embargo, resultó estar en una caja en la habitación de visitas. Le pregunté a los chicos si tenían todo listo a lo que me contestaron que si por lo que subieron al auto y nos fuimos de una vez por todas al anhelado campamento.

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