Capítulo 08.

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Lidia.

Hace tres días que Ethan estaba en casa y no puedo decir nada con respecto a la convivencia, en estos días apenas y nos cruzamos por los pasillos de la casa, él junto a mi padre salían muy temprano y volvían tarde, así que por ahora todo fue muy fácil.

Es viernes y mi padre había decidido que me tomara el día libre así que aproveche e hice limpieza en casa, desayune con mi hija y ahora estábamos en el supermercado buscando un par de cosas que necesitábamos, junto a Tina.

Tina era la amiga de mi padre desde que él se mudo al pueblo, es la mujer más increíble que había conocido, ya en sus cuarenta y cinco, con una actitud que te da confianza y ganas de ser su amiga, mi padre nos había presentado luego de unos meses de haber vivido con él, desde el minuto cero ella me generó una gran confianza, pero en mi terror me costó tiempo poder aceptar que la quería.

Además, cómo no hacerlo, si estuvo siempre para mí padre, conmigo fue la figura materna que siempre quise, y con Gabi es la abuela cariñosa y divertida que todo niño quiere.

—Entonces -dice Tina sacándome de mis pensamientos y ojea sin interés un paquete de fideos. —¿Qué tal les va con su nuevo inquilino?

Desde el carrito de compras en donde esta sentada Gabi, ella suelta un grito emocionada, yo en cambio doy un largo suspiro.

Tienes que dejar de suspirar tanto, chica.

—Él tiene un auto increíble Titi.

Tina suelta una risa y me da una mirada, ella sabía lo insoportable que era con la gente nueva.

—Esta bien, supongo. -digo mientras meto en el carrito unas latas de puré de tomate. —No es que tuvimos mucho tiempo para conocernos. Pero bueno, es el hijo...

—El hijo de Otis -me interrumpe. —Si, querida lo has dicho desde que te enteraste que vendría, cuéntame algo más, hace ya unos días que esta aquí.

Al mirarla frunzo el ceño ¿Qué más quería además de eso? No había hablado mucho con Ehtan, ella al ver mi mirada me regala una sonrisa inocente.

—Oh, vamos -dice sonriente así causando que las ligeras arrugas que rodean sus ojos se acentúen. —Debes tener una opinión más extensa... Él es lindo...

—¿Qué? -digo mientras me detengo, Gabi suelta una risita. —¿A dónde quieres ir con eso? ¡Te recuerdo que no lo conocemos de nada! Y solo hace tres días que esta con nosotros.

—Ya, bueno -dice de una manera que no me gusta nada mientras levanta sus manos en señal de derrota. —Solo digo que no puede ser tan malo, además noto a tu padre más contento.

Eso era cierto, mi padre estaba feliz de estar junto a su ahijado otra vez, me había contado que siempre fue muy unido a la familia Hebert, bueno, hasta el accidente de Otis.

Sin querer seguir esa conversación, continuamos con las compras, no eran muchas cosas pero como tenia tiempo, era esto o estar aburrida en casa. Luego de dos horas Tina nos llevó a casa en su auto, estaba guardando las compras cuando Gabi suelta un suspiro y deja de dibujar.

—Estoy abulida, mami.

—Se dice estoy aburrida -digo con una sonrisa mientras termino de poner la carne roja y el pollo en la heladera, hoy sería bueno para una carne al horno.
—¿Qué quiéres hacer?

Me acerco a la mesa en donde esta y le corro el flequillo de la frente, en momentos así, mi corazón sufría una extraña sensación, no sabría ponerle nombre porque decir que eso pasa por el inmenso amor que le tengo a mi hija parece demasiado poco, era más que un amor inmenso.

Adoraba a mi niña.

—¿Podemos ver una película juntas? -dice sonriente. —Hace mucho no lo hacemos.

—Me parece una idea increíble -digo —Y podemos hacer pochoclos.

Emocionada se baja de la silla y empezamos a preparar los pochoclos dulces que tanto nos gustan. Toda esa emoción por las películas lo había sacado de mi, yo cuando era una niña amaba ver películas, era mi cosa favorita en el mundo, pero bueno, la pregunta es qué no saco de mi Gabi.

Ante eso la duda y tristeza hizo acto de presencia.

¿Estaré haciendo las cosas bien?
¿Cuando ella sea grande estará feliz con lo que vivió o me odiara?
¿Me culpara por lo de su progenitor?

Saco esas preguntas de mi cabeza, y cuando tenemos todo ya listo nos dirigimos a la sala, habíamos puesto almohadas y sabanas, apagamos las luces y pusimos en medio el tupper con pochoclos.

—¿Qué quieres ver? -le pregunto mientras acomodo la sábana en su cuerpo.

—¡La princesa y el sapo! -dice emocionada, eso me hace sonreír, otra cosa que tenemos en común, porque... —Esa es nuestla película favolita.

—Si, tienes razón.

Estaba a punto de poner la película cuando el ruido de la puerta delantera interrumpe en nuestro silencio. Antes de poder verlo bien mi cuerpo se pone rígido, ya sabía quién podría ser.

—¡Etlan! -grita mi hija al verlo pasar por el pasillo. —Hola, vamos a vel nuestla película favolita, ¿Quiéles verla?

Mi hija era realmente un terremoto, de vez en cuando siempre hacia esto, hablaba muy emocionada y rápido, dejando un poco desconcertado a la otra persona. Ethan había sido muy tolerante y compasivo con mi hija, ella le preguntaba siento de cosas y él le respondía cada una de ellas, nunca precia enojado o frustrado por su intensidad, esto me hizo cuestionarme si no tendría hijos, pero descarte esa posibilidad muy rápido, ya lo había buscando por Internet, no dice nada sobre hijos o mujer, él solo estaba concentrado en su carrera como piloto.

—Las chicas Wolfe -dice mientras entra en la sala. —¿Cómo están?

—Muy bien -dice Gabi. —Tenemos pochoclos.

Ethan suelta una risa y conecta su mirada con la mía.

—Hola -digo. —¿Cómo les fue en el taller?

—Muy bien, por suerte -dice mientras mira a su ardededor. —Tú padre es muy exigente.

—Si -digo divertida, a Ethan se le había complicado estos días en el taller, era obvio que no estaba acostumbrado a recibir ordenes —Él es así.

—¿Vas a vel la película? -vuelve a hablar Gabi, esta vez menos paciente.

Ethan dudando me da una mirada, la pregunta en sus ojos me hace sorprender, ¿Él de verdad quería ver una película infantil con nosotras? ¿O no sabe cómo rechazar la propuesta de mi hija?

—No sé -dice con un deje de timidad.
—Creo que a tu hermana no le gusta mucho la idea...

Espera, ¿Qué?

En aquel pueblo (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora