CAPITULO 51

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Reynolds.

Sus manos no temblaron y me pegó en la cara con todas sus fuerzas.

¿Me lo merezco? Si.

Me quedo quieto, sintiendo el picor de sus cinco dedos en mi cara.

_Eres un desgraciado.

Camina hacia la puerta y la abre de par en par.

_Vete de mi casa.

No me mira, la escucho sollozar.

_Ahora, sal de mi casa.

_Sabes que no me voy a ir.

_Entonces ¿que quieres?, Ya jugaste demasiado conmigo, ¿Que más quieres?.

_Nunca quise hacerte daño.

_¿Sabes que? Ya está hecho.

_Sara no es lo que tú piensas, nunca te traicionaria.

_Ya lo hiciste.

_¿Enserio piensas que te pondría el cuerno cuando tú eres el amor de mi vida?

_Solo vete.

_No, no me iré.

_Vete.

_No quiero que pienses mal de mi, la chica que viste en la cabaña no es nada mío, luz y leynis usan sus fetiches de lesbianas con ella, cuando fui a la cabaña ella ya estaba allá, me pidió mi playera y se la di, me dijo que no tenía ropa para ponerse por que era la primera vez que estaba ahí.

Sigue con la puerta abierta mientras trato de explicar rápidamente lo sucedido, no la quiero perder.

_Nunca te haría algo que no te guste por qué se cómo duele. entré a una habitación aparte y esperé a que se duchara, cuando terminó en eso llegaste tu.

Noté la decepción en sus ojos y mientras corría para tratar de alcanzarla ya era demasiado tarde, se había subido a la camioneta.

_Vete Reynolds por favor.

_No me iré hasta que me creas.

_Entonces te quedarás allí una eternidad por qué no te creo ni una palabra.

Cierra la puerta y pasa de largo hacia su habitación y cerrando detrás de ella.

La sigo y me quedo frente a la puerta con mi frente apoyada escuchándola llorar.

_Te juro que nunca quise lastimarme.

Solloza más fuerte.

_Nunca fue mi intención.

Me rompe el pecho escucharla llorar.

_Dime que quieres que haga, puedo hacer cualquier cosa con tal de que me perdones.

_¡Lárgate!_me grita _¡Lárgate de mi vida, olvídate de que existo!.

_Pide otra cosa, eso es imposible.

La escucho gritar y como rompe cosas de vidrio, sigo con mi cabeza apoyada en la pared, sintiéndome como un tonto.

_Abre, hablemos.

_¡Vete, no quiero saber nada de ti!.

Maldición.

_Entonces entraré.

_No, no te quiero aquí.

Saco mi arma y de un tiro destrozó la manija de la puerta.

Está en el piso, sus manos están ensangrentadas y no deja de llorar, pasó por encima de los cristales, son de perfumes y la habitación completa huele a ellos.

La cargo entre mis brazos y ella no deja de llorar, la recuesto en la cama y busco toallas para mojar y limpiar la sangre de sus manos.

_Vete.

Me susurra y niego.

_No me quiero ir.

Tiene varias heridas pero no son profundas, en el baño encuentro un botiquín de primeros auxilios y le vendo las manos con mucha delicadeza.

Para cuándo terminó se ha quedado dormida, se mira tan inocente que me duele haberla lastimado de esa forma.

Nunca quiero hacer nada que le haga daño por qué no me uni con ella para eso y si tengo que reiniciar mi vida para que ella se sienta segura entonces lo haré.

Tiene ojeras y se nota que ha llorado toda la noche.

Me quito la camisa y me recuesto a su lado, son apenas las cuatro de la tarde así que solo le hago compañía hasta que decida despertar.

.
.

Abro y me doy cuenta de que me quedé dormido, está de noche y tomo mi teléfono para ver la hora.

Nueve con cuarenta y cinco minutos, Sara duerme pegada a mi pecho y quiero saber cómo llegó ahí.

No soy de dormir profundamente ya que si se mueve una pluma estoy despierto pero no sé que me pasó.

Me levanto como puedo y me coloco la camisa, me voy a la cocina y busco algo para prepararle de comer.

Encuentro alitas de pollo en el refri, Sara hizo compras hoy por qué la vi en el centro comercial.

La envié a vigilar desde que salió de Minnesota hasta que pude llegar aquí.

Limpió las alitas y le agrego los condimentos para empezar a freírlas, a ella les gustan con mucho picante.

Realmente casi nunca mi vida se basó en peleas clandestinas ni esas cosas, mi madre me enseñó a cocinar a escondidas de mi papá cuando era pequeño. Todo lo que se lo aprendí de ella.

Acompaño las alitas con arroz, ensalada de pasta y aros de cebolla.

Preparo la mesa y es cuando escucho su voz.

_¿Sergio eres tú? Tuve un sueño extraño pero no sé cómo me pasó esto en las man...

_No fue un sueño_ la interrumpo cuando aparece mirando sus manos con vendas.

Coloco el último plato en la mesa y su vista se fija en la mesa llena de comida.


El Rey Mafioso Continuación...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora