Capítulo 38.

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Lidia.

Creo que voy terminar vomitando mis tripas, todavía no puedo creer que haya aceptado ir a la ciudad, mi padre menos, por esa razón estuve evitandolo estos días, su cara en cuanto Ethan le contó que iriamos todos fue de total sorpresa e interrogante.

Por otro lado, Gabi estuvo los últimos días restantes muy emocionada por la idea, no dejaba de preguntar si ya era el día de ir, de cómo íbamos a viajar y si íbamos a pasear mucho, lo peor era que Ethan parecía igual de emocionado que ella así que eran dos en constante emoción para que llegara el viernes.

Y yo tenía la muy mala suerte de que Ethan naciera en Manhattan y ahí es donde iríamos y por esa razón no pude evitar a mi padre cuando me embosco en la cocina el jueves por la noche.

La verdad es que no podía dormir, él tuvo la suerte de nacer en las mejores calles de ese barrio, con una hermosa familia y un futuro seguro, yo unas cuantas calles más abajo había vivo lo peor de mi vida.

—No puedo creer que hayas aceptado viajar a Manhattan -dice a mis espaldas, sin embargo no me gire a mirarlo, todavía seguía mirando el vaso de agua en la encimera. —Lidia, necesito que hables conmigo, no me evites... ¿Quiéres buscar información? ¿Por eso aceptaste este viaje? Sabes que puedo ayudarte, lo que quieras saber mandaré a que lo busquen... o ¿Intentas encontrar a Frédéric?

—¿Qué? -me doy vuelta de inmediato al oír sus preguntas, por dios, lo último que querría sería encontrarme con Frédéric. —¡No! Papá, lo sabes mejor que nadie, lo último que quiero es volver...

—Entonces ¿Por qué ir? -dice con la preocupación en su rostro, y podía entender su cuestionamiento, él más que nadie sabe todo lo que pase.
—Necesito saber que estas bien con esto y que no cometerás una locura, estabas tan negada hasta de pensar en la ciudad... ¿Es por Ethan?

—¿Qu.. qué, pero de qué hablas? -digo sin poder evitar soltar una risa nerviosa.

—Soy tu padre -dice como si eso fuera suficiente para poder leerme la mente. —Se y me doy cuenta de todo cuando se trata de ti. Ven a sentarte conmigo.

Acomoda dos sillas de la mesa y sentándose espera hasta que yo me acerque, esto era ridículo, sentarme a hablar de lo que me pasa con respecto a su hijastro era más que ridículo.

—Esto no tiene sentido -digo pero de igual forma me siento a su lado. —No soy una quinciañera a la cual le gusta un chico por primera vez.

—No lo eres, pero tampoco pudiste serlo -dice en un susurro tan ligero pero me cayó como una enorme piedra en el pecho.

Y era verdad, jamás tuve una persona segura para poder hablar de cosas tan estúpidas como estas, o alguien que esté a mi lado cunado necesitará ayuda, alguien con quien compartir los buenos y malos momentos, jamás tuve ese momento de películas donde presentas a tu primer novio y tus padres están ahí para dar el visto bueno, apenas termine el secundario pero tampoco hubo alguien con quien celebrarlo, los cumpleaños eran solitarios.

Y al ver pasar mi vida fue inevitable retener la lágrima que ahora caía por mi mejilla, una sola lágrima donde iba todo el dolor que sentía.

—No lo sé, ¿Esta bien? No sé porque acepte esto -digo con voz ahogada tratando de contener las lagrimas.
—Antes que me lo preguntara nos estábamos besando y solo podía pensar en lo bien que me sentía con él, así que solo acepte y luego cuando me di cuenta de que era lo que me propuso no pude decirle que no, Ethan estaba tan emocionado y contándome todo lo que podríamos hacer los tres juntos que hasta pude imaginarnos y... solo quería un poco más de normalidad en mi vida.

La voz se me cortaba y podía sentir un dolor agudo en el pecho.

—Esos hijos de puta me jodieron tanto que hasta hace más de tres años que no salgo de este pueblo -digo ahora con un poco de enojo por cómo mi vida había sido. —Y siempre soñé con visitar lugares y ser libre por fin, pero el miedo que les tengo hasta sin que estén a mi lado me lo impide.

En aquel pueblo (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora