Capítulo 22

997 62 25
                                    

Damián

—Tienes que calmarte

No sé con qué cara estoy diciéndole eso a mi propio hijo cuando yo soy el menos calmado aquí. Sus ojos de cachorro herido me observan, son indescifrables y tiene un puchero enorme. Con decirles que no ha parado de llorar, lleva media hora así a pesar de que he intentado todo para que se detenga.

—Hijo, hablo enserio —lo miré por el retrovisor—, respira chiquito o te vas a ahogar. Por favor.

—V-volvamos —chasqueé la lengua con desaprobación—. Te prometo que fue una idiotez y que me arrepiento muchísimo, puedo caminar, solo exageraba y jamás saldré sin pedirte permiso. Papá te lo suplico.

—Dylan —pronuncié su nombre pausadamente antes de doblar en el cruce para ingresar a una clínica que pude encontrar por Internet—, nosotros dos hablamos de esto antes de salir, debemos asegurarnos con un médico, por medio de radiografías que no tienes nada. Tal vez tienes la pierna resentida por el golpe, que desconozco en su totalidad como fue. Hay miles de opciones, pero debemos acudir a esto ¿de acuerdo?

—Pero...

—¿Confías en mí? —el mayor bajó la mirada—, ¿Lo haces?

—Sabes que si —lloriqueó.

—Entonces créeme cuando te digo que necesitas asistencia médica ¿sí? —suspiré—. Hijo yo te amo con mi vida, jamás te dejaría que nada te pasara y esta situación para mi me deja entre la espada y la pared ¿lo sabes, ¿no? Por un lado, debería regañarte, es más, tenerte en mi regazo desde el minuto uno sin embargo estas herido, y no lo dejaré pasar por ningún motivo.

—Prefiero que me des mimos, y no azotes —susurró lo último.

—Oh, tendrás las dos, no te preocupes por eso —su labio tembló—, y espero que me cuentes bien lo que ocurrió anoche.

—Lo haré...

—Y ahora, ¿Cómo te caíste? Necesito detalles Dylan.

—No es importante —jugó con sus manos y se quitó las lágrimas.

—¿Qué no es...? No estoy para bromas hoy, cariño. Tengo de todo menos paciencia. Cuéntame lo que pasó.

—¿Qué parte? ¿La de salir o...? —se cayó de golpe cuando observó mi cara—. Bien, entendí. Lo de la caída fue simple, pa...

—¿De verdad? ¿Por eso tienes un moretón gigantesco en la pierna? —dije con sarcasmo.

—Bueno puedo explicarlo —se está dando muchísimas vueltas y no veo que me esté diciendo lo que le pregunté ni tratando de responderme.

—Adelante, antes de que encuentre estacionamiento y entremos a urgencias.

—No me ayudas así, no puedo trabajar bajo presión —lloró.

—Bien, si, tienes razón. Cuéntame a tu ritmo.

Tal vez estoy siendo un poco duro al preguntarle e insistirle tanto. Si me dice que fue la nada voy a creerle, pero ese es el grave problema, que no sé qué considera como leve o grave, nuestras perspectivas son totalmente diferentes.

—Sin querer frené mal —elevé una ceja—, y bueno, uhm...

—¿Y?

—Me caí poquitito, además apenas empezaba, no fue con velocidad y ¡llevaba casco! —vi una pequeña sonrisa.

—Wow, ¿quieres felicitaciones, jovencito? —estoy enfadado, creo que lo puede notar—. Menos mal lo traías o quien sabe que cosa pudo haber ocurrido. Es una irresponsabilidad sumamente grande Dylan, espero que lo tengas en cuenta.

Small stepsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora