Capítulo 3

4.6K 197 3
                                    


Las siguientes semanas habían estado llenas de diversión, mucho vino y regalos caros de David.

Era un chico interesante, aunque no iba a negarlo, algo pretencioso. Pero eso no le quitaba su atractivo. También habíamos estado practicando tenis en su club privado junto a sus padres. Su madre era una mujer encantadora, y su padre una versión mayor de David, sin duda en su mejor época debió ser popular entre las chicas.

Veía como todos los días David intentaba colarse dentro de mi corazón. Pero aún no me sentía lista para el amor. Necesitaba terminar de definir mi plan de vida, y en este nivel no se incluía un matrimonio.

David era principalmente un buen amigo, él decía esperar con paciencia hasta que otros sentimientos florecieran en mí, solo deseaba que no se arrepintiera en el futuro, si sus sentimientos jamás fuesen correspondidos.

Hoy era uno de esos días en los que mi cuerpo me pedía no salir de cama, el médico me dijo que todo era cansancio emocional e incluso me recomendó un colega psiquiatra. Sabía que mi problema era un fuerte desequilibrio emocional, pero hacerles frente a las heridas del pasado, aun no podía. Aun me veía como una pequeña niña abandonada.

Pero ahí estaba ella, frente a un gran espejo, una mujer adulta. Un cuerpo delgado, con un poco de curvas en la parte inferior, su cabellera larga y castaña, cayendo hasta la cintura. El rostro pálido con un par de manchas oscuras alrededor de esa mirada azul. Al cerrar por un instante los ojos, pude recordar el sonido de la risa de mi madre. Su propio reflejo es lo único que me había dejado.

Acudía cada fin de semana junto a mis abuelos a honrar su tumba. Recuerdo ser molestada en la primaria por todos esos niños ricos, que presumían tener una madre, mientras la mía estaba muerta, e incluso reían porque vivía con mis abuelos en lugar de con mi padre.

Aunque me sentía cansada no quería quedarme en casa a llorar, así que decidí salir de fiesta con mis viejas amigas de la universidad.

Llame a Daniela y Rebeca, ellas nunca se negaban a una salida, siempre y cuando no interfiriera con sus horarios laborales. La ocupada vida del adulto moderno.

Llegada la noche, pase por ambas a casa de Daniela, ambas reían por lo bajo mientras Rebeca deseaba encontrar a un chico agradable, Daniela seria la niñera ya que ella se encontraba comprometida solo iría a beber un poco y bailar junto a nosotras. Y bueno la noche era de llea, su despedia de soltera.

Conocer hombres en las fiestas, son problemas seguros. Pero estaba demasiado ebria como para frenar la fuerte atracción que tuve cuando un hombre alto y demasiado guapo se atravesó en mi camino.

Vi mi reflejo en sus profundos ojos negros, me sonrió y camino a la pista justo en mi dirección. El aliento se retuvo en mi pecho ansiosa por lo que ese desconocido me diria.

Susurro en mi oído

— ¿Bailarías conmigo?

—Te iba a preguntar lo mismo

Le dedique una sonrisa pícara, mientras sentía sus manos posándose en mis caderas. ¿Qué me pasaba? Este tipo guapísimo tan solo aparece de la nada, debilitaba mis rodillas, decía un par de cosas con esa voz gutural y me tenía a sus pies ¿así sin más? Esa no era la Mariane de siempre, algo estaba sucediendo. El alcohol probablemente.

—Me llamo Michael, disculpa mi atrevimiento, pero desde que entraste por la puerta me has dejado deslumbrado.

Me reí fuerte, claro, los hombres y sus típicas frases de conquista.

—Pues me halagas, me llamo Mariane.

Al tenerlo tan cerca de mí su aroma a menta con lima me embriago. Sentí resequedad en mi garganta por lo que humedecer mis labios fue inevitable.

Un corazón de oroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora