Frustración

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Al llegar a la estación, no titubeé en abordar el tren, dejando atrás aquel lugar lleno de recuerdos dolorosos.

Al llegar a casa, me topé con mi padre, que se encontraba apaciblemente inmerso en la lectura de un libro.

"¿Hola, cómo te fue?" me saludó con alegría apenas notó mi presencia.

"Mal", le respondí lacónicamente y subí a mi habitación, ignorando sus intentos de iniciar una conversación. Una vez dentro, cerré la puerta con llave y me dejé caer sobre la cama.

Tomé mi celular entre mis manos, y al encenderlo, me percaté de las llamadas perdidas, pero ninguna señal de Yeonjun. Como si estuviera poseído, abrí la puerta de mi cuarto y salí, llevando conmigo un suéter, como si necesitara algo tangible para enfrentar la tormenta emocional que se avecinaba.

Mi padre, al verme, intentó decir algo y al no obtener respuesta, me sujetó por el hombro, preguntando: "Acabas de llegar, ¿dónde vas?"

"Olvidé algo importante, o más bien lo dejé de lado. No voy a volver tarde, o al menos no de madrugada. Solo quiero asegurar su bienestar", le respondí con calma.

"Entonces podría llevarte... hay algo que quiero hablar contigo", insistió, yendo por algún abrigo.

"No hace falta, está a unas pocas cuadras", traté de persuadir su decisión.

"Pero así no te cansas", volvió a insistir, perdiendo yo la paciencia.

"¡Es algo privado!" exclamé con enojo, evitando contacto con su rostro. "Podrías dejarme en paz por hoy", volví a decir, pero esta vez no esperé a que dijera nada más; solo salí rápidamente.

Al llegar a la residencia de Yeonjun, sentí que era mala idea llegar sin más. Retrocedí un poco y caminé hacia alguna tienda. Tardé un rato en decidir qué comprar, pero todo lo que se me ocurría eran flores. Me rendí y compré un helado, sentándome frente a la tienda para comerlo.

Mientras saboreaba el helado, observé a lo lejos a Kai y Beomgyu. Por la sorpresa, casi terminé atragantándome. Comía el helado en bocados, y en un momento dado, Kai me observó detenidamente, avanzando hacia mí. Lo vi acercarse y, por un instante, quise correr. Pero entonces recordé la felicidad que sentía a su lado, como si todo lo que había sucedido después de Beomgyu fuera simplemente mala suerte, por alguna razón inexplicable.

Sí, como había dicho, tener más amigos causaría problemas.

"Hola, Kai", dije cuando estuvo lo suficientemente cerca para oírme.

"Hola. ¿Cuánto tiempo?", me respondió.

Quise decir algo más, pero cuando Beomgyu ocupó un espacio más cercano a nosotros, solo me detuve y me despedí, yendo a casa de Yeonjun.

Nuevamente en la puerta y sin más opciones que mi suéter, intenté golpear la puerta, pero la señora que se encargaba de todo no tardó mucho en salir.

"¿Podría ver a Yeonjun?", le pregunté con timidez.

"Por supuesto. Ha estado algo deprimido. Tal vez le alegras un poco", me respondió, dándome permiso mientras ella dejaba la casa

Frente a la puerta de la habitación de Yeonjun, golpeé suavemente, anunciando mi entrada. La puerta se abrió lentamente, revelando una penumbra que apenas dejaba entrever la figura de Yeonjun recostado en la cama.

"Yeonjun, sé que estás molesto, pero tengo una excusa perfecta", dije, pero no obtuve respuesta. "Mi madre volvió después de años y vino a verme. Me llevó a dar un pequeño viaje por el fin de semana... y... entonces me quedó prohibido distraerme; me pidió que apagara mi celular", añadí con inseguridad, pero él seguía en silencio. Me acerqué a su lado.

Tenía la cara tapada, y traté de forcejear un poco, pero no cedió. Entonces, hablé suavemente: "Le hablé sobre ti... lo intenté". Supuse que funcionó cuando levanté de sorpresa la frazada, revelando su sonrojado rostro.

"Yeonjun, traje para ti un suéter... combina... con tu cabello...", mis palabras fluyeron con dudas mientras observaba su reacción. Aunque su enojo persistía, decidí sellar mis palabras con un beso, cuidando cada movimiento con extremo detalle. Después de un tiempo, dejé el beso y al observar su rostro, que tapó inmediatamente, sonreí instintivamente. Después de contar hasta diez en mi mente, él retiró las manos y me observó detenidamente.
Llevé mi mano hasta sentir la suavidad de su rostro, demorándome un poco antes de inclinarme sobre la cama, mientras él adoptaba una posición más erguida. Esperé a que ambos estuviéramos a la altura deseada y fue entonces cuando sellé la calma con un beso lento, cuyos movimientos se intensificaron cuando Yeonjun abrió los labios, desatando una necesidad que hasta ese momento no creía tener por un hombre.

Sobrio pero ansioso. Frustrado, mis labios buscaron desahogo en su cuerpo, en su carne, la cual cual sin amor traté de tomar.
Cautivo en pasión, intensifiqué el beso con devoción. No era juego, ni traición para herir,
Solo mi alma perdida buscando sentir algo nuevo.

La oscuridad testigo de un deseo nuevo, me permitió explorar sin retención un vínculo sin tomar segundos de imaginar, ni arrepentir cada caricia que repartí a lo que podía sostener. Me bastó un suspiro para perder la compostura y pedir más que besos, relaciones sexuales, lo cual traté de disipar mientras besaba sus labios.

Nos separamos, sin aliento, y no esperamos nada para volver a encontrarnos, más intensos.

Sostuve su cintura, buscando la profundidad deseada, mientras en mi regazo él encontró acomodo, y mi mundo se desvaneció en su boca.

Me levanté después de nuestra segunda pausa entre cada beso, yendo con apremio hacia la puerta, cerrando con el seguro aunque solo  éramos dos almas danzando sin resistencia. El tiempo se detuvo para mí y solo pude oir el palpitar de nuestros corazones; única melodía en el silencio de la noche.

Bajo el manto de estrellas, nuestras miradas se encontraron nuevamente y de a poco me deshice de la única prenda que cubría la parte superior de su cuerpo, susurrando delicadamente una promesa en la extraña hora nocturna. Pronto mis manos, exploraron la ternura de su piel pura. Una que nunca había sido explorada, dato que me enteré cuando nervioso me lo confesó y con delicadeza empujé su cuerpo contra la cama. De tocar pasé a besar sin reproche su desnudo pecho. Cada beso, como versos de un poema recién escrito, se reflejaron en su piel,
despertando emociones que nunca creí poder sentir por un hombre.

Entonces sus labios, tentadores y suaves, se acercaron con una lentitud calculada, como las olas que acarician la orilla antes de retirarse. Sentí su aliento cálido rozar mi piel, creando una expectación que zumbaba en el aire. Y entonces, dejé su abdomen para unir nuestros labios. Fue un beso apasionado y lleno de caricias, que se fundieron con los míos en un baile ferviente, llevándome a quedar completamente desnudo. Cerré los ojos para sumergirme completamente en la experiencia, mientras nuestros cuerpos se rozaban íntima y ardientemente. Mis manos exploraron con devoción las partes más intimas de su cuerpo, descubriendo sin absoluta repugnancia cada rincón, algo a lo que él reaccionaba gimiendo.

Pronto nos entregamos al algo más dejando que el fervor del momento guiara nuestra inexperiencia hacia el camino correcto, no obstante nos perdimos a medio camino cuando no supe como relajar su cuerpo en la intensidad y dolor del momento, una conexión que se separó poco después de ser resuelta. Besé cuanto pude su desnuda espalda, mientras lo intentaba de nuevo, cuyo proceso tuvo mejor resultado, entonces pude moverme lentamente. Así, entre susurros y gemidos, escribimos lentamente nuestra primera vez juntos.

Mi primera vez con un hombre, un capítulo inolvidable pero no único.

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