Por nada

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Con una mirada profunda y sin desviarse en divagaciones, le planteé una pregunta directa.

"¿Entonces, cómo es?" pregunté, ansioso por obtener su perspectiva.

Su respuesta vino cargada de seriedad, acompañada por una expresión que intentaba ocultar las complejidades de las emociones.

"Tú padre no es un pedófilo, si es eso lo que tenías en mente," declaró, tratando de disipar cualquier malentendido.

El peso de las palabras de mi madre seguía resonando en mi mente, sus insinuaciones acerca de su preferencia por pintar a jóvenes. Aunque nunca había sido testigo de esa afirmación, mi percepción sobre la verdad comenzó a formarse. Y tenía razón, la diferencia entre tener quince y dieciocho años no parecía ser una barrera insalvable.

Allen asintió en silencio, quizás un poco incómodo con la dirección que había tomado nuestra conversación. En un esfuerzo por cambiar el enfoque, me llevó hacia un rincón más amplio del departamento; su estudio de dibujo.

Cruzar el umbral del estudio me hizo sentir como si hubiera entrado en un mundo completamente diferente. La luz suave se filtraba por las ventanas, creando patrones dorados en el suelo de madera pulida. En una esquina, un caballete sostenía un lienzo en blanco, listo para ser transformado por la creatividad de un artista. El aroma de las pinturas y los lápices de colores impregnaba el aire, una fragancia constante de potencial artístico.

"Permíteme mostrarte algo," expresó con emoción, apartando la nube de incertidumbre que se había cernido sobre nosotros. "Créeme cuando te digo que tienes un talento extraordinario."

Su elogio inesperado me tomó por sorpresa, y una chispa de gratitud centelleó en mi interior. ¿Podría ser cierto que mi capacidad artística era realmente destacable? La curiosidad se apoderó de mí, y asentí con una mezcla de humildad y gratitud ante su propuesta de mostrar mis creaciones más recientes.

Mientras hojeaba mis dibujos, Allen no dejó de hablar acerca de mis obras pasadas. Descubrí que mi padre, el hombre con el que compartía una relación llena de tensiones, solía presumir mis creaciones con orgullo ante él. Estas conversaciones solían extenderse durante horas, revelando el deseo de mi padre de reconocer mis logros artísticos. El mundo se volvía más complicado y extraño de lo que había imaginado.

"No puedo evitar pensar que esto es solo una forma de enmascarar su propia vergüenza," expresé finalmente, permitiendo que mis preocupaciones fluyeran con sinceridad. "Nunca he sentido que realmente me importe, o al menos esa es la impresión que me da. Ahora que soy mayor, esa indiferencia se vuelve más evidente. Me evade, sale sin explicaciones, y aunque no se las pido, no puedo evitar imaginar lo que hace."

Nuestras palabras resonaron en el aire, explorando el enigma detrás de la relación fracturada entre mi padre y yo. La conversación tomó un giro inesperado, conduciéndonos a aguas más profundas y personales.

"¿Y qué hay de las relaciones sexuales?" planteó de repente, con un tono que pretendía ser casual, aunque era evidente que era un tema delicado.

El tema me tomó por sorpresa, y sentí un rubor sutil en mis mejillas. Tratar de responder con normalidad resultó un esfuerzo inútil. Mis palabras vacilaron antes de encontrar su camino.

"Es una experiencia que he explorado, aunque siempre con una sombra de vergüenza," admití finalmente.

La reacción de Allen fue inusualmente serena, como si careciera de juicio. Esa complicidad parecía brillar en sus ojos, lo que me permitió hablar con franqueza.

"Ya no soy virgen," revelé con una sorpresa ligeramente incómoda. La sensación de alivio que me inundó al compartir ese secreto fue inesperada, incluso si solo era con Allen un completo desconocido. "Además de las personas con las que compartí esa experiencia, eres el único que lo sabe. Por favor, manténlo en secreto."

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