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Hyungwon dejó tres mojitos en la mesa y parte del líquido, de color verde intenso, se derramó sobre la superficie. Me giré para coger una servilleta y advertí que, para los dueños de aquel antro caribeño, unos tristes trozos de celofán eran un lujo innecesario del que se debía prescindir.

Minhyuk arrugó su pequeña naricilla cuando rozó la húmeda copa con los dedos. Era raro verlo en aquel ambiente, teniendo en cuenta que parecía un ser angelical e inocente recién caído del cielo; no me sorprendería que el día menos pensado brotasen unas alas de su espalda. 

Presumiblemente, la hazaña más peligrosa que había realizado a lo largo de su vida, fue visitar a un amigo que residía en Gangnam. Solía relatar aquel episodio cuando iba algo emocionado, con los ojos brillantes de emoción, como si aquel día hubiese escapado de una banda de narcotraficantes armados con varias AK-47.

Sin embargo, aquello había ocurrido años atrás. Con el paso del tiempo, los tres habíamos cambiado mucho y, a pesar de nuestras diferencias, seguíamos siendo grandes amigos. A decir verdad, estaba convencido de que el hecho de que fuésemos tan distintos era el verdadero secreto de nuestra duradera amistad. No se me ocurría ninguna otra teoría válida.


Hacía dos noches que habíamos llegado a Jeju. Siempre había fantaseado con vivir allí en algún momento y, aunque mi trabajo en la editorial me impedía cumplir tal propósito, pasar veinte días de vacaciones bajo el sol junto a mis dos mejores amigos, superaba con creces todas mis expectativas. A pesar de que tenía una edad considerable ―¡sabía que el final estaba cerca, pues en apenas unos años traspasaría la barrera de los treinta!―, durante aquellos días me había sentido de nuevo como un adolescente. En plan viaje de amigos unidos. En plan molamos mogollón. En plan... en fin, supongo que entiendes lo que intento decir.


Hyungwon había propuesto hacer aquel viaje, alegando que estaba muy nervioso por su inminente boda ―que se celebraría en septiembre― y que necesitaba tomarse un tiempo para sí mismo, antes de embarcarse en una nueva etapa de su vida. Yo no había puesto ninguna objeción porque, al fin y al cabo, nada excepto mi trabajo me ataba a Seul y ya había planeado pasar las vacaciones tirado en la cama, comiendo pollo frito y helado mientras volvía a ver de forma compulsiva ―y por cuarta vez consecutiva― la serie Friends.


Minhyuk había tenido que consultar con sus padres el plan de pasar las vacaciones en Jeju, a pesar de que tenía veintisiete años y hacía siglos que se había independizado, mudándose a un lujoso ático en la avenida más transitada de Nueva York. Supongo que tener unos controladores padres millonarios también tenía sus desventajas. Bueno, ¿qué digo?, en realidad creo que son billonarios con <b>, o multimillonarios. Debería mirar en un diccionario las diferencias entre esos términos, aunque la idea principal queda clara: pasta suficiente como para tirarte en la cama desnudo y lanzar billetes verdes al aire estilo escena cutre de película de sobremesa.

―Está un poco fuerte ―Minhyuk tosió, dejando el mojito sobre la mesa.

―¡No digas tonterías! ―Hyungwon ondeó una mano en alto, tras beberse casi la mitad de su copa de un trago―. Me encanta el toque mentolado.

Minhyuk arrugó nuevamente su diminuta nariz ―era el único gesto carente de elegancia que se permitía hacer a sí mismo, a pesar de que su madre solía amonestarlo por ello―, y rebuscó en su bolso hasta sacar un folleto turístico y depositarlo con sumo cuidado frente a nosotros.

―He pensado que mañana podríamos ir a la playa, ¿qué les parece? al parecer, las playas que están frente a nuestro bungaló son de las mejores de toda la zona.

Otra vez tú _Adaptación -ShowkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora