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Sasha iba algo tarde a su primer día de clases a la nueva escuela, pero no le importaba. Se sentía feliz encontrar un lugar donde estudiar y quedarse a vivir sin estar moviéndose de una ciudad a otra, lo que siempre le pasaba hasta este año, ya que su papá la dejo vivir sola, sin su compañía. Según ella ya era mayor de edad, pero su padre seguía insistiendo y siendo muy sobreprotector desde que su mamá falleció.

Caminaba tranquilamente mirando a un punto fijo que no le daba importancia ya que su mente estaba llena de pensamientos sobre como la pasaría ese día.

Mientras seguía caminando unas chicas aparecieron corriendo de la nada, parecía ser que iban a la universidad. Se encontró con la mirada de una de ellas, sus ojos amarronados la dejó con la mente en blanco. Parecía que de los 17 no pasaba, era de baja estatura, delgada, piel morena, pelo robusto y con hermosa mirada. Se encontraba viéndola fijamente aún corriendo, le sonrió con los dientes al verla mirándola. Río levemente al ver cómo casi se cae y se sonrojaba completamente. Le parecía muy linda...

Llegó a la universidad y entró con velocidad al ver la hora de su celular. Se le hacía demasiado tarde. Se mordió levemente la lengua y corrió hacía su primera clase. Entró ganándose la mirada de todos, se sentó en el único lugar que sobraba y no es ocupado, aunque le molestó un poco que fuera en el frente, odiaba sentarse en ese lugar.
Justo llegó la profesora, saludando y sonríendo.

-Buenos días alumnos, me alegro verlos de vuelta.- Exclamó la mujer de unos 35 años aproximados. Era alta y con lentes, con una mirada alegré.

La maestra se sentó en su escritorio para sacar sus cosas de su maletín y se paró para verlos a todos.

-Este año, como todos, hay nuevos alumnos. Tres, específicamente. Sasha, Alan y Adelayla.-

Sasha estaba muy nerviosa, temía lo peor, y así fué.

-Los tres presenté. Sasha, tú primero.-

La nombrada se paró con lentitud y fue caminando a pasos torpes al lado de la profesora, mirando para el frente. Se presentó como todos los años, ya que siempre viajaba a ciudades nuevas.

-Hola. Me llamo Sasha y soy nueva en esta ciudad.- Dijo rápidamente maldiciendo en sus interiores, apenas comenzaba la clase y ya se quería ir.

-Muy bien. Puedes sentarte.- Al decir eso, comenzó la clase escribiendo la fecha en el pizarron. Sasha se sentó y suspiro pesadamente. Sintió que alguien tocaba su espalda suavemente, queriendo ganarse su atención. La rubia se da la vuelta encontrandose a un chico con ojos grandes y gorro verde saludándola con emoción.

-¡Hola, me llamo Sprig!-

Sasha sonrío levemente y le devolvió el saludo con un "hola", para volver a dar atención a la clase. Ese chico se parecía un niño de 10 años según ella. Rió para sí misma y miró el pizarron con un título puesto por la maestra, empezando su primer día.

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Anne salió del salón prácticamente corriendo, odiaba a su profesor de Química. Fué hacía su casillero y lo abrió, guardo sus libros y lo cerró al terminar. Volteó encontrándose a su mejor amiga de la infancia y la abrazó descansando su cabeza en su hombro.

-Te extrañé. ¿Por qué tenemos que estar separadas?- Dijo abrazándola de la cintura mientras se quejaba.

-Nos separa solamente una clase, Annie. Tenemos todas las otras juntas.- Marcy se sonrojo levemente mientras aspiraba el dulce olor de su amiga, embriagandose en este mientras la abrazaba por su cuello. Todos sabían que a Marcy le gustaba Anne, la tailandesa era la única ciega sobre esto.

-¿Pero justo con el profesor Scott? No vale.-

Empezaron a caminar por los pasillos llenos de adolescentes. Se dirigieron a la cafetería y compraron algo para comer mientras charlaban opinando de todos los profesores que les había tocado ese año.

Cambiaron de tema y Marcy le estaba hablando animadamente del nuevo videojuego que se acaba de estrenar, era lo que quería para su cumpleaños. Mientras Anne la escuchaba atentamente, sintió a alguien observandola. Giró un poco su cabeza y se encontró con la mirada de la rubia de la entrada. Se ruborizó al recordar que casi se muere por admirarla un largo tiempo y no dándose cuenta por dónde corría. Ella estába sentada en la mesa de al lado, mientras comía unos de los sándwiches que tenía en un plato de una bandeja, con un vaso de jugo.

Vuelve a mirar a Marcy, que se encontraba terminando el flan que se estaba comiendo al sentarse, mientras sigue hablando sobre el juego nuevo.

-¿Estás bien?- Pregunta al ver lo roja que estaba Anne. La tailandesa asiente con la cabeza y sonríe.

-Escuché que está noche harán una fiesta de bienvenida, están invitados todos. Aunque no creo que quieras ir, solo te informaba.- Dice la morena con una linda sonrisa en sus labios, mientras se acomodaba mejor su falda. -Pero, ¿tienes ganas?- Le preguntá.

-Mm, okay. Ya que mañana no hay clases, podemos ir.-

Marcy no era mucho de fiestas, disfrutaba más estar con Anne mientras ven una película en su habitación o se daban besos de práctica. Bueno, casi se los daban, pero ella igual lo quería y anhelaba.

Anne dió minis saltos de alegría en su asiento, era muy raro que Marcy quiera, pero no desperdiciaría la oportunidad. Amaba ir a fiestas y hace muchísimo que no iba a una. Hoy eso se terminaría.

Faltaba poco para las siguientes clases y las dos se van de la cafetería para ir a la clase de matemáticas. Clase favorita de Marcy, la cosa más horrible que podría existir para Anne.

Antes de irse, la morena da una mirada rápida a la mesa de al lado de donde estaban sentadas y suspira al no ver a la de hermosa sonrisa allí. Yéndose las dos hacía el salón, con una morena algo confundida al darse cuenta de lo que le pasaba cuando la veía.

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Holee. ¿Cómo están?

Muchas gracias por leer y si hay suerte, nos vemos en el próximo cap. <3

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Sonrisa acaramelada - SashanneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora