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Siempre había intentado ser una persona fuerte e independiente. Incluso después de lo que pasó con Hyunwoo no me permití llorar frente a otras personas, cuando le dije a mi familia y a los invitados sobre la cancelación de la boda, lo hice con despreocupación, y aún si me costó bastante trabajo sonreír mientras decía que me alegraba de haber cancelado todo y que no sabía cómo había estado a punto de hacer algo tan estúpido como casarme, parece que los demás lo creyeron por que aún ahora suelen hacer bromas sobre eso, cosa que no harían si supieran lo mucho que me afectó. Incluso yo mismo intenté convencerme de todas esas palabras pero en realidad, la ruptura me había dejado totalmente destrozado. No siempre me veo como la típica víctima, pero la situación que había tenido que vivir, cuanto menos, resultaba bastante irónica; o eso era lo que habitualmente solían decir mis compañeros de trabajo.

Me explico: Mi trabajo en una de las editoriales más prestigiosas de Seúl, consistía en ser editora de la línea Rose, que era donde catalogábamos las novelas de temática romántica. Y básicamente me designaron el puesto porque había leído la mayoría de los libros románticos que existían en el mercado, desde clásicos hasta históricos e incluso eróticos. Todo. Era como una especie de esponja dispuesta a absorber cualquier historia con una buena dosis de amor.
Sin embargo, a pesar de mi pasión por el género, nunca me había considerado una persona excesivamente enamoradiza, básicamente porque un tal Son Hyunwoo me robó el corazón cuando apenas tenía ocho años, impidiendo que pudiese entregárselo a nadie más.

Hyunwoo era el mejor amigo de mi hermano mayor. La primera vez que vino con él a casa y lo vi, en fin, ya sabes, miles de mariposas aletearon en mi estómago, sentí un nudo en la garganta y bla bla bla. Fue todo muy idílico. El único problema era que él tenía cinco años más y, por consiguiente, me trataba como a un chiquillo, un mocoso, y probablemente bastante tonto, dado que mi juego preferido consistía en perseguirlos a ambos allá donde fuesen e intentar, desesperadamente, entrometerme en sus vidas.

Cuando cumplí los doce, mis esperanzas aumentaron tras un episodio que ocurrió frente a mi casa. Un niño bastante repelente, llamado Yoongi, se burló de mi pelo, asegurando que parecía una chica. En cierto modo tenía razón, dado que mi querida madre había decidido dejarlo largo y peinarlo ella misma, en el garaje, y el resultado había sido un completo desastre.
Hyunwoo estaba esperando en la puerta de casa a que mi hermano saliese para irse a dar una vuelta, apoyado en su motocicleta como si protagonizase un anuncio de desodorante masculino, y escuchó el comentario de Frank. Sin mediar una palabra, le cogió del brazo y lo arrastró unos metros más allá, impidiéndome oír la conversación que
mantuvieron.
No sé qué le dijo exactamente, pero sí sé que durante dos cursos consecutivos, Yoongi se comportó como si fuese un eficiente sirviente y yo la mismísima reina de Inglaterra.
Poco después de que ocurriese aquel incidente, Hyunwoo se marchó a la universidad. Cinco años más tarde, yo también seguí ese mismo camino y me mudé a Seúl.
No fue hasta que estaba a punto de terminar la carrera cuando nos encontramos en un pub del centro. Cuando le vi, sentado en una de las mesas y riendo junto a varios amigos, tuve que reconocerme a mí mismo que seguía enamorado de él. Y que probablemente, siempre lo estaría.
No era un encaprichamiento meramente platónico e infantil. Yo sentía cada poro de mi piel vibrar cuando él estaba cerca; era una sensación tan intensa que daba vértigo. Cada uno de sus gestos me llamaba a gritos, su forma de caminar, su característica media sonrisa, el brillo inquieto de sus ojos...
Había estado con otros chicos, no lo niego. Tuve buena compañía durante el baile de graduación, en el instituto. Más tarde, ya en pleno apogeo universitario, salí con algunos durante cortas temporadas. Con unos me divertí, con otros tuve una conexión a un nivel más espiritual... pero con ninguno llegué a sentir ese vuelco en el estómago tan intenso que te deja casi sin aliento. Bueno, con uno sí. Con él. Con Hyunwoo.

El reencuentro fue algo brusco. Como estaba tan nervioso no me atrevía a saludarle así que, cuando pasamos por su lado, Hyungwon me dio un fuerte empujón ―el siempre tan táctico―, lanzándome sobre él. Supongo que, al menos, debi <<impactarle>>, literalmente hablando.
Pasados unos instantes de confusión, me reconoció como la acosadora hermana de su mejor amigo ―eso era un poco humillante, conste en acta―, me invitó a una copa y estuvimos hablando hasta que nos echaron del local porque iban a cerrar.
Una semana más tarde, me llamó preguntándome si quería acompañarle a un concierto de rock, asegurándome que tenía dos entradas y nadie con quién compartirlas. Sobra decir que ni siquiera recuerdo el nombre del grupo al que fuimos a ver, especialmente porque estuve sumamente ocupado mirándole embobado, pero sí sé que fue una de las
mejores noches de mi vida.
A partir de ese día, comenzamos a quedar con más frecuencia.
Normalmente, si era por la noche, Hyunwoo solía acompañarme hasta la puerta del minúsculo piso de estudiantes que, por aquel entonces, compartía con Hyungwon. Una de las tantas noches que salimos, nos despedimos en el rellano y cerré la puerta cuando vi que él comenzaba a descender las escaleras del edificio para marcharse. Suspiré agotado, incapaz de moverme; siempre me sentía así tras estar con Hyunwoo, como si él fuese un furioso huracán que me arrebataba toda la energía.
Un minuto después, cuando todavía no me había movido de la puerta, llamaron al timbre. Pensé que se habría olvidado algo en mi bolso, pues habitualmente le guardaba alguna cosa, pero no me dio tiempo a preguntárselo. Lo único que vi, antes de que sus labios encontrasen los
míos con desesperación, fue que el azul de sus ojos se había oscurecido, como el cielo cuando se avecina una tormenta.

Hyunwoo siempre conseguía que todo fuese sumamente intenso e inesperado. Siguió siendo así mucho tiempo después de aquel primer beso en la puerta de mi apartamento, incluso cuando ya llevábamos cuatro años saliendo juntos y más de uno conviviendo en un confortable piso a las afueras de Seúl. El simple hecho de que me mirase, me hacía temblar por dentro.
Pero todo aquello ya era historia, ¿no?

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Otra vez tú _Adaptación -ShowkiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora