El manzanar de oro

184 20 4
                                    

PRÍNCIPE. – ¿Dónde estamos exactamente? ¿Podemos ir a alguna aldea? – Preguntaba con curiosidad, mientras cabalgaba detrás del ladrón. – ¿Cuánto tiempo más continuaremos en el bosque? – Volvió a preguntar, frunciendo el ceño al darse cuenta que estaba siendo ignorado. – ¡Oye, Feldspar! – Levantó la voz. – ¿Me estás escuchando? – ... – Al no obtener una respuesta, susurró enojado. – Idiota.

Frustrado se hundió en la silla de montar, resignado a pasar el resto del día en el bosque. Miró a su alrededor, tratando de encontrar algo de interés. Pero todo lo que veía eran árboles, árboles y más árboles.

Se sentía perdido y desorientado. El brujo había desaparecido hacía algunas horas, dejándolo a solas con Feldspar. El ambiente era tan pesado que podía sentirlo en el aire. La incomodidad era palpable. Ni siquiera podía intentar entablar una conversación, pues era ignorado por completo.

Eso le molestaba mucho. ¿Por qué si él ponía de su parte para que este viaje no fuera un martirio, Feldspar ni siquiera lo intentaba? Se sentía humillado. Nunca había sido tratado de esa manera.

PRÍNCIPE. – ¡Oye! – Gritó, enojado – ¿Por qué me ignoras? Sabes que es una falta de respeto, ¿no?

FELDSPAR. Con una mirada que irradiaba rabia gritó. – Cierra tu maldita boca. Eres irritante. – Suspiró frustrado. – Bien, contestaré tus preguntas si prometes callarte al menos un rato.

PRÍNCIPE. – Asintió con la cabeza. – Lo prometo.

FELDSPAR. – ¿Y bien?

PRÍNCIPE. – ¿Es así? ¿Esto es lo que haremos en todo el viaje? ¡Esto no es para nada lo que imaginé!

FELDSPAR. – ¿Y qué esperabas? – Responde indiferente, sin apartar la vista de la ruta.

PRÍNCIPE. – ¡Que no fuera así! ¡Que fuera una aventura emocionante! ¡Ver nuevos lugares y conocer gente interesante! ¿Qué no es tu vida así?

FELDSPAR. – Se detuvo y lo miró fijamente. – ¿Quieres que robemos algo? ¿Serías mi cómplice, Su Alteza? ¿Conseguirías así la emoción que deseas?

PRÍNCIPE. – Se detiene también, sorprendido – ¡De ninguna manera! Jamás estaría de acuerdo en cometer tales actos.

FELDSPAR. – Parece que has olvidado que soy un ladrón y no un guía turístico. Lamento no poder cumplir tus expectativas. – Dijo irónicamente volviendo a avanzar. – Pero, te recuerdo que no te obligue a venir, fue tu decisión y si estas tan aburrido, puedes dar vuelta atrás y regresar a tu castillo, princesa. – dice en tono burlón.

PRÍNCIPE. – ¡De ninguna manera! – Exclamó con firmeza, pero con un toque de resignación. – No pienso volver.

FELDSPAR. – ... Como quieras.

El príncipe siguió a Feldspar en silencio, resignado a su destino. Cabalgaron durante horas, hasta que el príncipe pudo percibir un olor dulce en el aire. Levantó la mirada y pudo ver árboles altos y frondosos, con ramas que se extendían hasta el cielo. Los árboles estaban llenos de manzanas rojas, el olor era exquisito. Todo se veía exuberante.

Feldspar se detuvo y miró a su alrededor. Este era el lugar perfecto para descansar y reponer fuerzas. Estaba claro que ambos estaban cansados y hambrientos, así que esto le venía a la perfección.

FELDSPAR. – Descansaremos aquí. – Dijo bajando del caballo.

El príncipe estaba sorprendido. Sus ojos se iluminaron de asombro, y su boca se abrió en un gesto de sorpresa. Nunca había visto nada tan hermoso.

El hechizo del Príncipe TweekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora