Algo más

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Me condujo con gracia hacia un rincón apartado, donde la pulcritud de la superficie, resplandeciente en su cerámica hermosa e impecable, capturó mi atención. El embriagador perfume de las rosas rojas y las velas aromáticas impregnaba cada centímetro del salón, creando una experiencia sensorial única. Era evidente que aquel espacio estaba meticulosamente diseñado, destinado exclusivamente para nosotros dos.

Decidido a derrochar el tiempo de manera ostentosa, apenas cruzamos la entrada del nuevo salón, él se dedicó a fumar con parsimonia mientras hojeaba algunas revistas, como si cada minuto tuviera un valor calculado. Después de unos veinte minutos, rompió el silencio con una pregunta intrigante:

"¿Desde cuándo has estado en contacto con mi novia?" exclamó.

"¿No te lo dijo?" respondí con calma. "No... yo... solo... no..."

"No hay problema si lo hiciste con ella. Es una profesional, ese es su trabajo", dijo, ofreciéndome una copa y bocadillos de extrema delicadeza y finura.

Aunque estuve a punto de negarme, la tentación de probar uno de esos peculiares bocadillos fue más fuerte. Cuando sostuve uno de ellos a milímetros de mis labios, mi mente divagó hacia la primera vez que conocí a la supuesta doctora, y el recuerdo de la sensual secuestradora se apoderó de mí. Había considerado dejarme secuestrar por ella, pero ¿por él? Por supuesto que no. Entonces, lo aparté, devolviéndolo a su lugar específico.

"¿Desconfianza es lo que recibo por ser gentil?" preguntó con amabilidad, exagerando el tono y aportando una sutil y atrevida sensualidad.

¿Sensualidad emanando de un hombre y dirigida hacia mí? Aunque no era feo, sino extremadamente atractivo y elegante, llegando a parecer una figura de cine o alguna celebridad.

Mantuve mi decisión firme, pero él, negándose a ceder, optó por verter de un golpe el vino sobre mi copa, hasta que este rebasó los bordes y corrió por mi mano, manchando completamente la manga de mi camisa.

"¿No vas a aceptar mi amabilidad?" insistió, aún con más delicadeza y elegancia, algo que no creí posible después de tal acto.

Envuelto en una expectante contemplación, lo observé como si fuera un villano de una trama sofisticada. Las cortinas rojas detrás de él descendieron con gracia, iniciando una melodía que fluía desde detrás de un impecable cristal; así se desplegó el espectáculo. El espacio se llenó con la danza de seis mujeres y diez hombres, todos desnudos, ejecutando una coreografía que sugería la intimidad más profunda. Aunque las partes más privadas no concluyeron el acto, los sonidos de los violines tejían una sinfonía de placer y necesidad. La música se desvaneció, dando paso a un breve silencio antes de que una niña ingresara elegantemente, vestida con un impecable vestido blanco. Su danza grácil contrastaba con la simulación de relaciones íntimas del resto. Todo se fusionaba para un final previsible, pero al que intenté resistirme.

Momentos antes de que ocurriera algo innecesario desde mi perspectiva, el elegante caballero que me acompañaba como espectador tomó mi quijada y giró mi rostro hacia el espectáculo. Intenté cerrar los ojos, pero sus palabras susurradas al oído me detuvieron: "No deseas conocer el desenlace, ¿verdad? Pero eso es a lo que viniste". Aunque era cierto, me resistía a aceptar la oscura realidad que se cernía. Intenté detenerlo de alguna manera y, al hacerlo, recibí un golpe contundente en el estómago que me hizo caer de rodillas.

Al concluir el despliegue, sentí que algo de vital importancia me fue arrebatado, algo que aún no podía nombrar. Intenté despedirme, pero él propuso hablar. No pude negarme, ya que al dirigirme apresuradamente hacia la puerta, dos guardias me levantaron y me condujeron directamente hacia él.

"No puedes desvanecerte sin compartir tus impresiones", dijo sonriendo con delicadeza mientras deleitaba su paladar con el vino. "Apenas hemos arañado la superficie, y tú ni siquiera intentas quedarte para el resto o planificar tu próxima visita como espectador de mis sublimes obras".

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