Mala mía

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Tomé un taxi de regreso a casa, delegando la responsabilidad de la tarifa a mi padre. Al llegar, percibí la evidente incomodidad en su rostro, su enfado latente mientras exigía una explicación que no podía explicar.

Ante su demanda de sinceridad, me vi inmerso en la dificultad de encontrar las palabras adecuadas. Mis pensamientos se convirtieron en un laberinto cuando admití:

"Papá, estoy enamorado, y la agonía es palpable".

A pesar de sonar fuerte, mi padre cedió espacio para que pudiera acomodarme en la sala. "Comprendo que el amor pueda causar estragos en uno", expresó con cierta serenidad. "Sin embargo, no puedo concebir que tu comportamiento se deba a un amor. ¡No puede ser que te haya vuelto loco!"

"No es la primera vez que me enamoro, pero esta vez es diferente. Este sentimiento simplemente no me abandona", confesé.

"¿Entonces es ella?", inquirió con un rastro de enojo. "¿Esa mujer es la culpable de tu estado?"

Quise señalar que ella era una mala influencia, que estaba amenazándome, pero opté por el silencio y respondí evasivamente: "No es ella".

"¿Entonces quién?"

"Un compañero... Choi Yeonjun es su nombre".

"¿Un hombre?", exclamó sorprendido.

"¿Por qué te sorprende? De tal padre, tal hijo", añadí con ironía. "Sí, estoy loco, amo a un hombre. Ahora soy tan repugnante como tú a los ojos de mi madre".

Con esas palabras, él se distanció sin decir palabra subí a mi habitación y desde ahí escuché ruidos. Descendí las escaleras para encontrarlo recostado en el sofá, consumido por la bebida.

Consciente de la dificultad del tema, algo que nunca habíamos abordado, fue increíble ver cómo, al siguiente día, mi padre me entregó una generosa suma de dinero, una cantidad inimaginable para mí. La culpa que lo embargaba era palpable, y no tuve que esforzarme en justificar. Con naturalidad, ingeniosamente amalgamé a Allen como mi primer amor. Su reacción fue estática, como si se hubiera dormido de pie, mientras explicaba todo lo que había sacrificado debido a su actitud, mi padre escuchó en silencio, absorbiendo las mentiras que tejí con astucia. Al abandonar la casa, me sentí como una versión completamente diferente de mí mismo, como si las mentiras hubieran cobrado sentido, y más cuando Choi Yeonjun y la señora se presentaron cerca de mi casa.

El reencuentro con él despertó en mí una amalgama de emociones intrigantes y humillantes, como si estuviera llevando sobre mis hombros un fardo más pesado de lo que podía soportar. Aunque pude saludarlo e incluso caminar juntos hacia la preparatoria, en cada paso afloraban los extraños sentimientos que me embargaban. La curiosidad por sus labios se convirtió en otro desafío que persistió hasta la entrada, rozando la tentación de un beso que frené al recordar que esto no era un relato de amor, sino de traición.

Los días siguientes, previos a su operación, transcurrieron en una suerte de farsa en la que, ante las señales que mi corazón y mi entorno emitían, me daba la bienvenida a mí mismo, simulando una expresión optimista. En cuanto a la mujer que amaba, todo se volvía más extraño.

Después de mi huida, su indiferencia hacia mí era palpable. A través de diversas pruebas que ejecuté, descubrí que su interés en mí menguaba día a día. A pesar de mi disposición para reconquistar su peculiar forma de amarme, me encontré desprovisto de los recursos y el tiempo necesario.

Al abandonar la preparatoria al final del día, me encaminaba diariamente hacia la casa de Yeonjun. Aunque inicialmente aprendí que no era del todo perjudicial estar a su lado, esas sensaciones solo persistieron durante las primeras dos semanas.

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