Encuentro

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Un coro de aves, ensordecedor y frenético, lo arrancó de un sueño agitado. Los párpados, pesados como piedras, cedieron ante la insistencia de la luz. El cielo, un abismo azul infinito, se cernía sobre él. Debajo, la fría y dura roca se incrustaba en su espalda, cada centímetro de su cuerpo doliendo como si hubiera sido golpeado con una gran maza. La brisa, gélida y cortante, le arrancó un quejido involuntario. El aroma a tierra y vegetación se mezclaba con un coágulo de miedo que se le había quedado atascado en la garganta.

La noche anterior, fragmentada como un espejo roto, se reconstruyó en su mente. El precipicio, oscuro y amenazante, la caída libre, el impacto... Un escalofrío recorrió su cuerpo. Levantó una mano temblorosa y la posó sobre su cabeza, sintiendo el sudor frío que le empapó la frente, mezclándose con la tierra y la sangre seca provocada por los golpes recibidos la noche anterior.  

TWEEK. - ¿No estoy muerto, verdad? — murmuró, tendiendo una mano temblorosa hacia el cielo. - ¡Estoy vivo! — exclamó, más por sorpresa que por alegría. Intentó ponerse de pie, pero un dolor agudo le recorrió el cuerpo, que lo obligó a retorcerse en el suelo, jadeando. Maldijo entre dientes y se aferró al suelo. Al levantar la mirada, observó el precipicio desde el que se habían arrojado la noche anterior. Tragó saliva con dificultada. El vértigo lo invadió, y sintió un nudo en el estómago. Ayer, la desesperación lo había impulsado a saltar sin pensarlo, hacer actos que ahora con la mente fría jamás realizaría. Sumido en el miedo, no estaba seguro si volvería a tener la misma valentía.

CRAIG. - ¡Por fin despiertas! — exclamó, con voz fría. — Levántate, tenemos que seguir avanzando. No podemos darnos el lujo de detenernos. 

El príncipe volteó y observó a Craig, quien le extendía su mano, una mano grande y áspera, contrastando con la delicadeza de sus propios dedos. Con una mezcla de agradecimiento y desconfianza, el príncipe aceptó la ayuda. Al incorporarse, sintió el dolor punzante de sus heridas, pero también el calor de la mano de Craig que lo sostenía. 

Al separarse, Craig le ofreció su capa, una prenda desgastada pero que irradiaba un calor reconfortante. El príncipe la tomó y se envolvió en ella, sintiendo una extraña sensación de protección. La capucha le cubría el rostro, ocultando sus emociones, mientras observaba a Craig, con el rostro sonrojado.

Llevando su mano hasta su pecho, sintió como su corazón latía con fuerza contra sus costillas, un ritmo frenético que resonaba en sus oídos. ¿Qué significaba esta extraña sensación? se preguntó confundido.  

CRAIG. - ¡Gracias a esa caída tan afortunada! - dijo con una sonrisa irónica, mientras se sacudía el polvo de la ropa. Sus ojos recorrieron el paisaje agreste, buscando cualquier señal de peligro, pero no encontraron nada. - Nos hemos ahorrado varios días de camino. Ya estamos muy cerca. Demasiado cerca, si me preguntas. - Con un suspiro cansado dijo. - Solo espero que ya no tengamos más problemas. - Se volvió hacia el príncipe, sus ojos se encontraron con los de él por un instante fugaz antes de que apartara la vista, avergonzado. En voz baja, como si temiera ser escuchado, dijo: "Gracias." La palabra se escapó de sus labios como un suspiro, sorprendiéndolo a sí mismo.

La gratitud luchaba contra el orgullo, la vulnerabilidad contra la rabia. Pero allí estaba, expuesto, agradeciendo a su antiguo enemigo por haberle salvado la vida. Resonando una y otra vez aquellas palabras que lo sorprendieron tanto.  

TWEEK. - Sus labios se separaron con sorpresa, un gracias de Craig, esto era irreal. Parpadeó varias veces, intentando asimilar lo que acababa de escuchar. Con su mente dando vueltas. ¿Había oído bien? ¿Craig, el rudo y taciturno Craig, le había agradecido? El rubor en las mejillas de Craig solo confirmaba lo extraño de la situación. - "¿Qué?" - preguntó, incrédulo. Una sonrisa tímida asomó en sus labios, revelando una vulnerabilidad que nunca antes había visto en él.

El hechizo del Príncipe TweekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora